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Demasiado personal

Demasiado personal

Por Lara Moreno

Prohibido entrar sin pantalones, Juan Bonilla. Seix Barral. Barcelona, 2013. 384 páginas, 18,50 €

 

Cuando leí el primer párrafo de Prohibido entrar sin pantalones me puse nerviosa. “Maiakovski tenía dieciocho años, dieciséis dientes podridos, dos hermanas y un solo lector.” Esa es solo la primera frase de un párrafo que tiene seis frases y quince líneas y es sobrecogedor, y no por la profundidad o por la abstracción o la intelectualidad o el drama (que también puede ser), sino porque funciona como un látigo. En el fondo, todos queremos abrir un libro y que ese libro nos sacuda desde el principio, queremos que una garra salga de esa primera página (esa decisiva primera página que uno sabe que a veces está sobrevalorada porque hay libros fantásticos con unas tristes primeras páginas y si uno de verdad quiere leer literatura de calidad sabe que a veces ha de sufrir durante no una página sino muchas, muchas páginas pero confiar en que ese sufrimiento está adecentando su intelecto y al final la redención bla bla bla) y nos agarre del cuello o de los pelos y nos meta ahí dentro, encerrados, sin escapatoria, en el universo libro. Esto no pasa a menudo, por desgracia. A mí al menos me pasa poco; de los quince a los veinte años me pasaba constantemente, pero no sé qué ha ocurrido después. Con Prohibido entrar sin pantalones me pasó. Ya solo por eso me merece la pena escribir sobre el libro y me merece la pena darle la brasa a la gente con el libro y decirle: no sé si habéis leído la última novela de Bonilla, pero yo me la bebí. Beberse un libro es otra de las cosas fulminantes y poco frecuentes que llevan al regocijo maravilloso de la lectura. Yo disfruto mucho cuando “leo” libros y en esa lectura sorpresiva y delicada y un poco tallapiedras me da tiempo a subrayar con el lápiz los párrafos o las frases que hacen tatuaje en mi mente y que luego olvidaré. Disfruto de esas lecturas, pero cómo disfruto de esas otras raras lecturas en las que no me da tiempo a buscar el lápiz ni a pensar siquiera en el lápiz y como mucho hago una marca de triángulo en el borde de la página cuando algo me abrasa porque en realidad no puedo parar de leer es decir de beber y lo que estoy leyendo no sé si se está tatuando en algún sitio pero es una especie de tobogán torbellino que me absorbe y, en fin, creo que cualquiera que se haya bebido un libro alguna vez sabe de lo que hablo.

Cuando leí el primer párrafo de Prohibido entrar sin pantalones me puse nerviosa de verdad, esto no es un recurso estilístico. Dije: joder. Dije: cuánto tiempo hacía que no me ponía nerviosa con un libro. Pero no lo leí en ese momento. Semanas después, me monté en un avión y viajé a una isla y para no fijarme en la altura (me tocó ventanilla) leí unas ochenta páginas del tirón (y seguí diciendo: joder). Pero aterricé en la isla y leí otras cosas. Lo dejé apartado, con la media sonrisa del placer futuro. Luego llegó el verano. Y me hundí en él, por fin.

bonilla

Prohibido entrar sin pantalones es una biografía de Vladimir Maiakovski, poeta ruso vanguardista. Pero no es exactamente una biografía, porque es una novela, pero no es exactamente una novela porque en realidad es una biografía. Hay dos cosas que me fascinaron: una de ellas, esto. Que dé exactamente igual qué sea. De una biografía a una novela hay un gran trecho, pero aquí se da una estrambótica simbiosis natural que mezcla con alevosía y descaro ambos géneros (no, no géneros, ambas literaturas) y que solo tiene un camino: Maiakovski. Parto una lanza contra mi entusiasmo: tengo debilidad por los rusos, por lo eslavo (esas uves, esas kas); me he leído ya algunas biografías de poetas de Aquella Época (La Época, ya se sabe), y aunque soy un desastre con los datos históricos, buceo con felicidad una y otra vez entre aquellos acontecimientos revolucionarios bolcheviques censurables exaltados exiliados humillados endiosados. Esto es distinto, porque esto es una biografía pero no lo es. Leo y pienso que Juan Bonilla habrá tenido que documentarse hasta el hastío y lo que me asombra es que no lo parezca, que no importe, porque la corriente eléctrica fluye, no como iluminación sino como descarga, y leo y pienso que Juan Bonilla seguramente se habrá inventado un montón de cosas sobre Maiakovski y también eso me da lo mismo. ¿No es esa, al final, la victoria de un libro? ¿Que todo dé igual? Es decir, que todo dé igual porque lo importa es el libro (la garra el encierro). Antes he dicho que la simbiosis solo tiene un camino, Maiakovski. Maiakovski es un personaje de una fuerza tal que vivió en una época tal y que a pesar de eso no es tan conocido como debería que es carne de cañón de biografía, aunque esto no sea una evidencia a priori. Pero hay otra cosa. Bonilla no solo ha escrito un libro sobre Maiakovski, sino que ha escrito, o eso me ha parecido a mí, un libro sobre la poesía. Un libro absolutamente narrativo y brillante y radical y seco y fuerte y en algunos sentidos antipoético sobre la poesía. Una novela sobre la poesía. Una biografía de la poesía. Sí, también sobre la revolución, también sobre la antirrevolución, también sobre el cinismo, también sobre la nostalgia, también sobre la historia de un país gigante, también sobre el sexo, el amor, el sexo, el amor, la nostalgia, el cinismo, la ingenuidad, el sexo, el amor. Porque leyendo Prohibido entrar sin pantalones todos queremos acostarnos con Maiakovski. A pesar de sus dientes (¿no es eso una especie de milagro?). Todos queremos ser Lily Brik (o viceversa), a pesar de todo aquel patetismo del perrito. Porque menos mal, menos mal que la historia siempre hace justicia y finalmente aquella devastadora y perfecta relación a tres Maiakovski-Brik se va al garete, se desinfla se opaca se transmuta, porque nuestras vidas, mientras estamos leyendo, parecen si no tan pueriles, tan vacías, tan erróneas. Por suerte la oscuridad llega para todos.

Dije antes que había dos cosas que me habían fascinado: una era Maiakovski-Poesía y otra, la prosa de Bonilla en este libro. La prosa de Bonilla en este libro es la prosa de Bonilla, no otra, pero yo he disfrutado de ella con una intensidad nueva. Este libro es como es por cómo está escrito: no hay respiro. No hay descanso, no hay alfombra roja que te lleve por los aires ni siquiera alfombra mullida frente a la chimenea; hay un suelo helado a veces arena mojada y dura de primera hora de la mañana que te quema los pies pero te hace estar vivo, te hace correr de puntillas o saltando y hundiendo los talones, hay precisión de francotirador, hay libertad de loco subido a lo alto de una montaña donde sabe que nadie lo juzga, hay pulso de verdadero boxeador, hay belleza, hay una sensibilidad que está más allá de la palabra hermosa, que está en la construcción del concepto, del latido, de la prosa heroica de los libros que no te dejan respirar.

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Sobre Lara Moreno:

Escritora y editora andaluza. Ha publicado libros de poemas, como “La herida costumbre”, libros de relatos, como “Cuatro veces fuego”, ha antologado a poetas jóvenes en “Aquí y ahora” y acaba de publicar la novela, elegida Nuevo Talento Fnac, “Por si se va la luz”.

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