Cocaína
Por Recaredo Veredas y Luis Daza
Entrevista a Gustavo Biosca y Rafael Millán, autores de Diario de un cocainómano.
La cocaína es una droga oculta. Tal vez tu compañero de despacho, tu asistenta, tu jefe, tu peluquera, tu hijo o tu padre, sin que siquiera lo sospeches, se mantengan firmes en este mundo salvaje gracias al perico. También es una droga visible, aunque solo en la desinhibición de la noche y la privacidad de la pandilla. En España triunfa la farlopa, no en vano somos los primeros consumidores y distribuidores del mundo civilizado. Asociada en un inicio al artisteo y a los yuppies, desde hace décadas es inhalada en pueblos de mala muerte, fábricas, suburbios, agencias de publicidad y bufetes de alto standing.
Gustavo Biosca, alias el cómico suicida, fue un adicto salvaje. Es un tipo interesante, que posee el halo trágico de todos los cómicos de raza. Rafael Millán, psicólogo en ejercicio, impresiona por su poblada barba y su vestimenta sufí. Pronto descubres que une el misticismo con un peculiar sentido del humor. Juntos decidieron escribir Diario de un cocainómano (Temas de Hoy), un libro tan desolador como divertido, que narra el descenso al averno de Gustavo y su posterior salvación, gracias a la botánica peruana. Quedamos con ellos en el Hotel de las Letras. Tengo la suerte de que me acompañe un gran fotógrafo, Luis Daza.
¿Para quién es este libro?
Biosca: Es para todos los públicos, menos para los menores. Sirve como información para gente que tenga familiares y amigos metidos en la cocaína, porque detalla muy bien cómo funciona un adicto.
Millán: Desde mi punto de vista el libro es también literatura. Es la biografía de una vida al límite, al borde del abismo. Es un libro antropológico, sociológico, en el que hay filosofía, autoayuda. Ha gustado a gente muy distinta, desde Sánchez Dragó a la portera de mi bloque.
Es un libro asequible, aunque durísimo.
Millán: Sí, creemos que es importante escribir de la manera más transparente y sencilla posible.
Biosca: Mirando hacia atrás, me he dado cuenta de que no ha sido una experiencia tan dura.
¿La escritura o la adicción?
Biosca: La adicción. Ayer se me acercó un chaval, me dijo que tenía problemas con la cocaína. Había perdido a su novia. Y le respondí que hay cientos de personas en el mundo que cada hora pierden a su novia y no son adictos a la cocaína. Realmente no creo que haya sido un infierno. Fue una vida como cualquier otra, solo que me metía coca.
Millán: Fue un infiernillo.
Hombre, estuviste a punto de palmarla.
Biosca: Varias veces. Mira este tío que va por la moto por la calle, tal vez también está a punto de palmarla en el próximo semáforo.
La teoría psiquiátrica dice que, conforme pasa el tiempo, la gente que consume cocaína tiende a relativizar los hechos y a quedarte con lo mejor. Eso impulsa al regreso.
Millán: Pasa con todas las adicciones.
Biosca: Eso es una gilipollez. Al mirar atrás te das cuenta que fue más duro por las bajadas de dopamina que da la cocaína, que te dejan en un estado depresivo total y absoluto. Pero realmente tu vida no es muy diferente a la de los demás.
Al final del libro afirmáis que todos somos adictos. Por ejemplo mi portera es adicta a Sálvame. Pero algunas adicciones son más compatibles con la vida que otras.
Millán: Por ejemplo la adicción al arsénico no es muy recomendable.
Biosca: Todas las adicciones forman parte de la vida y son compatibles con la vida. No hay ninguna adicción que sea extraterrestre. Bueno, sí, las conspiranoias.
Cierto, pero la tuya estuvo varias veces a punto de llevarte al hoyo. Y si estás vivo es de coña, según dices.
