Entrevista a José María Guelbenzu
Por Benito Garrido
En su última novela, Mentiras aceptadas (Editorial Siruela, 2013), el escritor madrileño José María Guelbenzu traslada al lector hasta el 2005 previo al declive acarreado con la crisis, para hacer un retrato mordaz y lúcido de la sociedad del momento. Durante ese año, el ciudadano vive todavía llevado en volandas por una cultura de bienestar y derroche donde todo parece haberse convertido en mentira aceptada, y donde la realidad diaria llega a disfrazarse en muchas ocasiones de indolencia. Enclavados sobre ese fondo de comodidad y dispendio, y alejados de cualquier resquicio natural a la solidaridad, se pasean unos personajes de entre los que destaca el protagonista, Gabriel, un guionista de televisión preocupado por la educación y futuro de su hijo, así como por la incertidumbre con que ciertos acontecimientos amenazan su hasta ahora estabilidad económica y laboral.
¿Cuáles son las mentiras aceptadas a las que aludes y que todos aceptan sin querer ver? ¿Son esas mentiras precisamente las peores?
Las mentiras aceptadas en este caso son aquellas que disfrazan la realidad de las cosas, y le dan una apariencia que no crea problemas a las personas, que les permite seguir viviendo sin preocuparse del fondo de lo que está sucediendo, tanto en sus vidas como en el entorno. Durante esta época de riqueza que hemos pasado la gente no se ha cuestionado nada, había desaparecido incluso la solidaridad (al revés que ahora, que tenemos menos dinero pero somos más solidarios). Llega un momento en la vida que como te va bien y estás a gusto, no te preguntas nada, entonces la realidad se convierte en tu conveniencia. Y eso precisamente es lo que aceptas. El confort de la situación te quita hasta los problemas de conciencia y te acolcha tanto la curiosidad como la capacidad de autocrítica.
La trama se desarrolla en el año 2005, momento en que empieza a vislumbrarse la crisis, pero todavía no se ha hecho evidente. ¿Todo el mundo quería sacar provecho de las vacas gordas?
En ese año está latente por debajo toda la pudrición, pero por encima no se ve nada. Luego, poco a poco, la parte de abajo se irá colando por los intersticios hasta que se produzca el derrumbamiento, hasta que un fenómeno externo puntual, como Lehman Brothers, empieza a resquebrajar el edificio y ya cae todo como las fichas de dominó. Pero en 2005 todavía estamos en el paraíso. Sin embargo, en ese momento el protagonista comienza a plantearse cuestiones, no porque su situación sea mala, ni porque esté preocupado por el momento histórico, sino por una razón mucho más vital: su hijo entra en la adolescencia y empieza a preocuparle el futuro que le deparará cuando tenga que valerse por sí mismo.
La cultura del pelotazo fue aprovechada sobre todo por aquellos que tenían acceso a cierto poder político, social, económico… ¿Corrupción y poder van de la mano?
No. El poder, como los mercados, no se autorregula jamás. El mercado devora. Cuando se amplió todo aquel suelo urbanizable en la época Aznar, se pensó que los precios bajarían, pero fue todo lo contrario. La idea que tienen los liberales de que el mercado se autorregula es mentira, o lo regulas, o simplemente te devora. Aquí se ha dejado barra libre para todo el mundo, no se ha regulado nada. Y claro, pasa lo que pasa, que todos se excedieron.
En un país como EEUU que tiene un concepto de la nación muy alto, cosa que aquí no se tiene (aquí se tiene de la patria, pero no de la nación, de lo más emocional, no de lo más constructivo)… Pues bien, allí todo el mundo está acostumbrado a hacerse su propia vida, a ser responsable de sí mismo, y no de ningún paternalismo estatal; en ese caso concreto la ley de la oferta y la demanda puede que tenga mayor juego. Pero en un país tan paternalista como el nuestro, esa ley es más bien para aprovechados no para responsables.
¿Tenemos lo que nos merecemos o lo que nos han obligado a tragar?
