Entrevista a Manuel Vilas
La vida conyugal tiene los días contados. En el futuro la fidelidad será como ahora la ablación del clítoris: pura barbarie.
Manuel Vilas es el tipo de autor del que siempre se debe desconfiar por lo que tiene de indescifrable e impredecible. Prueba de ello es su nuevo artefacto narrativo, El luminoso regalo (Alfaguara, 2013), un título con el que se inmola, con el que dinamita credenciales y expectativas, y lo hace con esa manera tan genuinamente única que tiene de encarar el ejercicio de la ficción. En El luminoso regalo, Vilas mide con gran acierto las posibilidades de su horizonte narrativo, al tiempo que revisa las claves que soportan el manuelvilismo, para ofrecer una novela que se distancia de todo lo conocido y hecho sin olvidar aquello que le ha concedido un lugar propio dentro de la masificada geografía editorial.
El luminoso regalo es quizá la novela más compleja, salvaje y áspera de Manuel Vilas. El lector, cómplice silencioso, debe bucear por entre los diversos juegos literarios que el autor propone para dar salida a las diversas variables que Vilas inserta en el entramado poético de esta obra; juegos por los que, como en un baile de máscaras, el lector se sentirá confundido y aturdido al verse inmerso en una historia de sexo desmedido y erotismo exuberante, adjetivos que contrastan con las pretensiones vitales de los personajes que desfilan por el esqueleto de la novela, seres de escisión interior, con experiencias vitales que pueden y deben ser consideradas reflejos naturales del andamiaje de un capitalismo tardío.
Cambio de registro. El luminoso regalo se presenta ante el lector con una poética y estructura formal que se alejan de lo elaborado hasta la fecha, al menos, en materia narrativa. ¿Por qué este pretendido distanciamiento del manuelvilismo? ¿No temes perder a quienes te siguen por ese andamiaje tan singular?
El luminoso regalo sigue siendo un libro de Manuel Vilas. Si es que se puede hablar de que existen los libros de Manuel Vilas, y si es que puede decirse que existe un escritor español que se llama Manuel Vilas, cosa de las que a veces dudo. La senda iniciada en mi novela España (2008) se agotó con mi anterior novela, con Los inmortales (2012). Tenía que explorar otros territorios. Creo que mis lectores lo entenderán, si es que existen. Con Los inmortales hollé el límite, no había más literatura por ese camino. Solo el silencio. Era necesaria una evolución o un cambio.
¿Es El luminoso regalo una suerte de Sex at the city en clave castiza y según los códigos de tu realidad narrativa?
No es un libro castizo en absoluto, al menos en mi opinión. Es un libro sobre el erotismo. Tal vez sobre el erotismo como codicia, el erotismo en los contextos del capitalismo. También es un libro sobre el alcoholismo, sobre la abyección sexual, sobre el vacío interior y sobre el sufrimiento, temas de los que todo el mundo está deseando hablar.
¿Y qué fue antes, sexo o religión?
Son la misma cosa, al menos en mi novela. El erotismo sigue siendo una asignatura pendiente en la cultura occidental. Su terror está sin resolver. La malignidad del erotismo, que lo acerca al satanismo, también nos devuelve a la noche de la especie, a la noche de las cavernas. La misma noche que la noche de la religión. La fuerza erótica es la fuerza de la vida, y la negamos constantemente. Toda mi literatura es erotismo.
En Gran Vilas (Visor, 2012), buscabas la «liberación total de nuestras alienaciones sociales, políticas y culturales», acción claramente conseguida en este título. ¿Es esta novela la hija natural del poemario mencionado?
No, para nada. He roto con mi obra anterior, he roto en el sentido de que ahora comienza otra época, simplemente. El luminoso regalo, en mi opinión, supone un giro de 180 grados con respecto a mis libros anteriores. Estoy en otro sitio. Me he ido a otra región. Si antes me interesaba Tarantino, ahora me interesa Lars von Trier; si antes me interesaba Ballard, ahora me interesa Emily Brontë. Si antes me interesaba Johnny Cash o Lou Reed, ahora solo me interesa Sixto Rodríguez. He mudado. Me he reinventado. Soy otro.