Biosca: Eso es cierto. Yo consumía muy a lo bestia, pero hay cientos de adictos, que consumen mucho menos de lo que consumo yo y su vida es totalmente normal. Ahora mismo hay gente que se está tomando el café en el descanso del trabajo y metiéndose dos rayas. Luego se va a la oficina y hace su vida normal. Pero yo lo llevaba al extremo.
Millán: Como psicólogo he visto que cualquier patología tiene mucho en común con la adicción. Me refiero a dependencias emocionales, a obsesiones. Igual que uno repite mórbidamente el acto compulsivo de consumir una sustancia, puede ser es adicto a un determinado estado interno, por ejemplo, a la depresión. No tiene por qué ser peor la adicción a una sustancia que a otro tipo de adicción.
¿De dónde sacas el porcentaje del 90% de recaída en clínicas de rehabilitación?
Biosca: En mi clínica era lo que afirmaban. Cuando estábamos los 25 o 30 adictos sentados en círculo nos decían esa magnífica frase. Somos los mejores del mundo, pero de los que estáis aquí el 90 o 92 por ciento vais a recaer.
¿Y eso lo decían para animaros?
Biosca: Yo también me lo preguntaba, ¿si sois los mejores del mundo por qué hay tanto porcentaje de recaídas? Somos los más sinceros, cuando te ponen que hay un 60% de recaídas la estadística la hacen ellos, los del centro. Pagando cuatro o cinco mil euros al mes, que suele salir de la familia. No creo en los centros. Cuando me preguntan, opto porque no vayan al centro. Si lo quieren hacer para limpiarse, bien, pero como terapia no vale para nada. Cuando se sale, lo primero que haces, después de replantearte tu vida, es drogarte.
De todos los centros en los que he estado, solo he visto a uno que lo haya dejado. Y son más de 100 personas, muy distintas, de diferentes clases sociales. Los centros son una manera de robar dinero a la familia del adicto. Mira, si Samsung hiciera 100 televisiones y 90 no funcionaran, la empresa se va a la mierda. Allí dentro pagas 5.000 € al mes, te pasas todo el día haciendo manualidades y en terapia, hablando de coca y de coca. Con tus compañeros del centro hablas de coca. Cuando sales eres un maestro en cocaína, sabes de todo, desde cómo hacer base, a dónde comprar la mejor, incluso los mecanismos cerebrales de la coca. Los centros son como la cárcel. La cárcel no reinserta a nadie, y en los centros encima pagas por ello.
Millán: Es como el tabaco, al que quiere dejar de fumar cualquier cosa le puede valer. ¿Qué es mejor, los parches, los chicles, un libro? Todo y nada. Si no quieres dejar de fumar, nada te va a servir, si quieres hacerlo cualquier herramienta puede resultarte útil.
¿Valoráis entonces sobre todo la voluntad?
Biosca: Tampoco la voluntad. Cuando me preguntan qué tengo que hacer para dejar la coca, siempre les respondo lo mismo: ¿estás preparado para hacerlo? ¿Cómo se está preparado? Teniendo un plan B. Es imprescindible algo que te estimule. Hay mucha gente que quiere dejar la coca y sigue con su vida de siempre, con sus mismos colegas, y eso es imposible. Para mí el plan B fue escribir el libro, montar mi nuevo show de magia. Hacer algo completamente distinto, que no hayas hecho nunca y te estimule.
Millán: Para un drogadicto toda su vida está entrelazada con la sustancia, gira en torno a la adicción. Si quiere dejarlo debe tener una alternativa. Cuando una serpiente muda su piel tiene otra debajo, una serpiente en carne viva es imposible. Es muy difícil que alguien deje la cocaína si no se plantea una alternativa de vida.
Mucha gente se mete dos rayas cada fin de semana y no se autoconsideran adictos a la coca, ni su vida experimenta cambios radicales. ¿Tienes que perseverar mucho para engancharte a la coca?
