El mundo antes de Lovecraft

Por Javier Calvo

El horror según Lovecraft. Ambrose Bierce, Arthur Machen, Guy de Maupassant, H. P. Lovecraft, Lord Dunsany y otros. Antología y edición de Juan Antonio Molina Foix. Ediciones Siruela. Madrid, 2013. 440 páginas, 18,95 €.

Para mí, el mundo antes de Lovecraft viene a ser como el mundo antes de Kafka. Y no lo digo con la intención de ponerlos a la misma altura, ni de hacer ningún gesto anticanónico, ni de reivindicar la supuesta marginalidad pulp  del primero frente a la excelsa posición del segundo en lo alto del canon occidental moderno. (Aunque algunos de mis autores favoritos no lo dudarían; pienso, por ejemplo, en Joan Perucho). No: lo digo porque la obra de ambos comparte una extraña cualidad de “no hay vuelta atrás”, que en la práctica impide recordar cómo eran la literatura e incluso nuestra forma de ver el mundo antes de ellos. Ambas obras son pasillos en los que entras y se cierra la puerta detrás de ti. Lo único que queda es seguir adelante: al otro extremo está el presente que conocemos. Ambos son eso que se conoce tradicionalmente como escritores visionarios. Habitualmente, el escritor visionario pasa la vida escribiendo para sus amigos, muere en la miseria absoluta y es celebrado varias décadas después. La desincronización con su época es un atributo fundamental de los visionarios. En el caso de Lovecraft, como en el de Kafka, está claro que los diversos nodos de su universo literario iban cien años adelantados a los de sus contemporáneos. Romanticismos aparte, cuando esto sucede, la condición visionaria le viene impuesta al pobre artista. No suele haber nadie que lo entienda, por mucho que haya quien sospeche que hay algo importante en lo que está haciendo.

Diez años después de publicarla por primera vez, la editorial Siruela acaba de reeditar la preciosa antología El horror según Lovecraft, de Juan Antonio Molina Foix. Es de sobras conocida la tarea de Molina Foix como promotor incansable de la obra de Lovecraft en español. Son suyas, por ejemplo, las fabulosas ediciones canónicas que hizo Valdemar de la Narrativa completa de Lovecraft y de El horror sobrenatural en la literatura, así como la reciente edición crítica de En las montañas de la locura para Cátedra. También es uno de los traductores canónicos de la obra del autor de Providence, junto con otros como Francisco Torres Oliver, Aurelio Martínez Benito y Rafael Llopis.

Concebida como recopilación de los “relatos favoritos de terror sobrenatural de Lovecraft”, El horror según Lovecraft reúne casi todos esos nombres –familiares para el lovecraftiano de pro– que el escritor de En las montañas de la locura solía enaltecer y citar como ilustres precedentes de su obra. Las fuentes que Molina Foix cita como referentes para su selección de textos son tres: el ya citado El horror sobrenatural en la literatura, el menos conocido ensayo “Favorite Weird Stories of H.P.L.” (1934) y la correspondencia publicada de Lovecraft. La selección final combina precedentes verdaderamente ilustres –como el gran Arthur Machen o los extrañísimos Ambrose Bierce o Lord Dunsany–, pasando por nombres interesantes dentro del género fantástico de su tiempo –Algernon Blackwood, M.R. James, Walter de la Mare–, hasta lo puramente infumable. Para qué engañarnos. Todo aficionado a Lovecraft sabe que era un lector extraño, dado a filias inexplicables y a fobias todavía más inexplicables, propenso a elogiar desmesuradamente a los amigos y a encapricharse de textos malísimos. El resultado de antologar sus gustos no puede dejar de ser un poco aberrante, tal como era él.

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A pesar de la irregularidad (inevitable) de la selección, el volumen divertirá considerablemente a los aficionados al género. La sucesión de manuscritos misteriosos, grimorios prohibidos, criptas humeantes, lápidas que se mueven con chirridos, noches sin luna, doncellas vampíricas y apariciones de todo tipo es simplemente vertiginosa. El volumen está claramente dominado por los dos textos más largos, las novelas cortas El gran dios Pan de Machen y Los sauces de Algernon Blackwood. La primera, con sus oscurísimas alusiones a monstruosas cirugías cerebrales, orgías y bestialismo, no es solamente una obra cumbre del género macabro, sino una obra muy adelantada a su tiempo y en mi opinión uno de los mejores relatos que produjo el Londres eduardiano. También es posiblemente el único texto del libro que esté a la altura de las obras mayores de Lovecraft. Los sauces, igualmente conocida, es una novelita que ha cautivado siempre por sus resonancias animistas y vagamente jungianas, incluyendo sacrificios humanos y un itinerario mistérico por el río Danubio.