¿Es ésta tu novela más festiva?
No, en absoluto. Esta novela es maligna. No estoy orgulloso de haberla escrito. Es una novela que me hiere el corazón. No estoy de acuerdo con ella, aun así la he escrito. Psicológicamente, esta novela me ha hecho daño.
En anteriores artefactos narrativos, la figura del lector activo se presenta como prioritaria. Sin embargo, en esta novela aparece la urgencia del lector plástico, es decir, un lector activo pero al mismo tiempo uno que vaya amoldándose, casi en cada página, a la cantidad de juegos literarios que propones a través de los temas que soportan la poética. ¿Buscas hacer delirar al lector?
Hay una cosa que nunca cambiará en mis novelas: el problema de la ambigüedad; es un problema cervantino. ¿Qué es real y qué no lo es? ¿Qué es el Bien y qué es el Mal? En esta novela el lector debe decidir muchas cosas. Pero no busco el delirio del lector, busco su decisión. Y en esta novela, busco su decisión casi moral. Una elección moral. La novela es muy fácil de seguir a la hora de leerla, pese a sus cambios de voces. De lo que me he dado cuenta es de que, en realidad, casi he construido un thriller sobre el sexo. De hecho, no se resuelve la trama hasta la escena final.
Hablemos ahora de aspectos concretos de El luminoso regalo. El ramillete de personajes femeninos que comparte, perfora o atraviesa, la vida del protagonista, Víctor Dilan, es tan divertido como inquietante. Algo sorprendente es el tratamiento masculinizado del mismo, especialmente, en el ejercicio del sexo. ¿Es algo que potenciaste, masculinizar las existencias y experiencias de los personajes femeninos?
La novela está llena de escenas de sexo explícito. Busqué la exposición abierta de la intimidad del erotismo. Busqué derribar ese ámbito secularmente secreto de lo que ocurre en las camas. Hay un predominio de la visión masculina del sexo, porque el protagonista de la historia es un hombre, pero no creo que a la literatura le debamos exigir una política de cuotas. En la película Shame (2011), dirigida por Steve McQueen, el punto de vista estaba completamente masculinizado, eso pasa también en mi novela. De hecho creo que mi novela se parece mucho a esa película. Y se parece precisamente en eso: el predominio del punto de vista masculino. Pero es una masculinidad rota, caída, angustiada, vacía. En ese sentido, es una masculinidad soportable: mueve a compasión.
Y en relación con esto, la novela está condicionada por la mirada de género, es decir, la historia y sus circunstancias son unas u otras en función del género de quien recibe el texto. ¿No te produce cierto vértigo este planteamiento?
Sí, no sé cómo va a ser recibida la novela. Es una novela de riesgo. Pero mi literatura siempre ha sido así. Espero que el lector sepa darse cuenta de que se trata de una obra de ficción. Reivindico la ficción, la fantasía. Y la ficción no tiene límites. No es una obra políticamente correcta, eso ya lo sabemos. Pero sí es una obra de ficción pura. La ficción es muy poderosa. Hablamos mucho de ella, de la ficción, pero no sabemos muy bien de lo que es capaz. Jugamos con fuego.
Hace cierto tiempo te hice una entrevista con motivo de la publicación de Los inmortales; en ella, te preguntaba si eras el Berlanga de la narrativa actual por ese empleo tan personal y eficaz del humor. Con El luminoso regalo,… ¿eres el Almodóvar de la escena literaria nacional?