Biosca: El problema es que tu cerebro empiece a pasarse de rosca. El cerebro no es igual en todos. Hay unos que pueden estar un año metiéndose coca sin problemas y a otros le entran brotes psicóticos con la misma cantidad. En el momento en que empiezas a tener brotes en plan paranoico es mejor que te olvides de la coca porque va a ir a peor.
Millán: Es una actitud interna. Uno puede tomar cada fin de semana sin serlo y meterse una sola raya y serlo. Existen personalidades adictivas, que están buscando a qué o quien se pueden enganchar.
Luego está el típico “yo controlo”
Biosca: Pero eso lo dice el típico que sabe que es adicto. Que dice, yo me pillo dos gramos y me duran toda la semana. O sea que estás toda la semana tanteando puntitas aquí y allí. Es la típica frase del que no quiere asumir la adicción. Yo controlo es la típica frase del adicto que no lo quiere asumir, la frase mágica que separa los dos mundos.
Millán: Pero el problema es la adicción, no la sustancia. Esto es políticamente incorrecto, pero la sustancia puede tener usos controlados para el que de verdad controle incluso, en ciertos casos, usos positivos. Uno puede meterse cocaína diez años e inventar el psicoanálisis, como le ocurrió a Freud.
Biosca: No fue mi caso. A mí me quitó la creatividad por completo. No me daba rapidez, ni agilidad mental, me aletargaba completamente. Freud lo haría de una manera completamente distinta, sin la noche, sin copas, sin pillar en un bar.
Cocaína y sexo.
Biosca: Tienen una relación muy bestia. No lo suelen reconocer los adictos, pero a la mayoría de los que se enganchan a la coca y el sexo les da por el sadomasoquismo extremo. Cosas muy bestias. En cuanto conoces a los adictos y empiezas a intimar todos acaban contando esa parte. Menos los que son adictos de día, a los que son adictos al trabajo y la coca les da menos por el sexo. Luego te arrepientes: haces cosas a las que jamás te imaginas que podrías llegar.
Cocaína y putas.
Biosca: Me he ido de putas con mis colegas y yo iba a pillar coca a las putas mientras ellos se las tiraban en las habitaciones. No me gustan. Me sientan fatal, me parece asqueroso. Es horrible no besarte con las tías, nunca me ha atraído ese mundo ni me da morbo especial. Una vez me pasó una cosa muy curiosa: estaba con una puta metiéndome en una habitación y me suplicó que la chupara el coño. Y claro, le dije, te estás equivocando, porque entonces me tendrías que pagar tú a mí.
Volviendo al libro, es vuestra primera narración. Está bastante bien construida, no aburre ni cansa, no resulta reiterativa. Y además te ríes.
Millán: En principio, como comentábamos al principio, teníamos pensado otro libro. Era un manual de instrucciones de la cocainomanía. En ese manual había partes narrativas que contaban la vida de Gustavo. Esa parte fue la que más gustó a la editorial y nos sugirieron que partiéramos de ahí para reescribir el libro. En cierta forma el formato del libro lo sugirió la editorial.
Hay algo persistente en la vida de Gustavo que es el suicidio, no en vano te haces llamar el cómico suicida. ¿Hubo una búsqueda deliberada de la adicción? ¿Fue un acto suicida?
Biosca: De alguna manera sí. En la última etapa, utilizaba la coca para ver si esa noche la palmaba. Pensaba, que no salga de esta noche y empezaba a meterme a saco. Toda mi vida ha estado vinculada al suicidio. Siempre, desde pequeño, me han impresionado los suicidios de famosos. Además, me ha acompañado la depresión toda mi vida. Siempre he sido, y soy, un niño triste. De alguna manera el suicidio es mi segunda piel, mi mejor medicina contra la depresión. Cuando me pasa algo pienso “me suicido” y me tranquilizo. Ahora estoy preparando un programa nuevo, bastante más suicida de lo que hice con Santiago Segura. El suicido forma parte de mí. Me daría mucha pena morirme sin suicidarme. Pensaría, ¿entonces para qué he estado toda mi vida pensando en el suicidio?
