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Entrevista exclusiva a David Vann

Entrevista exclusiva a David Vann

Por Elvira Navarro

Escribo tragedia griega. Sobre personajes descontrolados que actúan en contra de sus propios intereses.

 

El fenómeno David Vann irrumpió en España en 2010 de la mano de Sukkwan Island, libro que, sin ser autobiográfico, está cerca de la vida del autor, cuyo padre se suicidó después de que el preadolescente Vann se negase a vivir con él en una isla de Alaska. Desconocía este dato mencionado en buena parte de las reseñas sobre la novela. Leí en su día Sukkwan Island y me gustó sin entusiasmo, así que no investigué sobre el autor. Cuando me propusieron hacerle esta entrevista, acepté movida por un interés que tenía más que ver con el personaje mediático que con su obra. Fue así hasta que leí su nuevo libro, Tierra, casi de una sentada. Me admiró lo lejos que el escritor norteamericano había sido capaz de llevar el odio. No es fácil explorar sentimientos extremos sin recurrir a la contención, que siempre salva del ridículo. Y aquí no hay contención en las acciones de los personajes. Tierra es una snuff-movie vocacional; en ella la salvajada es necesidad.

Me sorprenden la sencillez y la modestia de David Vann, que no aparenta los cuarenta y seis años que tiene. Estamos en una suite del hotel Vincci Soma, en la madrileña calle Goya. Cuando entro, todavía no ha terminado de posar para un fotógrafo del diario Público. La habitación tiene una terraza con vistas al cielo y los tejados de la capital. Las fotos del autor que a partir de hoy van a circular por la red tendrán todas el mismo fondo de un Madrid lluvioso eclipsado por un Vann sonriente, o quizás serio, los ojos azules y enormes, la franqueza. Cuando se sienta frente a mí se muestra curioso. Tengo suerte de estar aquí a primera hora, de no pillarle tras cinco entrevistas, con las palabras saliendo de su boca como mantras sin sentido. Por su disposición, incluso diría que le gustan las entrevistas. Terminan las presentaciones y disparo.

En Sukkwan Island explora la relación entre un padre y un hijo, y en Caribou Island, que confieso no haber leído,  hace lo mismo con una pareja según he podido comprobar en algunas reseñas. En su nuevo libro, Tierra, el protagonismo lo tiene la madre. ¿Qué diferencia le ha supuesto con respecto a las anteriores relaciones? ¿Es más fácil o más difícil abordar la figura materna?

Yo abordo en los libros relaciones primordiales o primarias. Mi nuevo libro, Tierra, está cerca de las tragedias griegas, donde los personajes siempre terminan rebelándose y mostrando quiénes son realmente. Se quitan la máscara. No había planeado escribir sobre mi madre, y hacerlo me turbaba porque la relación con mi madre todavía existe, ella no se ha muerto. Entre todas las relaciones de mi vida, la que tengo con mi madre es la que menos entiendo, la que me resulta más aterradora, pues a pesar de que nos queremos nuestras conversaciones pueden llegar a la locura, a que experimente hacia ella una rabia que no siento hacia ninguna otra persona. Me da vergüenza; tendría que haberme llevado bien con mi madre y haberla querido de forma plena, sin odio. Por otra parte, en este libro ya no sé quién soy. ¿Hay algo bueno en mí o soy un monstruo? Los personajes tienen una relación difícil, y a través de ellos veo lo que creo que podría ser capaz de hacer. En este sentido, el proceso de escritura de Tierra ha sido el más potente. También he comprobado que el personaje principal, Galen, no cae simpático, a diferencia del adolescente de Sukkwan Island, con quien el lector empatiza porque le ve como a una víctima de su padre. Galen es más complejo. No sólo es una víctima de su madre y de su tía, quienes castigan a través de él al patriarca, sino que él también se ceba con su familia mostrándose insoportable. Galen es un narrador que no gusta, incómodo para el lector, aunque por otra parte, y en la medida en que hay una burla de la filosofía de la Nueva Era, el libro se hace ligero. Tierra descarga un poco su dramatismo gracias al humor y a las payasadas que hace Galen intentando trascender sus circunstancias familiares a través de las prácticas y las creencias New Age. Es un retrato de la persona que yo era a los dieciocho años, cuando me reunía con otros para meditar o para caminar sobre brasas. Otro elemento del libro es la ridiculización del deseo sexual masculino, que es un deseo sin ninguna dignidad. Galen se somete a las humillaciones sexuales de su prima con tal de follar.

