Entrevista a David Torres

Por Lorenzo Rodríguez Garrido

Gila era un símbolo del español de la época

 

Desde que en 2003 quedara finalista del premio Nadal con El gran silencio, primera entrega protagonizada por Roberto Esteban (otrora boxeador que a punto estuvo de alcanzar la fama, ahora reciclado en matón a sueldo) y que continúa en la emocionante Niños de tiza he leído todo lo de David Torres que ha caído en mis manos. Mediante una escritura directa, concisa, que no rehúye el fogonazo poético, la greguería ramoniana, con resonancias de Marsé y de la literatura clásica, Torres es uno de los más brillantes escritores del momento. El mar en ruinas, un prodigio de novela, atestigua lo que digo.

Ahora regresa con Todos los buenos soldados (Planeta), ambientada en la guerra de Sidi Ifni y protagonizada por el cómico Miguel Gila («¿Es el enemigo? ¿Ustedes podrían parar la guerra un momento?») que, sospechoso de haber cometido una serie de asesinatos, se verá convertido en una especie de Sherlock Holmes para hallar al verdadero culpable. Un elenco de personajes bien trazados (especial atención merece Adela: compleja, ambigua, misteriosa, centro verdadero sobre el que gira la trama) pulula por este thriller color verde legionario que, una vez leída la primera página, no se puede abandonar hasta el final.

¿Cómo surge esta novela?

Surgió de una especie de reto que me propuso Fernando Marías cuando me dijo que Gila había ido a animar a las tropas españolas sitiadas en la Nochevieja de 1957. Se le ocurrió que Gila podía hacer de detective en un entorno militar y de ahí la historia.

¿Quiénes son los buenos soldados de esta historia?

Los anónimos. Los soldados de reemplazo que fueron allí mal adiestrados y peor equipados. Los legionarios y los paracaidistas que sabían que iban vendidos. Los saharauis que peleaban por su libertad y que acabaron engañados. La tropa estafada, como en todas las guerras.

Los legionarios que aparecen tienen apellidos que indican distintas procedencias. ¿Qué tipo de gente recalaba entonces en La Legión?

Pues gente de todo tipo. Desde analfabetos a universitarios, como en mi novela. Había delincuentes reciclados y también había militares de una pieza, hombres con ganas de aventura y ansias de hacer carrera.

¿Has hablado con legionarios?

Conocí al coronel Benito Gallardo en Melilla, un hombre bueno y amable que nos llevó a Rafael Martínez Simancas y a mí por los escenarios del Rif, y que es algo así como la antimateria del coronel Ledesma de mi novela.

Tenemos muy poca literatura que trate los conflictos de España con África. Me viene a la cabeza Imán de J. Sender, El nombre de los nuestros de Lorenzo Silva…

Sí. Dos grandes novelas. Yo añadiría también Doce balas de cañón, de Rafael Martínez Simancas, que trata del sacrificio inútil de Igueriben.

¿Por qué el franquismo silenció la guerra de Sidi Ifni?

Por muchas razones, principalmente porque iba contra la propaganda que vendía el régimen de la buena relación con las colonias en el norte de África. También porque reveló el aislamiento internacional de Franco, sus malas relaciones con los Estados Unidos y que al final derivaron en una alianza con Francia, enemigo tradicional. Por último porque mostraba la dejadez y abandono con que el Caudillo trataba al estamento militar. Aquellos soldados en alpargatas no eran más que un pálido reflejo del abandono y la miseria en que tenía al país.

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La pareja que forman Gila y Asnaola vendría a ser una especie de Holmes y Watson.

Esa era la idea, aunque no se sabe muy bien cuál de los dos es Holmes y cuál Watson. Yo diría que todas las parejas literarias, incluso las de detectives, tienen algo de Quijote y Sancho.

¿Qué tiene Gila que cae bien a todo el mundo?

No se sabe y eso es lo bueno. Si hubiera una fórmula, ya alguien se habría preocupado de patentarla. Está su innegable genio como humorista y su talento de escritor. Pero yo creo que, por debajo, el público percibía una especie de honestidad, de desamparo, de perplejidad que lo volvieron un símbolo del español de la época.

Adela es el centro de la novela. Es un personaje complejo, ambiguo, supongo que difícil de plasmar.

Fue el más difícil por diversas razones; entre ellas, que es una mujer rodeada de hombres en un mundo esencialmente militar y regido por códigos viriles. Sólo cuando ya había terminado la novela comprendí que era una imagen de la mujer española de la época, condenada a la soledad, juguete de los hombres, víctima de la historia.

Es una especie de metáfora de la España de entonces. Bueno, de la España de siempre.

Adela es un poco la solterona de Gila, aquel número terrible de Gila en que el médico le decía a la parturienta: “No es niño ni niña: es una solterona”. Y es que una mujer soltera en la época sólo podía meterse a puta o a monja. Sin la sombra de un varón, no había más roles.

Tus novelas, tus escritos, siempre destacan por su estilo literario. Es un estilo narrativo, claro, pero muy rico, lleno de matices, de imágenes, de greguerías. ¿Te sale de forma natural o lo trabajas durante la reescritura?

Creo que el estilo debe ser natural, debe fluir de uno. Faulkner era barroco por naturaleza y Hemingway escribía esas frases simples, directas y llanas. Si Faulkner hubiera intentado ese fraseo corto, habría sido una traición a su estilo y su prosa hubiera resultado retorcida y torturada. Tanto como si Hemingway hubiera cometido la locura de acometer uno de esos descomunales párrafos faulknerianos.

Es un estilo muy influido por Marsé. La Odisea (recordemos El mar en ruinas) también te influye a la hora de estructurar las novelas. También la música clásica.

Me gusta mucho la frase de Marsé, pero también me gustan mucho Cortázar, Torrente Ballester o Anthony Burgess, que para mí es un novelista que lo tenía todo. La mitología y la música también pesan lo suyo cuando me pongo a escribir una novela. Yo creo que todo influye: el cine, la cocina, las conversaciones que oigo por la calle.

Cuando escribes una novela, ¿qué plan de trabajo utilizas? ¿La planificas, improvisas durante la escritura, etc.?

No suelo planificar mucho. Sé dónde quiero llegar, pero no qué camino voy a tomar. A veces me gusta tomar atajos, a veces doy un rodeo atravesando tres países. El acto de la escritura es donde se revela verdaderamente lo escrito. Lo demás es ir a oscuras.

¿Qué estás escribiendo ahora?

Las respuestas a esta entrevista. No puedo decir más porque no tengo mucha idea.

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Sobre Lorenzo Rodríguez Garrido:

Lorenzo Rodríguez es un joven periodista y divulgador cultural. Fue uno de los fundadores de la revista Culturamas y es director editorial de la revista Otro Lunes. Ha colaborado con varias editoriales en labores técnicas y creativas.

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