Entrevista a Lawrence Norfolk
Por Jacinta Cremades
Una vida que empezó en plena aventura. Con apenas un año, Lawrence Norfolk (Londres, 1963) se traslada con sus padres a Irak, hasta que en 1967, fueron evacuados de vuelta a su país.
Lawrence Norfolk viene día y medio a promocionar su última novela a España. Traducida a veinticinco idiomas, ¡tiene países a los que viajar! Viene de la India, de Australia. Llevaba 12 años sin publicar una novela. Su primera obra, El diccionario Lemprière (1991) data de su época de estudiante de Literatura inglesa y americana, en el Kings College de Londres. Tuvo un éxito inmediato. Luego vinieron El rinoceronte del Papa (1996) y En figura de jabalí (2001), todos ellos publicados en España. Norfolk ha ganado premios de gran prestigio como el Somerset Maugham y el Budapest Festival Price de literatura. En 1993, fue seleccionado entre los veinte mejores escritores británicos por la revista Granta.
Como sus novelas anteriores, El festín de John Saturnall, que ahora publica Galaxia Gutenberg, es una novela con una estructura narrativa sorprendente. Comparado con Eco, con Pynchon, la Historia, el pasado, es para Norfolk un elemento fundamental de sus obras.
En El festín de John Saturnall nos traslada a 1625. Con una fiesta en herencia que lleva generaciones y generaciones celebrándose. Una madre que todos toman por bruja al ser capaz de curar con ungüentos y un don para nombrar uno a uno los olores que percibe. Estas serán las circunstancias de John Sandall, personaje principal de la novela, que pasa los primeros años de su vida esquivando los tortazos de los demás niños del pueblo hasta que a la muerte de su madre, decide huir de ese lugar maldito. Al llegar a Buckland Manor, la mansión ancestral de William Freemantle, John debe trabajar en las cocinas con el encargo de convencer a Lucrecia, la hija de Sir William, de comer. Entre los dos jóvenes nace un amor que ni siquiera la Guerra Civil que azota Inglaterra, conseguirá destruir.
La primera pregunta es la más evidente, ¿qué ha hecho durante estos últimos doce años?
Pues no he parado, aunque no todos mis proyectos han llegado a término. Uno de mis amigos, el director de cine Philip Haas me propuso escribir un guión para una adaptación de la Ilíada en la que supuestamente iba a participar Brad Pitt. Fue hace muchos años. Con un presupuesto bajo, eso sí. Le pregunté entonces que cómo íbamos a hacer Troya, y me dijo que no podíamos pagar a Troya. Y los carros, tampoco, me contestó. Escribí entonces un guión, sin Troya ni carros y, durante dos años, estuvimos intentando realizar la película pero sin éxito. Fue una experiencia muy divertida, pero que fracasó.
También estuve trabajando en una novela, durante ocho años. Eso sí que fue durísimo para mí. A pesar del inmenso trabajo y tiempo que había invertido en ella, me di cuenta de que esa novela no tenía ningún futuro. Tras un período de real sufrimiento, decidí empezar a escribir este libro sobre John Saturnall, una historia que llevaba ya un par de años rondando en mi cabeza. Correspondía a lo que quería escribir. Era más que un libro, el barco en el que me embarcaba de nuevo en la vida.
Y además de esta película, y de la novela, también tuvimos, con mi mujer, dos hijos.
¿El hecho de ser padre, tiene algo que ver con que su personaje sea un niño? ¿Le ha cambiado su forma de escribir?
La verdad es que sí. Te vuelves más sensible a la realidad de los niños. Cuando eres artista, vuelves a descubrir tu propia infancia viviendo cerca de ellos. Hay cosas que con los años te parecen sin ningún interés, como el lavarse los dientes todas las mañanas y que sin embargo para un niño es un trabajo durísimo. Todo cuenta. Todo es importante. Esas son las lecciones que uno vuelve a aprender. Pero el retrato de John en el libro no tiene nada que ver con ninguno de mis niños, sino conmigo. Es mi vida y no la de ellos.