Tengo la impresión de que sus libros son complementarios. Todos exploran distintas facetas de un fracaso radical, extremo, que sólo se da en las familias. ¿Tenía una visión unitaria sobre su proyecto, o éste ha ido emergiendo conforme se adentraba en el tema?

La escritura de los libros no obedecía a ningún plan previo. No sabía de qué iban a tratar. En Caribou Island ni siquiera sabía que iba a haber siete puntos de vista. También ignoraba de qué iría la segunda parte de Tierra. Sólo al abordar la escritura de mi siguiente libro he sido consciente de estar escribiendo una tetralogía cuyo tema de fondo es la religión. Sukkwan Island empieza con el génesis, en Tierra abordo el New Age, y en mi próximo libro hablaré (lo dice riéndose a carcajadas) de la Santísima Trinidad. Es extraño, porque yo soy ateo. Por otro lado, estos cuatro libros abordan cuatro de las relaciones más importantes de mi vida. La única relación importante sobre la que no he hablado es la que tengo con mi hermana.

¿No cree que el ateísmo y la religión se tocan?

Creo que la religión es una necesidad. Cuando estaba en el instituto probé muchas religiones, y al llegar a la universidad ya no pude creer en nada. El ateísmo no es satisfactorio. Se trata de una creencia que no puede reemplazar a la religión.  Gracias a la religión, todos los actos de tu vida y las personas a las que conoces tienen sentido. La religión te hace creer que todo sucede por algo. Cuando yo creía, vivía como si mi existencia fuera una novela en la que el centro era yo. Ahora, y aunque no es lo mismo, lo único que me satisface del mismo modo que antes lo hacía la religión es la escritura, que en mi caso nace del inconsciente. Todas  las mañanas me sumerjo en mi inconsciente.

¿Le cuesta trabajo escribir?

No. Escribir me encanta. Cuando me siento no sé adónde voy, y todos los días descubro algo. Después de cinco o seis meses escribiendo a diario, me canso. Pero me entusiasma ir descubriendo la estructura del libro, los patrones… Me da la impresión de que mi vida se hace a través de los libros. El tiempo de escritura pasa muy rápido, y no lo considero un trabajo al uso, un empleo. Hay una entrega total de mí mismo, es un poco como si me absorbieran, pero nunca siento que sea difícil. Mi único temor es quedarme sin esta experiencia. Ni siquiera temo que la gente deje de leerme; mi pavor es no poder volver a sumergirme en la escritura. Desde hace cinco años he escrito un libro al año, y ha sido la mejor experiencia de mi vida.

¿Siempre le ha resultado tan fácil escribir?

No. Con el primer libro me tiré diez años y luego nadie lo quiso publicar. Mi decepción fue tan grande que durante los cinco años siguientes me empleé como marinero. Pensé que no volvería a escribir.

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¿Y a qué se debió el cambio? ¿Cómo logró pasar de la imposibilidad a la facilidad?

Tras esos diez años en los que infructuosamente traté de escribir sobre mi padre comencé Sukkwan Island, y a la mitad del libro se produjo un punto de inflexión que me permitió leer todo lo que había escrito como si no fuese yo el autor. Pude ver toda la opresión de la estructura, que no coincidía con lo que creía haber escrito.  A partir de ese momento pude escribir desde otro lugar.