Mientras nosotros sigamos teniendo decisión sobre algo, y ahora votando la tenemos, entonces tenemos lo que nos merecemos. Este es un país con bastante falta de cultura política. A mí me parece totalmente incomprensible que en un país que ha vivido, tanto con los socialistas como con la derecha determinadas mayorías absolutas con unos tíos que se la tomaban como poder total, y ahora con el agravante de la crisis, le vuelvan a dar la mayoría absoluta a un partido político… Inconcebible… Falta de cultura política total: es como si se dijera, pues ahora que no me quiere papá, me voy con mamá… la respuesta de gente muy poco formada a nivel político. Por otro lado, el poder ha sido aquí algo de lo que chupar, no sobre lo que construir.
Aquello de que el trabajo dignifica… ¿es otra mentira aceptada?
No es precisamente una mentira aceptada, es algo no aceptado. Lo que es una mentira aceptada es que el trabajo es un castigo. Esa es la mentira aceptada de este país, y además es general, pertenece a la idiosincrasia del país. El trabajo no es un factor de realización o de motivación personal… No… El trabajo es un castigo. Cual es la ilusión entonces de cualquier español, pues que le toque la lotería para no dar golpe… no hablo de que me toque la lotería para montar una empresa, o incluso para viajar por el mundo, no… hablo de que me toque para no dar golpe.
Perfecto Alumbre uno de tus personajes, que como otros, tiene un nombre y un perfil peculiar, alejado quizá de cualquier empatía con el lector. ¿Algo buscado?
Para los personajes he buscado nombres que choquen al lector, que le saquen un poco de la novela y le den la distancia adecuada, que se dé cuenta que está leyendo una novela y no viviendo su vida (no busco identificaciones). Convencer al lector ingenuo es muy fácil: a base de sentimentalismo. Todos los que leen por ejemplo a Almudena Grandes buscan la emoción, la sentimentalidad… es como si la autora se planteara apelar a esos factores a través del ‘chicas os voy a contar vuestra vida’. El autor de fuste no busca eso, sino hacer pensar, hacer reflexionar sobre el sentido de las cosas. Lo anterior es más compañerismo (voy a contar una historia como la tuya) que arte o ambición artística.
Una ficción toma elementos de la realidad como si se tratase de un segundo lenguaje, para a partir de las palabras poder contar, pero la realidad es inmediata, y ante ella la gente mira y trata de entenderla. Eso es lo que yo busco que el lector haga con mi novela.
Tratas también el tema del periodista ambicioso y poderoso. ¿Cómo y por qué se ha ido degradando el oficio?
Porque ese periodista ha querido ser protagonista en lugar de cronista. Ha tratado de mandar él, de ser de verdad un cuarto poder. Ejemplo: Pedro J., tratando de inventarse el 11-M y sosteniéndolo como lo sostiene, tiene un problema… que le viene del Watergate y que le ha vuelto un poco loco… y es que él quiere echar presidentes, quiero ser un poder en la sombra. Este es el ejemplo que vale tanto para él como para el tertuliano de Intereconomía… se han ido creciendo, no hay más que oírlos hablar para ver quienes intentan analizar la realidad y quienes tratan de aplastar…
Además, yo creo que el ciudadano de a pie ya empieza a estar un poco harto de todas estas tertulias en las que las gentes, en lugar de dialogar, se gritan y se pisan, que no es lo mismo. Y a ese ciudadano, quizá a corto plazo lo puedes engañar, pero a medio no lo engañas tan fácilmente.
Agitador y periodista cultural, ha colaborado en diversos medios como Culturamas, Forbes, Selección Literaria o NumeroCero. También es analista editorial y economista. Aunque lo que de verdad le gusta es leer y pasear los días de lluvia.
Nació en Madrid en 1944. Ha estado vinculado desde siempre al mundo de la cultura, dirigió las editoriales Taurus y Alfaguara. Entre sus novelas destacan El Mercurio, La noche en casa, El río de la luna, El esperado, El sentimiento, Un peso en el mundo y Esta pared de hielo. Ha obtenido el Premio de la Crítica, el Internacional de novela Plaza & Janés y el premio Fundación Sánchez Ruipérez de periodismo.
Sobre Benito Garrido:
Agitador y periodista cultural, ha colaborado en diversos medios como Culturamas, Forbes, Selección Literaria o NumeroCero. También es analista editorial y economista. Aunque lo que de verdad le gusta es leer y pasear los días de lluvia.
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