¿Tuviste una experiencia cercana a la muerte?
Biosca: No fue una experiencia cercana a la muerte, sino a morirme. No vi el túnel. Me ocurrieron dos cosas muy curiosas: una, me di cuenta de que tenía más cojones de los que pensaba, siempre he creído que soy un cobarde pero cuando, enchufado a las máquinas, empecé a ver que perdía la vida, que mi respiración se agitaba y mi corazón iba a estallar, pensé, bueno, pues me muer. Hubo un momento en que me relajé tanto, empecé a entregarme y tuve un subidón de éxtasis impresionante. Entonces cuando ya me iba a morir, empecé a respirar bien, mi corazón bajó de pulsaciones y me dio una rabia no seguir hacia adelante increíble. Desde entonces no tengo miedo a la muerte, tengo miedo a la forma de morir. Me produce curiosidad, más que nada.
¿Son ciertas todas las escenas que describes?
Biosca: No solo es todo cierto, hay algunas escenas que he tenido que quitar. Hay una de sexo en la que pintamos las paredes del hotel con una barra de labios. No fue con la barra de labios, fue con su menstruación. Empezamos a dibujar símbolos satánicos y blasfemias con su regla.
El Calahorro es un personaje brutal.
Biosca: Pues por lo visto ha salido de la cárcel, estoy acojonado, a ver si va a leer el libro, porque el nombre es real.
Los bares de cocainómanos son descritos como antros infernales.
Biosca: La energía más negativa, más maléfica, el peor rollo que he visto en mi vida ocurre en los after hours de cocainómanos. Son sitios donde va la gente a última hora a meterse. Va lo más pasado de cada barrio, de cada bar. Se huele el peligro. Tú metes ahí a un tío normal y sale corriendo. Luego no son todos gente chunga, la noche les ha llevado a ese estado de peligrosidad. El alcohol y las drogas los han transformado. A lo mejor un tío normal se convierte en un auténtico psicópata. En plan “te voy a pisar la cabeza”. No sé dónde hay ninguno, peor tendrá que haber seis o siete, ahora mismo, en Madrid. Nunca volvería, la peor tortura es cadena perpetua en un sitio de esos.
En el mundo literario la cocaína es bastante frecuente. Tal vez menos que en otros entornos artísticos. Sin embargo, nadie se considera adicto. ¿Puede mantenerse una vida normal, metiéndose un par de veces por semana, incluso una relación de pareja?
Biosca: Por supuesto, de hecho hay miles de personas que lo hacen. Se puede llevar una vida normal metiéndose tres veces por semana.
Rafael: Lo que hay detrás de todos los casos es una crisis a la hora de asumir la propia identidad, que hunde sus raíces en la infancia, en los padres y en la forma en que cada uno ha ido construyéndose a sí mismo. Una persona puede meterse cocaína tres veces por semana y estar bien, si lo hace desde una identidad bien asumida y otro meterse muy de vez en cuando y tener muchos problemas. Depende de la madurez de la personalidad de base. Lo que hay detrás de todas las patologías emocionales es un niño que no quiere crecer, un Peter Pan.
Biosca: En los centros nos llamaban los Peter Pan. Nos decían que lo habíamos tenido todo y nos negábamos a crecer. Yo aún no he madurado.
Millán: En la mayoría de las culturas hay un rito de paso, que lleva de la adolescencia a la madurez. Suele implicar peligro de muerte: matar a un león, estar unos días solos en la selva. Yo impondría un rito de paso a cualquier adicto.
¿Qué feedback has tenido del libro de quienes te acompañaban en tus juergas?