El cuerpo y su relación con la tierra cobran especial relevancia en su nuevo libro. El joven protagonista pasa horas abrasándose al sol, sufre una suerte de anorexia vegetariana, se deja golpear por su prima de diecisiete años, y en todo ello hay un intento de dejar atrás la materia.

Galen quiere liberarse de su cuerpo, abandonar la materia, pero al mismo tiempo se obsesiona con el sexo, la comida… Al final su meditación es la tierra. Es en la tierra donde abandona su cuerpo para entrar en la filosofía. El libro trata también de cómo la filosofía permite la brutalidad. La filosofía es lo que posibilita que no le des agua a tu madre aunque se esté muriendo de sed, porque te proporciona argumentos. Y luego está la religión, que además de justificar la barbarie, permite que te sientas bien tras cometer atrocidades.

En Tierra hay continuas referencias a Siddhartha, la novela de Hermann Hesse. Sin embargo, no llega ninguna liberación. ¿Es Tierra un anti-Siddhartha?

Sí. En lugar de encontrar en el agua la paz y la quietud, el personaje medita sobre el polvo de la tierra, que es lo más bajo, y no escapa de nada, se convierte todo en una gran tragedia, pues pierde a la persona que más le importa: su madre. Tierra no es una novela sobre la importancia del desapego, más bien al contrario: trata sobre la importancia del apego, de saber ver de quiénes no podemos prescindir, a quiénes no nos podemos permitir perder. Aquí el peligro es el desapego.

Tanto en Sukkwan Island como en Tierra los hijos entienden mejor a sus padres, y son menos crueles con ellos. Usted rompe el tópico según el cual la razón y la comprensión están del lado de la madurez.

Yo escribo tragedia griega. Escribo sobre personajes descontrolados que actúan en contra de sus propios intereses. La tía de Galen no fue protegida cuando era niña; ahora ella intenta proteger a su hija y lo que acaba haciendo es maltratarla. La madre de Galen quiere construir una relación nueva y no dañina con los hombres a través de su hijo, y al final termina castigándole por los hechos del padre. Además lo trata como a un pseudomarido. No quiero decir que los padres sean siempre malvados, pero en este libro se dejan llevar por su inconsciente, y eso está ya en las tragedias griegas: la gente que más se quiere es la que más se hiere. No creo que haya una diferencia entre padres e hijos, sino un legado que se hereda, un legado que procede de un varón. Esto que digo puede resultar chocante en Tierra, que podría ser considerado como un libro antifeminista. Sin embargo, y aunque no sea evidente, Tierra trata sobre el legado de violencia de un varón, del patriarca. En todos mis libros hay un examen de los hombres. Yo soy un hombre y no puedo ser feminista a la manera en que lo es una mujer, pero aún así tengo que criticar el legado nefasto de los hombres. Por ejemplo, en Sukkwan Island el padre culpabiliza a la mujer y también al hijo por discutir como una mujer, pero el responsable de lo que ocurre es él, el hombre. Creo que como siga hablando de esto voy a perder lectores masculinos.

¿Cuáles son sus autores de referencia?

Para Sukkwan Island escribí unos quince relatos, y en cada uno de ellos sabía qué escritor me influenciaba. En esos relatos estaba Raymond Carver, Gabriel García Márquez, Elizabeth Bishop, Faulkner, McCarthy, Flannery O`Connor…

El estilo en Tierra está dominado por la parquedad.

Escribo con frases cortas, y quito los verbos cuando puedo. Esto procede de la mente lingüística anglosajona, que pretende captar el mundo a través de unidades de contenido. Galen huye de la mediación cultural lingüística.

¿Le influye el éxito a la hora de escribir?

Estoy maravillado y muy a gusto con el éxito. No me afecta porque yo ya escribía, pero mi vida ha mejorado enormemente. Tengo más tiempo para escribir, y eso es un regalo. Un escritor necesita un golpe de suerte. Soy también consciente de que mi suerte puede cambiar. Además, cuando te traducen conoces a escritores y a periodistas de otros países, y eso ha ampliado mi horizonte de forma impresionante. Ahora estoy conversando con un mundo literario, mientras que antes estaba completamente aislado.

