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Basurama o lo bueno de las cosas es que no se acaban nunca

Basurama o lo bueno de las cosas es que no se acaban nunca

Por Esther García Llovet

Basurama 2001

Hace poco más de diez años un grupo de amigos, estudiantes de la Escuela de Arquitectura de Madrid, sale por Malasaña al acabar las clases. Van de bares, callejean. Se toman sus cervezas, patatas bravas, pinchos de tortilla. Por la calle encuentran muebles viejos, restos de bicicletas en los contenedores de obras, montones de cartón en las esquinas. Basura.

Este grupo de amigos eran:

  • Rubén Lorenzo Montero
  • Miguel Rodríguez Cruz
  • Yago Bouzada
  • Benjamín Castro
  • Alberto Nanclares
  • Pablo Rey
  • Juan López-Aranguren
  • Manuel Polanco

La Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid: data de 1848. Materias que imparte, entre otras:

  • Mecánica del Suelo.
  • Mecánica Física.
  • Física de Construcciones.

Malasaña: Barrio del centro-centro de la capital, población mayor de setenta años o de treinta y pocos. Edificios con corralas, viviendas chorizo, sin ascensor; casas de más de cien años que se caen a pedazos sobre los adoquines.

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Basurama 2012

Desde el barrio madrileño de La Elipa el Colectivo Basurama mueve proyectos y talleres en América (Latino y Norte), Asia (Nueva Delhi) y África como plaza más recientemente ocupada. A pesar de que se han profesionalizado el núcleo duro se mantiene intacto y la periferia va expandiéndose en una red con nódulos de iniciativa cada vez más densos y nerviosos.

Primero tomaron Malasaña.

Después tomaron Miami.

miami

La Nave de Basurama

La nave espacial, como la llama Rubén Lorenzo cuando me recibe, es una pequeña nave industrial en La Elipa. Estamos a 5.300 metros de La Puerta del Sol o Kilómetro Cero del país (España: aquél país). Estamos a tiro de piedra de La Almudena, uno de los mayores cementerios de Europa. En los alrededores: talleres de grabados de lápidas en cada esquina. La Nave está abarrotada de prototipos de mecanismos inclasificables, llantas de automóvil, ordenadores viejos, televisores usados, maniquíes, expendedoras de tabaco, palés, cables, plásticos. Mucho plástico. Un depósito de caldera que utilizan para cocinar, a modo de horno. Un jersey tejido con los cables de los auriculares que reparten en los trenes y que son, como casi todo ya, de usar y tirar. Sentado frente al ordenador trabaja Yago. El tecnochamarilero. Rubén ejerce de portavoz del grupo mientras me guía entre las catacumbas de pura chatarra de Basurama y me detalla las intenciones del colectivo.

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El Infierno está empedrado de Buenas Intenciones

“No nos interesa tanto inventar prototipos como hacer talleres centrándonos en el proceso”, explica Rubén. “Queremos que sea la gente quien tenga las herramientas para apropiarse del objeto o del espacio”.

“El negocio del reciclaje por empresas constructoras no favorece el reciclaje. Lo que favorece es consumir más. Consumir otra vez. Usar y tirar”.

“Nuestra intención no es reciclar si no recuperar”.

“Intercambiar”.

“Ocupar”.

“Reutilizar la creatividad de unos cruzándola con la creatividad de otros”.

“Empezamos en la Arquitectura. Tomamos la Arquitectura como el punto de partida del que huimos”.

“Nuestro prototipo es la acción y la herramienta. Nuestro material son las grietas del sistema”.

“Basurama no es Arte+Basura”.

“Basurama es un Circo”.

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RUS. Cirujas. Cartoneros. Pepenadores. 

RUS o Residuos Urbanos Sólidos es un proyecto que Basurama puso en marcha en el 2008 y que continúa abierto y cada vez más activo, principalmente en Latinoamérica, con rápidas incursiones en África y Oriente Medio. Financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo trabaja con una red de artistas locales que se extiende desde La Paz a Miami, desde México DF hasta Nueva Delhi. Se trabaja con artistas pero también con los cirujas, los cartoneros, los pepenadores, los trabajadores espontáneos de la basura y recicladores informales de los residuos de ciudades como México DF, donde cada día se genera 12.500 toneladas de basura. Se interviene el residuo. Se interviene también en el espacio público.

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RUS México

Los hemos visto por toda América: trabajadores que acarrean su negocio portátil en carrito por toda la ciudad: carritos de venta ambulante, carritos de pupusas, carritos de tamales. Los carritos de los pepenadores del DF van cargados con residuos, basuras, objetos usados o viejos que ellos mismos se encargan de recoger y clasificar para luego vender en los “tianguis” o mercadillos de segunda mano. El Proyecto RUS México trabajó con los artistas del FARO de Oriente (Iztapalapa) y pepenadores locales para construir un prototipo de carrito que tuviera una finalidad y un uso diferente de los habituales. Se realizaron dos prototipos, con piezas y chatarra del Tianguis de El Salado, y luego recorrieron el centro de la ciudad en su nueva función de Taller de Reparación de Bicicletas y Radio Portátil de Radio FARO.

