Entrevista a Brianda Fitz-James Stuart, la lectora de cuentos
Por Marina Sanmartín
Existen las cosas bonitas que podemos ver cuando queremos y las que aparecen y desaparecen en un abrir y cerrar de ojos; cuya fugacidad refuerza su atractivo y les confiere un estatus casi mágico. Cuando era pequeña y tenía miedo del sueño, porque pensaba que podía no volverme a despertar, mi tía me contaba siempre el mismo cuento: la historia de Brigadoon, un pueblecito perdido en medio del bosque, cuyos habitantes sólo permanecían despiertos un día de cada cien años. Además, para reforzar el interés del relato, mi tía sexagenaria añadió al pueblecito un ingrediente de su propia cosecha, que no se les había ocurrido a Lerner y Loewe, autores del musical de Hollywood: el pueblecito, con sus habitantes dormidos, cambiaba de lugar, de manera que mantenerlo localizado resultaba imposible. Nadie podía saber dónde resurgiría pasado un siglo.
Brigadoon era una historia de amor entre Gene Kelly y Cyd Charisse, pero yo aún no había cumplido los diez y el drama sentimental todavía no había hecho acto de presencia en mi vida minúscula. Lo que de verdad me fascinaba era la idea de aquel lugar intermitente, tan difícil de encontrar… me fascinaba tanto que me ha acompañado hasta hoy, concretamente hasta la tarde de finales de febrero en la que me pierdo por Malasaña para acudir al encuentro de la diseñadora Brianda Fitz-James Stuart.
Brianda me abre la puerta de su casa, un tercero sin ascensor en un edificio rehabilitado, que tiene pintadas de un verde pálido las paredes de la escalera, con su media melena pelirroja, unos vaqueros grises y una camiseta de manga corta. Son las siete y media. Mientras nos saludamos por primera vez, tengo la sensación de conocerla ya; y un montón de preguntas bullen en mi desordenadísimo discurso mental; las que llevaba preparadas y las que surgen al visualizar un salón agradable, con mucha madera y suelo de cerámica, en el que se integra una cocina con una nevera amarilla, de la que acaban saliendo un par de cervezas bien frías. La sala tiene forma de L y no es difícil darse cuenta de que es a la vez hogar y zona de trabajo. Sobre la mesa de comedor, hay un Mac encendido y, justo detrás, un burro con varios vestidos pertenecientes a la colección You Rock!, con la que, el jueves 14 de marzo, se inaugura la firma Planet Palmer en una Pop Up Store que acogerá el Espaciovalverde, la galería de arte de su hermano Jacobo.
PLANET PALMER
Planet Palmer es uno de los motivos de esta entrevista; el proyecto de tres mujeres jóvenes y emprendedoras: la propia Brianda, Ana Rodríguez e Isabel Fernández de Castro. Brianda tiene 28 años y, si se presta atención a su trayectoria, la puesta en marcha de Planet Palmer se perfila como una consecuencia lógica de su incansable actividad: terminada su formación en el Instituto Europeo de Diseño, se trasladó a Nueva York para trabajar con el pintor Paul Balmer y estudiar en The Art Student League. Allí pudo dar rienda suelta a su pasión: “Nunca me imaginé que sería diseñadora. Lo que me ha gustado desde siempre es el dibujo; y la moda, a la que llegué siguiendo los pasos de una amiga, me permite dibujar”.
De regreso en Madrid, inició su fructífera colaboración con La Casita de Wendy; puso en órbita Bri anda dibujando, uno de los blogs de tendencias más visitados; y descubrió su facilidad para pinchar buena música porque, es un hecho, lo hace muy bien; incluso más allá del glamour de los locales de moda y las portadas de los suplementos, atraídos por la ola de chicas DJ que asola la capital.
Doy fe: lo primero que me llama la atención al prepararme para grabar nuestra conversación es la canción que está sonando y, al interesarme por ella, Brianda me cuenta que tiene puesto un recopilatorio que le encargó la clínica dental Smylife; un trabajo que no se queda en la selección musical, sino que incluye también el diseño de la carátula del CD, al que ha bautizado con un esperanzador número uno, confiando en que la colaboración se prolongue.
