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El murmullo de las ovejas (o de los intelectuales)

El murmullo de las ovejas (o de los intelectuales)

Por Recaredo Veredas

En la última página de Mi último suspiro, su libro de memorias, Luis Buñuel expresa un único deseo post mortem: levantarse del sepulcro cada diez años para leer los periódicos e informarse del vertiginoso avance de la sociedad. Si tan peculiar pretensión le hubiera sido concedida habría disfrutado o sufrido con grandes sorpresas, como los avances en las tecnologías de la información, pero también se habría llevado enormes decepciones, como la indiferencia de los intelectuales ante el desguace de los escasos derechos de la sociedad a la que representan.

En su muy recomendable libro de memorias, Buñuel dedica amplios capítulos a sus años juveniles, entre los que destacan su estancia en la Residencia de Estudiantes y su adscripción al movimiento surrealista. No quiero caer en la típica nostalgia por tiempos no vividos pero resulta obvio que en el ambiente artístico de aquella no tan lejana época bullía una efervescencia y un deseo de intervención ausente, tal vez desde el chasco del 68, en el mundo artístico actual. Un entorno dominado por la búsqueda, más bien la caza, de los escasos huecos que deja el mercado. Los creadores deben competir por un minúsculo nicho con los nuevos talentos y con los que ya han llegado. Ya han llegado pero no saben si pueden quedarse porque no existe el descanso: hay que demostrar la valía -y la rentabilidad- obra tras obra. Solo unos pocos pueden permitirse un (uno solo) fracaso.

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Apenas existió un liderazgo intelectual en el ya olvidado 15M, camuflado en una opción asamblearia que ya ha demostrado su inviabilidad. Tampoco ha existido un liderazgo intelectual en la contestación a, por ejemplo, la ley del aborto o a la creciente precariedad de un sector cada día más amplio de la sociedad. Porque posiblemente sea  cierto que el desempleo está disminuyendo pero lo hace gracias a salarios situados al borde de la miseria y a la huida de los más preparados. Por eso empezamos a ser competitivos: porque los salarios de los trabajadores españoles se aproximan a los del antes llamado tercer mundo.

¿Cuáles son las causas de que nuestros más afamados intelectuales guarden silencio o protesten cobijados en sus tribunas, cada vez menos influyentes? Es decir, de que no salgan a la calle. Supongo que en cada caso existirán motivos diferentes pero también intuyo que el famoso Hijo, no te signifiques sigue oculto en la médula de nuestra sociedad, incluso en sus clases supuestamente más preparadas e independientes. Porque un artista es, incluso en los casos de mayor fortuna, un profesional con una retribución baja y, como tal, no puede enemistarse a cara de perro con un enemigo tan potente como el estado. Un estado que puede mejorar su mediocre cuenta corriente gracias a las subvenciones, a los cargos públicos y a los cada vez menos numerosos saraos alrededor del mundo. Quien habla del estado lo hace también de las multinacionales -de misteriosos y ubicuos intereses- que polarizan el mundo editorial y periodístico. La actitud conveniente de un intelectual es una tímida protesta, que mantenga su imagen progresista y no le enemiste en exceso con los patrones.

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Franco afirmaba, y no le faltaba razón, que su gran obra fue la clase media española. Una clase media satisfecha de sí misma y, sobre todo, miedosa, que bajo ningún concepto pondría en juego los objetivos alcanzados, aunque los perdiera. Si no hubiera sido por tan notable y apacible legado, ni Zapatero ni Rajoy podrían haber acometido la destrucción sistemática de nuestro parco bienestar y el dictado de leyes restrictivas de los derechos individuales, por cuya supresión apenas protestan 300 personas, que regresan a sus casas apaleados y frustrados.

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Sobre Recaredo Veredas:

Licenciado en Derecho. Máster en Edición. Reseñista en numerosos medios, como Quimera, ABC, The Objective, Política Exterior o Qué Leer. Profesor en la Escuela de Letras. Fundador, junto a otros, de Culturamas y creador de micro-revista. Autor de los libros de relatos Pendiente (Dilema Nuevos Narradores, 2004) y Actos imperdonables (Bartleby, 2013), del manual Cómo escribir un relato y publicarlo (Dilema, 2006), del ensayo No es para tanto (Silex, 2019), de los poemarios Nadar en agua helada (Bartleby, 2012) y Nadar en agua helada (Bartleby, 2019 y de la novela Deudas vencidas (Salto de página, 2014).

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2 Comentarios

  1. miguel ángel yusta
    24/01/2014 at 10:38 · Reply

    “…la indiferencia de los intelectuales ante el desguace de los escasos derechos de la sociedad a la que representan.”
    He ahí una verdad con peso específico.

  2. José Luis
    25/01/2014 at 12:50 · Reply

    Un artículo interesante. Enhorabuena.

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