La decisión de Rosamunda
Por Áurea Moltó
La piedra de moler. Margaret Drabble. Traducción de Pilar Vázquez. Alba Editorial. Barcelona, 2013. 264 páginas, 19 €.
Durante todo 2013 he leído de forma interrumpida y a trompicones. Siempre me ha costado leer dos libros al mismo tiempo y soy de las que se resisten a abandonar una lectura, aunque me aburra o pase las páginas con el mismo gesto que hojeo el catálogo de La Tienda en Casa. No le encuentro ningún valor a mi método lector, simplemente es una rigidez que no puedo superar. Sin embargo, he pasado el año con el cabecero de la cama, la mesa del salón y el bolso ocupados por una sucesión de libros monotemáticos que me han hecho aparcar novelas a las que estaba verdaderamente enganchada (tardé más de tres meses en terminar La trama nupcial y me dispongo a retomar, un año después, Los pájaros amarillos). Este “desorden” se ha debido al atracón lector y aluvión de recomendaciones bibliográficas que suelen acompañar un embarazo.
Ahora que espero reordenar un tiempo de lectura que ha ido reduciéndose hasta casi desaparecer, encuentro que en el repaso literario de 2013 hay media docena de novelas y un sinnúmero de títulos sobre la lactancia, el parto y la crianza. En definitiva, reflexiones, experiencias y consejos sobre la maternidad desde un enfoque médico, antropológico, sociológico o –la mayoría– desde el género de la más básica autoayuda. Unos con fundamento científico, otros como testimonio personal, algunos con humor y la mayoría con algunas ideas rígidas o moralina en un sentido u otro. Nada de eso hay en el más sorprendente de los libros sobre la maternidad y la mujer que he leído durante lo que algunos siguen denominando con insoportable cursilería “la dulce espera”. Se trata de La piedra de moler, de la escritora británica Margaret Drabble. Como tantas veces sucede, la ficción puede ser una herramienta efectiva para explicar la realidad, y en este caso lo hace con más inteligencia y humor. La escritura de Drabble es todo estilo.
Esta novela de 1965, ambientada en el swinging London de esos años, cerró mi particular ciclo lector “gestante”. Después de leerlo, todos los demás libros me parecieron no solo aburridos, sino innecesarios. La confirmación llegó cuando al poco tiempo de terminarlo nació mi hija y no solo releí, sino que marqué frases enteras de La piedra de moler. No habría mejor reseña ni invitación a su lectura que una sucesión de citas. Pero entre ellas, escojo las palabras de Rosamunda, la protagonista y alter ego de Drabble, al final del relato: “el amor me había aislado con más efectividad que el miedo, el hábito o la indiferencia. Había una cosa en el mundo de la que estaba completamente segura, y esa cosa era Octavia. Había perdido el gusto por las cosas inciertas, las cosas medio sabidas. Vi que George no sabía nada con semejante certeza. Ni envidiaba ni me compadecía de su indiferencia, porque él era la persona que habría sido yo, de no haber sido por un accidente, por el destino, por la suerte, por mi condición de mujer”.
Me resisto a resumir la rocambolesca trama de La piedra de moler. Aunque la cuarta de cubierta del libro y las reseñas que he leído la desvelan, animo a los lectores a dejar que Rosamunda les vaya contando quién es y qué sucesión de decisiones vitales la llevaron hasta su hija Octavia.
Escrito en los años de la liberación sexual y los debates sobre el aborto en Europa, Drabble recoge con originalidad y claridad los grandes temas sobre los que aún hoy se fundamentan las discusiones en torno a la maternidad, la crianza y su encaje en la sociedad. Desde la polémica pecho/biberón (que Rosamunda despacha con un desternillante “aguanté seis semanas, esperando que se convirtiera en un placer, como decía la bibliografía más actualizada sobre el tema, o, al menos, que dejara de parecerme una lata”), hasta la inevitable soledad de la mujer que se hace madre y la búsqueda instintiva de una tribu que, ante el apartamiento de la familia, la protagonista logra formar con una amiga escritora de espíritu festivo y una cuidadora por horas.
Margaret Drabble, hermana de la escritora A. S. Byatt y con una extensa familia de intelectuales, no solo reflexiona sobre maternidad y la realización profesional de la mujer, sino sobre la sexualidad femenina y la forma en que el tiempo histórico y el contexto social condicionan todo ello. La historia de Rosamunda muestra las contradictorias expectativas de las que una mujer parece no poder desprenderse.
En una entrevista, Drabble contaba que escribió La piedra de moler embarazada de su tercer hijo y que lo hizo “…para liberarme de miedo, escribía para tener suerte, escribía para la esperanza…”. Si esos fueron sus objetivos, ha conseguido transmitirlos casi 50 años después. Por muchas razones, La piedra de moler es definitivamente mi mejor lectura del año. Otro acierto editorial de Alba en su colección Rara avis.
Sobre Áurea Moltó:
Licenciada en periodismo y subdirectora de la revista Política Exterior. Amante de la edición y de los árboles.