Belleza que viene de África

Por Malva Rico

Manteca de karité, aceite de argán, marula, kigelia o baobab. El mundo de la cosmética descubre en África ingredientes preciosos que las mujeres han utilizado en sus cuidados de belleza durante generaciones. Riqueza para las comunidades si llega, eso sí, en forma de comercio justo.

África, el continente que enamoró a Ryszard Kapuscinski y que tan magistralmente reflejó en Ébano, o que cautivó a Isak Dinesen, tal y como nos reveló en su novela Memorias de África, ha sido objeto del expolio continuo de occidente. No sólo en busca de recursos naturales. El mundo de la cosmética pone también sus ojos en este extenso territorio para incorporar exóticos y eficaces ingredientes a sus fórmulas.

La manteca de karité es quizá el ingrediente africano más utilizado en belleza. Se obtiene del fruto maduro que produce el árbol del mismo nombre que crece en  numerosos países del África central. “Karité” significa “árbol de mantequilla” y las mujeres africanas llevan siglos protegiendo su piel y la de sus hijos con esta manteca porque conocían sobradamente sus cualidades. Rica en ácidos grasos y vitamina F, proporciona hidratación, nutrición y elasticidad a la piel, la protege de las agresiones externas, previene las estrías, recupera el brillo y la hidratación de los cabellos secos e incluso es recomendable después del afeitado por sus propiedades anti-irritantes.

El aceite de argán se va convirtiendo en un imprescindible en las fórmulas anti-edad. Conocido como le oro líquido de Marruecos, es uno de los aceites vegetales con más poder regenerador y nutritivo. Las tribus bereberes del suroeste de Marruecos han recurrido siempre a este oro líquido como componente de su alimentación básica y como elemento de la medicina tradicional. Quizá el secreto está en el propio árbol: la Argania Spinosa, conocido como “árbol de la vida”, enormemente resistente al calor -puede soportar temperaturas de hasta 50 grados-. De sus frutos, del tamaño de una nuez y de color amarillo, se obtiene este preciado elixir. Su enorme poder antioxidante lo convierte en un potente antiarrugas y en un excelente tratamiento para cutis maduros y pieles secas. Ayuda a mitigar cicatrices, eczemas o quemaduras.

Del Marula en el centro y sur de África aprovechan todo, su corteza, las hojas y las semillas. Es uno de los árboles frutales más apreciados por las tribus africanas, lo consideran un árbol sagrado y actualmente es una especie protegida. Su fruto lleva más de 10.000 años sirviéndoles de alimento. Tiene un contenido en vitamina C cuatro veces superior a la naranja. Con una composición similar al aceite de oliva, se utiliza en leches y mantecas corporales por su alto poder nutritivo, además, se incorpora con frecuencia en barras de labios y acondicionadores de cabello.

Pero no son los únicos ingredientes de belleza que la cosmética obtiene del continente africano. La Kigelia crece en Senegal y se conoce como el “árbol de las salchichas” por la forma de sus frutos. Las mujeres han utilizado tradicionalmente la pulpa cocida de los frutos maduros para aumentar y reafirmar el busto. Las firmas han tomado buena nota de sus propiedades y, por ello, la incorporan en las fórmulas tonificantes. O de las hojas del baobao, el árbol que hizo famoso el delicioso El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, se obtiene un extracto con una potente acción antioxidante.

Lo interesante es buscar entre la enorme oferta cosmética aquellas firmas que sitúan el comercio justo en el centro de su filosofía. Esta manera responsable de hacer las cosas se ha convertido en una forma de obtención de ingredientes, no sólo cosméticos, que favorece una relación voluntaria y justa entre productores y consumidores. Pero, además, contribuye al desarrollo sostenible de las comunidades más desfavorecidas.