Glaciares
Por Elvira Navarro
Alexis M. Smith. Alpha Decay, Barcelona, 2012. 152 páginas. 16 €. Traducción de Mercedes Cebrián.
“Todas estas cosas cuentan una historia, ¿pero es la suya? Siempre ha sido algo más que una elección estética, lo de aferrarse al pasado; es una especie de luto por las cosas que no perduran”: la declaración está escrita al final de Glaciares, la opera prima de Alexis M. Smith que motiva esta reseña. Parapetada tras una nostalgia alegre, la autora hace un recuento de su vida a través de los objetos. A un vestido vintage se le dedican más palabras que a la existencia errante de un padre. Smith parece decirnos que merece la pena ser pudorosa y que la propia vida no vale nada si no nos empleamos en velar por otros. Este pudor y esta entrega se desgranan con descripciones de, sobre todo, lo que llega agradablemente a los sentidos: un olor, un sonido, una caricia. A quienes no les gusta que los libros se detengan en cómo la miel cae sobre una rebanada de pan de centeno mejor que no se asomen a Glaciares, novela breve que se decanta por lo pequeño, por que el drama no parezca un drama y por que la tensión no descanse sobre la acción, sino sobre la evocación y el lenguaje. Casi sin que nos demos cuenta se nos narra una infancia en Alaska, el fracaso de una familia, un historial amoroso digno de no figurar en ningún sitio y la derrota cotidiana que supone la soledad para quien no la ha buscado.
La autora logra un equilibrio perfecto entre lo que los objetos cuentan y lo que ella nos quiere desvelar sin apartarnos del presente. No parece que esta poética, sencilla por no desviarse de la cotidianidad y sofisticada por dar lugar a un desplazamiento de las jerarquías temáticas, responda a otra cosa que a la visión de quien firma Glaciares. Sé que mi apreciación es arriesgada, porque supone identificar al narrador con el escritor. Sin embargo, los libros se parecen a sus autores, y cuando se escribe en consonancia con lo que se piensa la obra destila autenticidad. Creo que Glaciares se explica bien con esta metáfora: tal vez no nos guste entrar en las tiendas de ropa de segunda mano y nos parezca pesado que nuestra amiga nos obligue a esperar frente al probador; sin embargo, si somos generosos con su afición repararemos en cosas que no habíamos visto antes. Además, la traducción es de Mercedes Cebrián, lo que significa saborear el acierto de cada palabra.
Sobre Elvira Navarro:
Joven novelista, cuyas dos primeras novelas son La ciudad en invierno (Caballo de Troya, 2007), por la que fue reconocida como Nuevo Talento FNAC y La Ciudad Feliz (Mondadori, 2009), que mereció el Premio Jaén. Ha aparecido en la antología Granta de nuevos narradores en lengua española.