Biosca: La mayoría de las veces iba yo solo porque en mi entorno no se drogaba casi nadie. Siempre había uno o dos a los que convencía, y me llevaban a pillar o venían a recoger porque estaba tirado, hecho una puta mierda, en una casa o en un hotel. Mis amigos, si se drogaban, no podían seguir mi ritmo. Mientras ellos se metían una raya, yo me metía un gramo.
Millán: Siempre has sido muy excesivo, muy limítrofe en todo lo que has hecho.
Biosca: Pero me voy tranquilizando.
¿Has tenido tentaciones de vuelta?
Biosca: Claro, y las tendré. Trabajo la noche. Me ofrecen rayas continuamente. Y ahora con el libro me hablan de rayas todo el rato. El truco para no recaer es irse a casa. Además el mono de la coca es muy efímero, no es como el de la heroína. En cuanto asumes que no hay coca por ningún lado y no puedes pillar se va el ansia. Cuando te vas a casa, abres la puerta y te sientas, piensas, “menos mal”. Pero es tan difícil, tan complicado poder irse a casa.
¿Debe un adicto que quiere dejarlo abandonar el alcohol?
Biosca: Si le quitas a un adicto todo, se muere. Si le dices que no puede beber alcohol, ni fumar porros, ni estar con sus amigos de siempre y termina recayendo. No bebo entre semana, ni durante el día pero cuando salgo me gusta beberme mis copas. Con el alcohol tengo un tope, no me gusta emborracharme, me gusta el puntillo. Es una droga muy dura, en seguida te mareas y te quedas hecho polvo. Meterte en la cama alcoholizado es una tortura. El alcohol te lleva un poco a la coca, tal vez un poco más. Pero yo directamente iba a pillar coca, sin alcohol, sin pasos intermedios.
En el libro hay una cierta exaltación de la ayahuasca. ¿No es peligrosa para quien no tenga cien por cien la cabeza en su sitio?
Biosca: Aquí cuentas lo de la ayahuasca y les parece una salvajada pero en los centros de Europa, te dan siete u ocho pastillas diarias psiquiátricas. La ayahuasca te purifica, te limpia por dentro, es una experiencia alucinante, pero un esquizofrénico o alguien con problemas mentales serios no puede tomar ayahuasca. El entorno apropiado hace mucho, aprendes del universo, de ti mismo y por qué estamos aquí. Además no deja resaca.
Millán: No es para todo el mundo, pero para un 90% de la gente es una oportunidad para madurar y crecer. Una toma de ayahuasca bien aprovechada equivale a un año de psicoanálisis.
¿Se te van las crisis existenciales?
Millán: Las superas hacia arriba, que es la única manera de hacerlo. El nivel existencial está cerrado, no se puede salir de allí, es como estar rebotando como una pelota de ping pong. La ayahuasca puede romper ese hielo racionalista, permite tener una experiencia del supraconsciente que es pura luz. El que llega al final de una experiencia plena con ayahuasca sabe que uno es uno con el todo. A partir de ahí, todo lo que venga es tranquilidad. Es la mejor arma filosófica que existe, mejor que leer la Crítica de la razón pura. Hay chamanes que lo toman una vez por semana, durante años, y están perfectos.
¿En qué momento se encuentra el consumo de cocaína en España?
Biosca: Tal vez la crisis haya causado un descenso, en quien no está enganchado, pero no creo que haya un bajón fuerte. De hecho, hay mucha gente que está empezando a consumirla ahora, porque no tiene trabajo y se deprime. Además, muchos están empezando a vender por la crisis. Vamos, si ahora mismo hiciéramos un test de coca en cualquier baño daría positivo.
No sé dónde leí que la gente se metía porque no tenía de que hablar
Biosca: El cocainómano es pesado, a la mayoría le da por hablar. Entre adictos, si no hay coca, no hablas, te quedas mudo. En el momento en que pillas empiezas las conversaciones y el buen rollo, antes estás apático. Luego hay otra gente que se queda empanada, pero a la mayoría le da por hablar.