La muerte de Halpin Frayser de Ambrose Bierce sorprenderá a quienes no conozcan al autor por su forma de llevar el lenguaje al límite de lo paródico, y por la sutil sorna con que cuenta la historia de un náufrago que regresa a su pueblo natal para ser víctima de un cómico crimen familiar de ultratumba. M.R. James contribuye con El conde Magnus, un previsible cuentos de aparecidos escandinavos. Clark Ashton Smith ofrece El final de la historia, un rimbombante pastiche romántico increíblemente truculento y plagado de abadías, súcubos y sátiros. De profundis de Walter de la Mare es un precioso cuento simbolista sobre un pobre diablo que hereda la mansión de su tío, incluyendo un contingente de mayordomos fantasmales y otras sorpresas, y que acaba encontrando en la casa un trasunto de su psique, así como la muerte violenta de rigor. Y así hasta la quincena de textos del volumen, que se cierra, no sin astucia, con El testimonio de Randolph Carter del propio Lovecraft. Y digo no sin astucia porque probablemente el ciclo de Randolph Carter sea lo más parecido que escribió Lovecraft a los antepasados literarios que se reúnen en esta antología, o lo que es lo mismo, lo menos lovecraftiano.

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Por supuesto, lo gracioso de El horror según Lovecraft es que no es realmente una antología de los antecedentes e influencias de Lovecraft, sino de los antecedentes e influencias que Lovecraft CITABA. Todo el mundo sabe cómo son los escritores con estas cosas, y el ermitaño de Providence no era ajeno a la ansiedad de las influencias. Así pues, aunque Molina Foix en el prólogo ya avise de que en la antología no han podido figurar por cuestiones de extensión o de derechos autores como Ann Radcliffe, M.G. Lewis, E.T.A. Hoffman, William Hope Hodgson, Mary Shelley o Poe, el problema en mi opinión es que a Lovecraft no se lo puede entender correctamente sin una serie de autores a los que o bien no mencionaba para nada o de los que hablaba con desdén. Los dos casos más flagrantes son Freud y Wells.

Sin Freud, a quien Lovecraft llegó en insultar en su correspondencia, está más que claro que no habría existido En las montañas de la locura. En sus relatos, Lovecraft pone en juego hasta la saciedad los mecanismos de denegación psicológica, la compulsión de repetición, la simbología de los sueños, los lugares soterrados o inaccesibles como metáforas del inconsciente, la cultura entendida como represión de pulsiones… La lista de motivos freudianos en su obra es demasiado larga. Respecto a Wells, hay pasajes de La máquina del tiempo o El país de los ciegos que Lovecraft fusiló docenas de veces. De hecho, me parece claro que los romances científicos de Wells, junto con Freud, son la mayor influencia en la obra de Lovecraft a partir de 1927. Se puede ver claramente, en mi opinión, en textos como “La llamada de Cthulhu”, “El color que cayó del espacio”, “En la noche de los tiempos” o “El que susurra en la oscuridad”.

En última instancia, El horror según Lovecraft es una constatación dolorosa de lo poco preparado que estaba el mundo para Lovecraft, y, en especial, del abismo que lo separa de sus predecesores en el género de horror. Como he dicho, la sensación de que tras Lovecraft ya no hay vuelta atrás, de estar en un pasillo cuya puerta de entrada se ha cerrado, es tan pasmosa al leer estos textos que es fácil perder la paciencia con tanta pamplina de cementerios, fantasmas y sátiros. A partir de 1927, Lovecraft escribe literatura del futuro. Parece poseído, como el profesor Peaslee de En la noche de los tiempos,  por un ser de otra galaxia o de otra época. Es entonces, a partir de La llamada de Cthulhu, cuando nace su modo visionario. Cuando se puebla de figuras, visiones y monstruos que no pertenecen a la tradición del terror sobrenatural. De hecho, no pertenecen a ninguna tradición. Los ecos de Wells, Poe o Freud están ahí, pero en el marco de alguno mucho más grande e indefinible, de algo que ya funciona con un motor propio y avanza por regiones sin explorar. Sus relatos son visiones no mediadas por la tradición y ni siquiera por la mente consciente. Material de sueños. Intuiciones de lo numinoso y lo sagrado. En este punto, Lovecraft ya no tiene nada que ver con los Dunsany, Blackwood y compañía. Tiene mucho más que ver con autores que hundieron los dedos en el abismo de la psique humana y del tiempo sagrado: Blake, Freud, Jung.

El horror según Lovecraft es el compañero perfecto para El horror sobrenatural en la literatura, y una estupenda antología de relatos de género, pero tiene muy poco que ver con la narrativa de Lovecraft. Es más, da un poco de escalofrío al hacernos pensar en cómo habría sido el mundo sin Lovecraft. En todo lo que ahora nos faltaría. De Stephen King a China Mieville, de Cronenberg a Prometheus… Nuevamente, la lista es demasiado larga. La feliz reedición de esta antología es un recordatorio de ese mundo que podríamos haber tenido sin el ermitaño de Providence. Un vislumbre del mundo antes de Lovecraft. Una advertencia, un “What if…?” de aquellos que publicaba la editorial Marvel. Y precisamente por todo lo que no hay en ella, también es un recordatorio de la grandeza y el poder de Lovecraft.

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Sobre Javier Calvo:

Javier Calvo es uno de los mejores narradores y traductores de la literatura independiente escrita en español. Ha sido a su vez traducido a distintos idiomas, como el italiano, el alemán o el inglés. Su última novela, El jardín colgante, ganó el Premio Biblioteca Breve convocado por Seix Barral. También ha escrito, entre otras, Corona de flores, Los ríos perdidos de Londres o Mundo Maravilloso.

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