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Las Cosas que no se acaban Nunca

Yago Bouzada es algo así como el Inspector Gadget de Basurama, el inventor de alta tecnología de retaguardia. Sus objetos tienen ese aire “Steampunk” que sólo vemos en películas de ciencia ficción de bajo presupuesto con la diferencia de que sus prototipos funcionan, hacen cosas, y algunas revolucionarias. Ha intervenido expendedoras de tabaco para que suenen como pianolas, elementos de ordenadores para que expelen sin fin pompas de jabón,  y el Lector Universal de Formatos Analógico-Digital, un ingenio que permite leer elementos analógicos, como aquellas antiguas y pesadas casetes de Beta, con tecnología digital actual para no perder sus contenidos. La obsolescencia no existe, por mucho que nos lo quieran vender así. Las cosas no se jubilan. Sólo las tiramos a la basura.

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Encima de los Adoquines

Basurama no sólo se ocupa de los deshechos sólidos, también de esos espacios urbanos muertos, residuales, olvidados. Los patios traseros de la ciudad. Han ocupado e intervenido barrios como Estrutura en Brasilia, San Cristóbal de los Ángeles en Madrid o el Campo de Refugiados Suf, en Jordania. En El Alto, el barrio que rodea la ciudad de La Paz, trabajaron junto a “El Colectivo 2”, un grupo de artistas locales con los que utilizaron viejas gigantografías o lonas publicitarias tejiendo una red de sombra entre los edificios para proporcionar un mínimo de penumbra en este lugar donde el sol resulta abrasador a cualquier hora del día. En Niameh, Níger, más recientemente construyeron un parque infantil con bidones y neumáticos y palets de transporte. Que sean los niños los que encuentren la playa. Pero encima de los adoquines.

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Música Mutante 

Basurama también suena. A sonajero, a silbato de árbitro, a viento entre las cañas. Prueba a soplar por una paja cada vez más corta, a golpear con las uñas la lata de cerveza a medida que te la vas bebiendo y tendrás una idea de cómo sonó en el Festival Extraterreste que montaron en el 2009 y al que invitaron a músicos como el inclasificable y genial Pascal Comelade o al Doctor Magneto: bombillas. Prótesis. Monstruosidades.

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Spermöla

A pesar de llamarse como aquél viejo hit porno de los ochenta, Spermöla es otra cosa aunque no menos estimulante. Spermöla es un proyecto-taller de recuperación e intercambio de todos esos muebles que abandonamos en la acera cuando nos cansamos de ellos. Sofás, sillas, la mesa de la abuela. Palos de golf. Los chicos Basurama se acuerdan de todo eso que ya no funciona; los Super Marios de la Basura se ocuparán de que la intercambies por algo que necesitas o si no, le ponen ruedas. Le colocan ruedas al sillón, o al banco. O a una tabla de skate para cinco personas. Construyen un balancín con una bobina gigante. Todo sobre ruedas. Siempre en movimiento.

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Los Jardines Colgantes de Babilonia

“La Plaza de la Cebada”. “Esto no es una Plaza”. “La Huerta de La Tabacalera”. “Huerto Urbano de Batán”. Viejos solares entre viejos edificios del centro de la ciudad, espacios muertos donde antes no crecía más que la mala hierba y las colillas de cigarros, antiguos peladeros que Basurama, junto con otros colectivos, han reconvertido en huertos públicos, vergeles, pequeñas selvas aromáticas junto a las tapias de las fábricas y los conventos. Todo se aprovecha, como las paredes del Colegio Lourdes de Madrid, donde los basuramas colocaron bidones y recipientes de plástico en los que luego plantaron semillas para formar un huerto vertical.

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Chatarreros Inc.

Enthusiasmo Cultural (Sâo Paulo)

Carisimo&Tomboy (Paraguay)

Eloísa Ávila (México)

TransTrash (MIT. EEUU)

Alí Garba (Níger)

Christians Luna (Lima)

ZULOARK (Madrid)   

Dietmar Offenhuber (Berlín)

Trashpatch ((Nueva York)

Mara Berkhout (Holanda)

Todas las fotografías provienen de www.basurama.org

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Sobre Esther García Llovet:

Esther García Llovet es una de las narradoras más imaginativas y perturbadoras de las últimas décadas. Es psicóloga clínica. Ha publicado las novelas Coda (Lengua de Trapo, 2003), Submáquina (Salto de Página, 2009) y Las Crudas (Ediciones del Viento, 2009).

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