Usted que colabora asiduamente en revistas y periódicos ingleses y americanos, ¿le parece difícil compaginar el periodismo con la escritura de ficción?
Ahora ya escribo mucho menos para revistas. Antes trabajaba asiduamente para el TLS (Times Literary Supplement), estaba escribiendo mi tesis doctoral y me ganaba la vida de camarero, o trabajando en restaurantes. Escribía mis libros en los espacios libres durante el día. La verdad es que he sabido siempre compaginar varias actividades a la vez sin grandes dificultades.
¿Trabaja desde casa?
Sí, ahora tengo la suerte de tener mi propio estudio para trabajar en el ático de la casa. Allí tengo mis libros y una mesa espantosa que he diseñado yo mismo. Con unas dimensiones malísimas, es enana. Un desastre de mesa. También tengo un sofá que me sirve de mesa ya que lo tengo con varias pilas de papeles, y mi guitarra al fondo.
La cocina es un elemento importante en sus novelas. ¿Es autobiográfico?
Yo no soy un gran cocinero. Puedo hacer un suflé de chocolate pero no soy como John Saturnall. En la novela, él empieza cocinando de forma muy barroca y deja caer esa enorme montaña de ingredientes, por culpa de la Guerra Civil. Entonces debe empezar a cocinar de forma simple. No me pregunté realmente la razón por la cual yo mismo estaba tan interesado sobre la búsqueda de esa simplicidad a la que llega el personaje, hasta un tiempo después de haber publicar el libro. Me di cuenta entonces que era yo mismo a quien estaba describiendo. El libro es completamente autobiográfico porque era lo que yo acababa de hacer: había escrito una primera novela complicadísima, barroca en todos los sentidos, que me condujo al fracaso más absoluto en el que pensé haberlo perdido todo. Hasta que salí de ese bache y empecé de nuevo a escribir con mucha mas simplicidad y sobre lo que realmente importaba, que alguien leyera tu libro. La intelectualidad de un libro es importante pero quizá no esencial. Por eso, es autobiográfico en los elementos del libro. Nada que ver con la cocina.
Hoy en día que por ejemplo Ferrán Adriá sale en los suplementos culturales, ¿piensa usted que la cocina puede ser considerado un arte más?
Considero que la cocina es un arte, pero hay buen arte y mal arte y lo mismo ocurre con la cocina. La cocina moderna, en ciertos aspectos, es para mí completamente decadente. Nadie come así. Que uno trabaje durante meses para poder pagarse uno de estos restaurantes en los que come durante diez horas, no tiene nada que ver con la comida. El comer es tu desayuno, por ejemplo. Lo otro es participar en un peculiar capitalismo. Si pagas mucho dinero, puedes estar en ese restaurante. No tiene nada que ver con la comida.
Lo mismo ocurre en el mundo del arte …
En efecto. ¿Ha visto la película de Some Kind of Monster (2004), el documental sobre el grupo Metallica de heavy metal? Es una de mis bandas de música favoritas por otro lado, pues en esta película, Lars Ulrich vende su colección de arte. Es una de las escenas más impresionantes que he visto, dice adiós a los cuadros, brindando con ellos con una copa de champagne, no porque le gusten sus cuadros sino porque le cuesta separarse de ellos. Tiene a todos los grandes nombres, Picasso, Basquiat, etc, pero los cuadros que tiene son cuadros malísimos. El valor es altísimo porque hay en el mundo suficientes idiotas para comprar arte malo, aunque lo hayan hecho grandes artistas. Si hay bastantes idiotas, esto se convierte en norma. No importa si es un buen Basquiat o malo, hay suficientes idiotas por el mundo deseando comprarlo. Pues lo mismo pasa con la comida.
Al leer su novela sobre las aventuras de un niño me he recordado a libros como el Hobbit. ¿Ha pensado que El festín de John Saturnall podría tener también muchos lectores adolescentes?