“Lo de DJ surgió de una manera casual, a través de mi amiga Miranda Makaroff. Desde que pinché con ella en el Nasti todo se empezó a desmadrar un poco”. Pero tiene claro cuál es su proyecto real, al que le está dedicando actualmente toda su energía. Sin decir que no a otras propuestas, como la colección de pañuelos para la firma Cucareliquia, con el inminente lanzamiento de Planet Palmerquiere hacer ver “que se puede apostar por una moda más sensible con la situación actual. Teníamos claro, por ejemplo, que queríamos producir en España. El taller está aquí al lado, en la calle Hortaleza… crear así puestos de trabajo y tener el control sobre la fábrica. Es posible que producir fuera resulte más barato, pero es más difícil estar pendiente de que las condiciones para los trabajadores son justas. Para rebajar los costes, hemos preferido prescindir por el momento de los intermediarios y vender a través de la web, www.planetpalmerproject.com, y las pop up stores” que, con su presencia fugaz, a mí me recuerdan a mi infancia marcada por Brigadoon.
“Hemos invertido prácticamente todo el capital en la calidad del producto”. You rock! Es una colección pequeña, quién sabe si esto revalorizará las prendas en un futuro, que no incluirá más de 200 piezas (5 unidades por modelo) y está inspirada en las geometrías minerales; patrones sencillos con una seña de identidad clara: los estampados únicos de Brianda. “Con mi propia colección quería hacer algo distinto, pero no puedo evitar ser fiel a mi tipo de dibujos. Generalmente me inspiro en la naturaleza, en los animales, que me vuelven loca”; y también en la magia.
De las paredes de su casa cuelga la serie Sociedades secretas, que bebe de símbolos egipcios y masones; y de otros nuevos, que Brianda se ha inventado y me cuenta. Hay algo en su trabajo de misterio, un mensaje en clave que no se puede ver, pero se intuye y atrae a quien se detiene un segundo a valorarlo con atención; una mezcla de simbolismo naif y huellas de Edad Media que se diluye en el ritmo frenético de la ciudad.
“Supongo que todos los clichés los cumplo”, responde a mi pregunta sobre si es consciente de lo atractivo que resulta su perfil para los medios; pero a mí me parece una chica tímida y, en contra de lo que ella misma me dice, nada común.
LA LECTORA DE CUENTOS
Se lía un cigarro y en el recopilatorio de la clínica dental le toca el turno a Bang bang, de Nancy Sinatra. Estamos a punto de despedirnos, pero antes hablamos de cine y de literatura. “Si me comparas con mi padre (el editor Jacobo Siruela) no soy muy lectora. Leo sobre todo en verano y me dejo aconsejar por él; cojo los libros que me encuentro por casa, de Atalanta o de Siruela… el último, los “Cuentos de hadas”, de George MacDonald, incluye un relato, “La princesa liviana”, que me encantó”.
Cuando lee cuentos, le entran ganas de ilustrarlos todos.
También las películas estimulan su imaginación. Me recomienda “La vida bohemia”, de Kaurismäki. Las historias de otros le sugieren imágenes para ampliar su mundo. Se divirtió con el “Django” de Tarantino y, durante la adolescencia, recorrió los clásicos del cómic. “From hell”, “Watchmen”, “Akira”… son los últimos nombres de una charla que termino con una idea clara: la certeza de la mirada diferente de Brianda.
Hemos hablado del miedo, de la fe en la gente creativa, con ganas de hacer cosas; y del panorama desolador que rodea la burbuja en la que, conscientemente, tenemos la suerte de poder refugiarnos, desde la que hay que luchar.
Sobre Marina Sanmartín:
Autora de La clave está en Turgueniev, recién publicada por Eutelequia, y del blog La fallera cósmica, convertido en libro por Baile del Sol. Es licenciada en periodismo y una narradora tan perspicaz como lírica, tan profunda como divertida.