Leer en voz alta
Por Natalia Carrero
Dónde está mi tribu. Carolina del Olmo. Clave Intelectual, 2013. 15 €, 232 páginas.
Claro que me implico; no me queda otra. ¿Acaso no estoy escribiendo esto? Es la recomendación de un libro titulado ¿Dónde está mi tribu?, de Carolina del Olmo; de interés no solo para los que tengan molestias similares a la nuestra, que se llama Rita y pesó cuatro kilos al nacer hace dos meses, sino para un amplio sector de la población de esta parte del mundo. Es un manual de sociología doméstica, o de sociología de la intimidad; aceptemos por favor estas contradicciones aparentes.
Aunque fui yo quien tuvo que arreglárselas para ponerle el primer pañal (y se lo puse al revés), porque Laura no podía moverse debido a la cesárea, desde el primer momento me costó verla como hija, o verme a mí como quien de algún modo había convocado a esa cosa a la vida. Todo era muy marciano. Me parecía más objeto que ser vivo. Laura y yo discutimos bastante; inolvidables semanas. Hasta que me puse las pilas, y ahora estoy aquí.
Traigo un descubrimiento, una apertura al conocimiento, y todo gracias a Rita, nuestra hija. Es el libro de mi despertar como madre; qué más da si exagero.
A continuación, más detalles:
De noche irrumpen ruidos; enigmas complejos que llaman a ser resueltos sin demora, casi como si fueran cuestión de vida o muerte. Convinimos en que era preferible encender la lámpara de la mesilla que retiramos a falta de espacio debido al moisés, y que ahora está en la alfombra. Es un diseño famoso, tiene un ala de algodón que protege la bombilla de bajo consumo. Como en la oscuridad casi nunca encontramos el botón rojo que la enciende, acabamos por encender la del techo. En ese momento se me aparece fugazmente el rostro de algún Drácula consumiéndose con el primer rayo de sol y añoro aquellos tiempos de libertad, cuando veíamos todas las películas que nos daba la gana. Lo de las noches suele ocurrir dos veces; la primera entre las doce y las dos; la segunda, entre las tres y las cinco. No sé para qué miramos el reloj. Rita está en su derecho de reclamarnos cuidados. Compruebo a menudo que Laura lo hace tan bien que logra resolver el enigma a la primera. Aplaudiría, claro; mñsí aplaudo entre sueños. Qué bien lo haces Laura. ¿Cómo tienes ahora mismo los pechos? Ahora que parece que la cosa duerme tranquila, ¿por qué no me los acercas como solías, y bueno, ya sabes? Pero no digo nada. Estoy reprimido y no puedo preguntar. Quiero y me esfuerzo por ser civilizado y respetar al máximo el ritmo de la criatura y de la madre, y no solo de noche sino a todas horas, y llevo así desde el primer día de su vida.
Por suerte, la autora de ¿Dónde está mi tribu? tiene palabras liberadoras. Abro por cualquier página y leo “como si aceptar una relación de dependencia y filiación fuera lo mismo que caer en las redes de la opresión.”
Qué tranquilidad; tener un hijo, o hija, no significa quedar atrapados. Lo que sucede es que, como siempre, hay que comprender el contexto, que en este caso es el mundo donde vivimos, en todas sus facetas y sin limitaciones. Subrayé eso con el rotulador más llamativo de mi mente. Pero luego, debo reconocer, volví por inercia al individualismo que he mamado en esta sociedad. Como a la autora Carolina del Olmo, a mí tampoco me dieron el pecho, sino leche artificial. A diferencia de ella, que tiene una familia grande y predispuesta, la cual puede haber sido crucial en su constructiva concepción del sentido de comunidad, hace tiempo que Laura y yo perdimos el contacto con los nuestros. Sin saberlo, llevamos tiempo buscando nuestra tribu afín.
Ah, Laura me reclama otra vez. Que me levante. Obedezco, cómo no. La urgencia no ha terminado, de pronto ha habido un repunte. Aunque me puede la desorientación de la madrugada, o de mi estado resultante del sueño interrumpido, me esfuerzo por comprender. Vale, me toca levantarme y llegar hasta el baño, encontrar lo que Laura me pide; tercer cajón fondo detrás de una caja, o a lo mejor por ahí encima.
Intento hacerlo tan bien como ella, pero no existe consenso para lo que esta palabra, bien, significa en un contexto que en ocasiones como la presente parece un reino dominado por un bulto viviente que ni siquiera habla. Rita nos puede. Quizá por eso tantos nos aferramos a trucos o consejos escritos en libros que, pensémoslo, se autoproclaman “de autoayuda”. Claro; pues solo se ayudan a sí mismos, a sus autores o editoriales, yo qué sé, y son un timo que nos deja vacíos y temerosos. Todo lo contrario que ¿Dónde está mi tribu?
Lo he conseguido: he traído las pezoneras autoadherentes que me pedía. Mientras Laura da de mamar a Rita comentamos eso de los consejos y la opresión y el reinado de los bebés. Estoy despejado y no me importa la hora que sea. El libro de Carolina del Olmo nos está ayudando a poner nombres a cuestiones que ni siquiera sospechábamos que podían tenerlo. Estábamos alelados.
-¿Por qué no lees en voz alta, al menos un rato? –propone Laura-. Así Rita también se va enterando.
Sobre Natalia Carrero:
Nació en Barcelona. Ha publicado dos novelas en la editorial Caballo de Troya, la primera se titula Soy una caja (2008) -ha sido traducida al inglés- y la segunda Una habitación impropia (2011). En ambas demuestra un mundo propio, tan intimista como perturbador.