¡No es que “podría” sino que ya ha empezado a tenerlos! Aunque fue una sorpresa para mí. Acaba de salir el libro en Inglaterra pero una de las primeras cosas que hice fue dárselo a mi vecino que tiene mi misma edad. Y el otro día, salió su hija y me dijo: “a mi padre le da vergüenza no haber terminado tu libro todavía” y yo le contesté, “pues claro que no, si es un abogado, ¡no se ha terminado nunca un libro!”. Y me contestó: “pero yo sí. En tres días”. Me quedé impresionado la verdad. Otro día, viendo las críticas en uno de estos portales de internet vi una que estaba firmada por un niño de 12 años.
¿Ha pensado en escribir algún libro para niños?
Mis hijos me dicen que debería escribir un libro para ellos y yo les digo que lo que deberían hacer es ordenar su ropa y sus zapatos.
Háblenos del papel de la Religión castradora en su novela. Usted pone de manifiesto en la novela que, en el siglo XVII, la iglesia puritana iba en contra de la cocina elaborada y del amor.
Hay una división en el Cristianismo a partir de San Agustín. Él es el que asegura que si las mujeres tienen dolor al parir es por culpa del pecado original. La razón por la cual el hombre debe trabajar es porque en su momento fue expulsado del Jardín del Edén. Es una idea que condena al ser humano a través de esos escritos morales. No es toda la religión sino una particular forma de entender la religión la que critico. En el siglo XVII, el Protestantismo en Inglaterra se volvió puritano. Solo estoy en contra de esas formas de pensar que quisieron, que quieren, controlar al ser humano. La promesa de San Agustín era “vive una vida virtuosa, y te ganarás el cielo”. La noción de futuro es la que a mí más me sorprende. Yo creo que el cielo está aquí. Deja de matar. Come bien y no basura, para vivir una vida larga y sana. En el siglo XVII esa forma puritana y controladora de pensar se llamó religión. Hoy en día capitalismo.
Sus novelas tiene todas una base histórica importante. ¿Piensa usted que la historia del pasado nos sirve para entender el presente?
Hay muchas novelas históricas en las que la historia es simple decoración. Hay una visión contradictoria fascinante sobre la historia. Por un lado se piensa que es igual que el momento actual. Y, por otro, que no tiene nada que ver con hoy en día. Siempre creemos que los normales somos nosotros. Sin embargo, el pasado siempre nos desafía en lo contrario. Ellos eran normales en su época y, sin embargo, no tienen nada que ver con nosotros. Cuando escribo sobre la historia busco estos dos caminos. Por qué es igual que ahora y, en otras palabras, en qué es tan diferente al ahora hasta resultarme incómodo.
En El festín de John Saturnall, se relata un tiempo en el que la gente tomaba sus decisiones a partir de sus emociones. Me fue difícil escribir sobre estos personajes sin que pareciesen dramáticos, histéricos, más allá de lo normal. Por otro lado, los puritanos eran sinceros, creían en sus actos, no eran monstruos, y eso fue aún más difícil para mí, el incluir la parte psicológica de personas con esa ideología.
Doctora en Humanidades y Literatura Comparada por las Universidades de la Sorbona y Carlos III. Profesora en esta última y autora de una importante labor crítica y editorial en español y francés. Colabora con asiduidad con el suplemento El Cultural.
Nacido en Londres en 1963 es un novelista británico. Estudió en el Kings College de Londres hasta 1986. Tras esto ejerció como profesor y escritor para diferentes diarios y revistas, entre los que se cuentan el suplemento literario del Times. Ha publicado cuatro novelas, la última de las cuales es El festín de John Saturnall (Galaxia Gutenberg).
Sobre Jacinta Cremades:
Doctora en Humanidades y Literatura Comparada por las Universidades de la Sorbona y Carlos III. Profesora en esta última y autora de una importante labor crítica y editorial en español y francés. Colabora con asiduidad con el suplemento El Cultural.
es una literatura que captura y deja que la imaginación nos lleve al lugar de los hechos me gusta