No, no lo creo. No me importaría serlo. Creo que nos distancian muchas cosas. De entrada, Almodóvar no ha tratado nunca de una forma radical ni moral el problema del Mal en el sexo, aunque se acercó a estos planteamientos en La piel que habito. Pero cuidado, yo soy un fan de Almodóvar; creo que es un genio universal del cine contemporáneo. Sin embargo, me siento mucho más cerca de Lars von Trier. La novela se abre con una cita de Anticristo de Lars von Trier.
Pasemos ahora a analizar algunos de los elementos que conforman la poética del libro. A pesar de los episodios de pelaje humorístico, El luminoso regalo deja cierto regusto amargo. En ella, ¿hay más de soledad o incomunicación?
Hay mucha soledad. Todos los personajes padecen una soledad maligna. El luminoso regalo es una novela terrorífica en ese sentido. Para mí es una novela de terror. No la releo. Me da miedo. Ojala la hubiera escrito otro. Cumbres borrascosas también es una novela de terror. Las grandes novelas son todas novelas de terror. Madame Bovary es una novela de terror. Es gracioso: ahora me encantan las novelas del siglo XIX. Todo el XIX es soledad.
La identidad vuelve a irrumpir como un tema trascendente y central. Cada personaje se busca a través de su huella o presencia en otro. ¿Es El luminoso regalo el título donde lo moral tiene más peso?
Todos codician cuerpos, en eso se basa el erotismo de esta novela: en la codicia de los cuerpos de los demás. Eso genera problemas morales irresolubles. Estoy pensando en el problema de lo que Javier Marías llamó en una de sus novelas la “cofornicación”, es decir, la rivalidad que nace entre hombres y mujeres cuando conocen que su pareja actual tiene un pasado sexual que está allí, aunque se le oculte. Me interesaba la comparación de los coitos. Todo el mundo compara, pero nadie se atreve a confesarlo. El mundo de la comparación sexual da mucho de sí desde un punto de vista narrativo. El tamaño de los pechos, el tamaño de la verga, la forma de un culo, todo está en proceso de comparación. El erotismo daña. El amor cauteriza.
En diferentes momentos del título aparece la expresión «impunidad moral». ¿Reflejo de un tiempo u obsesión narrativa?
El erotismo siempre plantea dilemas morales y se basa en la transgresión o en la represión. La gente se reprime por amor, o por lo que sea. La transgresión, por otro lado, puede ser destructiva. La impunidad moral es imposible. La promiscuidad es otro de los temas de la novela.
La sociedad está cada vez más asexualizada por el ritmo de trabajo que se impone –una de las herramientas de control del capitalismo es el sexo- y por la normalización del sexo. Y tú, precisamente ahora, decides regalar un título que derrama sexualidad, un apabullante y excesivo ejercicio sexual desde la ficción. ¿Por qué?
Ya dijo Bataille que el mundo del trabajo es el antídoto del erotismo. Efectivamente, no nos pasamos el día follando porque tenemos que trabajar. En eso se basa la civilización. Ese es el tema de la novela, en realidad: el regreso al origen, al momento previo al trabajo y a la civilización. La represión del erotismo ha forjado la civilización y el orden. No desdeño, ni la novela lo hace, la posibilidad de enorme felicidad que hay en el matrimonio o en la pareja de concepción occidental. De hecho, la novela contiene muchas digresiones sobre el matrimonio, algunas muy originales, como cuando se dice que la historia de la novela europea es, en realidad, una historia de los avatares del matrimonio. Incluyo en la idea del matrimonio las nuevas formas de convivencia. Las nuevas parejas, aunque no se casen, llevan vida conyugal. En ese sentido, si la gente cree que por no pasar por un juzgado o por una iglesia está cambiando algo, lo lleva claro. La vida conyugal es un imaginario occidental que está por encima de los nombres. Hablo de eso en la novela. La vida conyugal, sea con papeles o sin papeles, es uno de los grandes cimientos morales del capitalismo. Pero se desvanecerá. La vida conyugal tiene los días contados. En el futuro la fidelidad será como ahora la ablación del clítoris: pura barbarie. Pero el Amor prevalecerá. Se hallará la fórmula: es una cuestión cultural. Prevalecerá el Amor, pero no la fidelidad.
