Divorcio en el aire

Por Recaredo Veredas

Divorcio en el aire. Gonzalo Torné. Mondadori. Barcelona, 2013. 320 páginas, 19,90 €

Hilos de sangre, publicada en 2010, fue la segunda novela de Gonzalo Torné (la primera pasó desapercibida). Con ella ganó el premio Jaén y un considerable prestigio crítico -y algún que otro varapalo, tal vez causado por la indiferencia de Torné hacia el zeitgeist-. Su publicación constituyó, eso no lo duda nadie, un punto de ruptura en la narrativa hispana joven, dominada por el corto aliento y la prosa con querencia norteamericana. Presentaba una saga familiar con tintes épicos -llegaba a incluir la creación del mundo- narrada con un lenguaje puramente literario. Además destacaba su capacidad para crear personajes femeninos creíbles y matizados, lo que resulta muy poco frecuente en la narrativa masculina (no solo española).

En Divorcio en el aire plantea una peculiar comedia (emplazada en los límites de la tragicomedia) que no pierde las señas de identidad de la que sigue siendo su obra clave: la complejidad estructural y emocional, la cuidada dosificación de los datos (en la frontera de la oscuridad) y el mimo, casi el protagonismo, del lenguaje. Además emplea un muy original punto de vista: cuenta con un narrador que se dirige hacia un narratario ausente, a quien nunca llegamos a conocer y cuya falta gravita durante toda la novela. Es esa elipsis -Joan Marc, el protagonista y narrador, se dirige al vacío, personificado por una novia perdida a quien narra las vicisitudes de su anterior relación con Helen, una excéntrica estadounidense-  lo más importante y original de la novela, aquello con lo que roza la maestría porque concede espacio al lector para elucubrar el pasado y, sin embargo, deja a su arbitrio su conclusión. Un cierre que puede, al menos parcialmente, completarse con la lectura de Hilos de sangre, ya que Joan-Marc es uno de sus personajes (curiosamente empático, pese a su insistencia en no serlo).

En Divorcio en el aire el amor y la muerte quedan indiscutible e indisolublemente unidos porque habla con la ironía, casi el sarcasmo, que permite el tiempo transcurrido y el conocimiento de los vericuetos más oscuros de la vida, sobre la entropía a la que se ve sometida toda pareja desde su  misma creación. Son, como ocurre en todas las novelas con grandeza o pretensiones de grandeza, temas universales, tratados con una ligereza solo aparente, un extremo cuidado por el lenguaje  y la intención de conquistar zonas que parecen quedar solo al alcance de la poesía. Sin embargo, no alcanza la tiniebla benetiana y sí consigue que el lector mantenga el interés sobre la trama. Es decir, aunque el lenguaje esté sumamente cuidado, no devora la narración.

Utiliza una perspectiva realista-que no calificaría como pesimista- y orgánica sobre el ser humano y su irremediable decrepitud. Mira de frente a la muerte, a la enfermedad, a la dificultad de comunicarnos con el otro, no solo desde el punto de vista de la palabra, también desde la perspectiva del sexo, porque en Divorcio en el aire  hay bastante sexo. Un sexo cercano y alejado al amor. Un sexo incluso abisal.

Torné, gracias a su coherencia, su coraje y su perseverancia, confirma con esta novela su condición de voz propia, vocacionalmente literaria y ajena a concesiones.