Dice usted en algunas entrevistas que el paisaje es fundamental en sus libros porque encarna la subjetividad del personaje. Ha venido ya varias veces a España. ¿Qué le sugiere el paisaje español? ¿Qué tipo de protagonistas cree que habitaría un paisaje como el nuestro?

He viajado por España en tren y he visto sus paisajes secos y desiertos, parecidos al paisaje americano. Puedo imaginarme aquí a Galen como en California. Supongo que debe de haber españoles enloquecidos cuando llega el verano…

 Su literatura me recuerda a las esculturas hiperrealistas del australiano Ron Mueck, que hace estatuas gigantes sin ahorrarse detalles. Su acercamiento a los protagonistas, a sus cuerpos y a sus miserias, destruye la distancia educada de un realismo más burgués, donde el sudor no molesta. Aquí hay sangre, flujos, olores, fealdad y dolor a raudales. Y a pesar de ello, de que no es una lectura complaciente, sus libros han sido best sellers. ¿Cómo se lo explica?

No conozco a ese artista, pero entiendo lo que dices. En mis libros destruyo sueños. Destruyo el sueño americano con relación al paisaje, ese sueño de los trascendentalistas americanos y los románticos británicos que suponían bondad en la naturaleza. También destruyo los sueños de gente muy cercana a mí, como mi madre, que tenía la ilusión de ser especial y de llegar a construir una familia maravillosa. A los americanos no les gustan mis libros por este motivo. Es más, los detestan. Hay críticos que se han visto obligados reseñarlos porque se habla de ellos en Europa, y todos dicen lo mismo: los libros de David Vann están bien, pero no los lean. Sólo en Europa los lectores quieren seguir leyendo tragedias griegas. Los americanos no quieren mirar las cosas muy de cerca; en cambio, yo soy hiperrealista, me acerco mucho a los personajes y el mundo desaparece.

¿Conoce la literatura española? ¿Qué autores le gustan?

Tuve ocasión de leer la antología de narradores jóvenes de Granta, donde había autores españoles y latinoamericanos. Me sorprendió la variedad. Sé que lo publicado en esa antología es sólo una pequeña muestra, y que por tanto mi opinión es parcial.  Tras leer la selección, pensé que el punto fuerte era al mismo tiempo el punto flaco. Me refiero al hecho de que muchos relatos se centraban más en lo metaliterario, lo cual hace que la visión que abarcan estos narradores sea más amplia, aunque al mismo tiempo menos íntima. Diría que esa era la característica general. Había una mayor autoconsciencia literaria. Yo creo que los americanos nos centramos demasiado en la familia, y que nuestra visión es más limitada.

Muchas gracias.

Joven novelista, cuyas dos primeras novelas son La ciudad en invierno (Caballo de Troya, 2007), por la que fue reconocida como Nuevo Talento FNAC y La Ciudad Feliz (Mondadori, 2009), que mereció el Premio Jaén. Ha aparecido en la antología Granta de nuevos narradores en lengua española.

Nacido en Alaska es profesor en la Universidad de San Francisco y uno de los autores más intensos de la joven literatura norteamericana. Ha sido traducido a 18 idiomas. Su amor por la tragedia se concreta en sus tres novelas: Sukkwan Island (Alfabia), Caribou Island (Mondadori) y la última y objeto de esta entrevista Tierra (Mondadori)

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Sobre Elvira Navarro:

Joven novelista, cuyas dos primeras novelas son La ciudad en invierno (Caballo de Troya, 2007), por la que fue reconocida como Nuevo Talento FNAC y La Ciudad Feliz (Mondadori, 2009), que mereció el Premio Jaén. Ha aparecido en la antología Granta de nuevos narradores en lengua española.

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