Limbo
Por Javier Moreno
Limbo, Agustín Fernández Mallo. Alfaguara. Madrid, 2014. 224 pgs. 17,50 €.
Agustín Fernández Mallo regresa con Limbo al género novelístico tras la trilogía Nocilla, recientemente reeditada en un solo volumen por Alfaguara. Agustín Fernández Mallo es uno de esos (pocos) autores cuyo nombre basta para posicionar al lector frente a su obra. A favor o en contra. Revolucionario de las letras o bluff novelístico. Hay gente que tolera mal las revoluciones literarias. Una cosa son los dispositivos electrónicos o la cocina de vanguardia y otra muy diferente la literatura. La literatura no dará dinero pero es una cosa muy seria. Se juega uno el prestigio, esa cosa simbólica que solo se concede a unos pocos elegidos; y salir en los libros de texto, claro. Siempre he sido de la opinión de que la obra de Fernández Mallo constituyó en su momento una absoluta novedad en el panorama literario español, y no porque no hubiese autores trabajando más o menos en las mismas coordenadas poéticas y conceptuales sino porque él llegó primero, ayudado por la floración de incipientes (aunque sólidos) sellos editoriales. Digamos que dio forma a una serie de anhelos que rondaban el imaginario de algunos autores y (como se vería más tarde) de un buen número de lectores que vivían sin saberlo una cierta orfandad literaria.
La estructura narrativa de Limbo sigue el esquema al uso de relatos provistos de vasos comunicantes. Estos vasos no son tanto personajes, aunque existan referencias cruzadas a ellos dentro de los relatos, como anécdotas, imágenes que hacen las veces de leitmotiv y estribillo, no musical sino poético. La trama, tal y como suele entenderse este término, es leve y se dispara en múltiples direcciones sin que, y ahí creo que reside el principal mérito del autor, pueda hablarse propiamente de deriva o de mero automatismo literario. En realidad tanto los personajes como los acontecimientos que se suceden en Limbo habitan un universo con sus propias leyes, leyes no tanto lógicas sino analógicas. El Limbo de Agustín es un universo poblado por seres cuya relación no se cifra tanto en lo metonímico y en la sucesión temporal como en lo metafórico.
Una chica que sufre un extraño secuestro motivado por su obsesivo interés en una fábrica de despiece y procesado del cerdo, un escritor y una joven mejicana que se conocen y acaban viviendo en la casa donde tuvo lugar el secuestro, una pareja de músicos que se encierran en un caserón francés a grabar su disco… Estos son algunos de los personajes de esta novela que sirven al autor para reflexionar acerca de cuestiones como la originalidad en el arte (hilarante es la disquisición acerca de un festival de Benicassim chino cuyos artistas imitarían a los músicos del festival real, e inquietante el hallazgo de un disco de The Magnetic Fields –Distortion– que incluye una canción desparecida del resto de copias conocidas) o sobre la manera de entender la música. La música, en efecto, es un contenido importante de Limbo hasta el punto de que podríamos decir que acaba constituyéndose casi en la verdadera protagonista de la novela. A propósito podríamos mencionar El Sonido del Fin, uno de esos estribillos narrativos que se repiten a lo largo de la obra, un infraleve acústico semióticamente ambiguo que marca el destino (como héroes que persiguiesen una extraña quimera, a medio camino entre lo real y lo mitológico) de varios de los personajes de la obra.
La impresión que subyace tras la lectura de este libro es que el autor, lejos de haber sido engullido por el éxito de la saga precedente, ha sabido reinventarse para ofrecer a los lectores un libro que conserva la frescura y la potencia de aquella primera Nocilla Dream. Creo que ya lo he dicho en algún otro lugar, pero lo vuelvo a repetir. En cierta ocasión le preguntaron a Riemann por el juicio que le merecía la polémica obra de otro gran matemático de su tiempo, George Cantor. Riemann respondió categóricamente que no estaba dispuesto a abandonar el paraíso que había abierto ante sí el universo de los números transfinitos elaborado por Cantor. Digo otro tanto ante la obra de Agustín Fernández Mallo. En ese sentido, este Limbo sigue siendo parte del paraíso.
Sobre Javier Moreno:
Uno de los narradores y poetas más valientes y con mayor calidad de página de nuestra literatura. Es capaz de tocar todos los géneros, desde la distopía a la autobiografía fragmentada.Sus dos últimas obras son el poemario Cadena de bísquedas (El Desvelo) y la novela 2020 (Lengua de Trapo).
Un interesante esbozo que invita a leer “Limbo” de Fernández Mallo. Un libro que por lo visto y según dicen merece la pena ser leído. Ojalá tenga tiempo para leerlo algún día.