En materia formal, si contrastamos la prosa que manejas en El luminoso regalo con las de tus anteriores novelas, ésta se presenta más medida, mejor regulada. Asunto que choca con ese exceso de lo argumental. ¿Buscaste equilibrar o es ésta la mejor forma de articular el entramado poético?
Me apetecía escribir una historia más convencional, ceñirme más a un modelo decimonónico de novela. Ha sido más una apetencia literaria. Pensé en Emily Brontë, en Cumbres borrascosas, una novela que me obsesiona. Mi vida está hecha de obsesiones cambiantes. Hace unos años me obsesionaba Kafka. Mi volubilidad es digna de análisis terapéutico.
Otro gran tema a destacar es el empleo de la perspectiva narrativa; cambias de foco, de punto de vista. ¿Por qué te inclinas por esta modalidad narrativa y qué te exigió durante el proceso de producción?
Me pareció excitante y enigmático cambiar de punto de vista constantemente, quería ver todas las posibilidades de la realidad; de ahí que se alternen la primera, la segunda y la tercera persona narrativas. Es la parte más literaria de la novela, la parte que contiene un desafío epistemológico. Es un tiovivo narrativo. Allí sí hay divertimento y ganas de jugar.
En uno de esos futuros que te gusta construir, fabular, ¿qué esperas sumar o aportar con El luminoso regalo?
Mi literatura está obsesionada con la prospección del futuro. Tal vez porque piense que no existe la realidad. Tal vez porque tenga una visión religiosa o atávica o erótica de las cosas, y por tanto el significado final de nuestras vidas solo cabe entenderlo como un acto que se resolverá necesariamente en el futuro. Pero en el futuro lo único que ocurre es que nos morimos.
¿Y qué te ha aportado la escritura de esta novela?
Moralmente, perplejidad. Literariamente, no lo sé aún bien del todo. Sí sé que todo ha cambiado en mi literatura; que ya no me interesan cosas que antes me mataban de pasión. He cambiado. Me he reinventado. Ya no sale Vilas por ningún sitio: Vilas ha muerto. Todo lo que viene a continuación de la muerte de Vilas es ficción pura.
Para Manuel Vilas, la ficción ¿sigue siendo la mejor arma para incendiar el presente?
Creo que la ficción me salva la vida. Gracias a la ficción pura (ya no me interesa para nada el autobiografismo, no me interesa nada que tenga que ver con discursos del yo, ya he dicho que he cambiado) puedo vivir mejor. La ficción pura es la droga más grande que existe para un escritor. Es la creación desde la nada, así entiendo yo la ficción pura. Y sí, con la ficción pura puedes dinamitar el mundo sin ensuciarte las manos.
Fotografía de Columna Villarroya
Cristina Consuegra se define como escritora, crítica y agitadora cultural. Es miembro del consejo editorial de la revista universitaria de cultura de la Universidad de Málaga. Colabora con medios digitales e impresos. Sus cuentos y poemas han aparecido en diversas antologías.
Narrador y poeta aragonés. Antes de El luminoso regalo ha publicado novelas como Los inmortales (Alfaguara), España (Punto de lectura) o Aire Nuestro (Alfaguara) y poemarios como Gran Vilas (Visor) o Amor, poesía reunida (Visor). Es uno de nuestros escritores más visionarios y atrevidos.
Sobre Cristina Consuegra:
Se define como escritora, crítica y agitadora cultural. Es miembro del consejo editorial de la revista universitaria de cultura de la Universidad de Málaga. Colabora con medios digitales e impresos. Sus cuentos y poemas han aparecido en diversas antologías.
Hola compañera agitadora cultural, un placer leer vuestra excelente entrevista,
cordialmente, Josefa Prada
Gracias, Josefa. Mérito de Vilas, siempre da juego.