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Entrevista a Luisgé Martín

Entrevista a Luisgé Martín

Por Marina Sanmartín

Que todos mis personajes sean infelices es coherente con mi forma de ver el mundo.

 

Podría ser ya una mañana de invierno. Es miércoles, pasa del mediodía. El sol no calienta demasiado y ya no hace tiempo para que la gente llene las terrazas de Santa Ana. Cruzo la plaza y, por la calle del Príncipe, me dirijo al Café de las Letras. En un intento por desengancharme de mi adicción a Philiph Glass, escucho la banda sonora de Cisne negro, compuesta por Clint Mansell, y pienso que la música puede contribuir a la determinación del asesino; pienso también que Mansell sería un buen compositor para la historia que cuenta Luisgé Martín* en La mujer de sombra. Acudo a su encuentro.

Hemos quedado a las doce y media. Yo llego antes, arropada por el sonido de los pitos de una manifestación en defensa de la sanidad pública que amenaza con cortar  la Gran Vía. Cuando Luisgé abre la puerta del local, puntual como un reloj, delante de mí ya hay un café con leche un tanto tardío y todas las herramientas necesarias para la entrevista. Por un momento, mientras él se quita el abrigo y pide un refresco, me siento un cirujano a punto de operar, con la capacidad para rasgar la realidad como si se tratara de la pantalla de un cine y adentrarme en la ficción perversa de su obra.

Luisgé Martín (Madrid, 1962), autor que nunca ha dejado de cultivar el cuento (con Los dientes del azar, acaba de ganar la última edición del Premio Vargas Llosa NH de relatos), va por su quinta novela. Irrumpió en el panorama literario español en 1989, publicando con Alfaguara Los oscuros, un conjunto de narraciones cortas escrito en cuarenta días, cuyo notable éxito despertó su “miedo escénico” y  convirtió su primera novela, La dulce ira (Alfaguara, 1995) “en un claro y puro ejercicio de estilo tan brutal, que absorbió el texto por completo. Desde ese momento y hasta hoy, hay en mi trabajo un deshojamiento cada vez mayor”, un intento por liberar la escritura de una corrección excesiva que amenaza con ahogarla, que llama demasiado la atención del lector. El resultado, de una belleza extraña, encerrada en sí misma y alejada del nominalismo, es La mujer de sombra, que ha salido con Anagrama; editorial que, en 2013, también se hará cargo de su próximo proyecto.

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LA SENSACIÓN DE AUSENCIA

Le pregunto cómo surgió el argumento, protagonizado por Eusebio, a quien su amigo Guillermo, felizmente emparejado y con un hijo, le confiesa que tiene una amante, Marcia, que lo somete en cada cita. Tras la muerte inesperada de Guillermo en un accidente, Eusebio decide buscar a Marcia para hacerle saber lo que ha ocurrido, que Guillermo no volverá más. De forma inevitable, la imagina como la ama que le han descrito, pero lo que se encuentra, una mujer “normal”, en la que no se intuyen las escenas que su amigo le ha contado y de la que se enamora al instante, lo desarma por completo y sirve como punto de arranque para una trama que engancha desde la primera página.

“Con esta novela he funcionado como funciono con los cuentos, se me ha ocurrido primero la anécdota, cuando lo que habitualmente me llama la atención es un tema para el que busco una historia y materiales narrativos que lo sostengan”.

En este caso, Luisgé no sabe precisar el momento concreto en que surgió la idea para La mujer de sombra, pero está convencido de que existió: “¿Qué ocurre cuando alguien que participa en una relación adultera muere y el otro no lo sabe? Quería explorar esa sensación repentina de ausencia”.

Y también el hecho de que “las personas normales tienen una vida, aunque no necesariamente interesante, sí oscura; reprimida por lo general. Estoy convencido de que, desde el más mosquita muerta al más osado, absolutamente todos, tenemos cosas que no compartimos con nadie”… y es por eso que todos mentimos, aunque sea por omisión, aunque puntualmente hayamos intentado con alguien a quien hemos querido no guardar ningún secreto.

Me habla con una templanza extraordinaria. Tiene los ojos azules y las rayas de su camisa también son de color azul; y es quizá ese tono moderado, su postura inclinada hacia delante en una muestra inconfundible de interés por mis preguntas, que se agradece, lo que refuerza por contraposición el significado desnudo de su mensaje. Acepta mi interpretación del texto cuando le digo que tengo la sensación de haberme enfrentado, durante la lectura, a un catálogo de infelicidades: “que todos mis personajes sean infelices es coherente con mi forma de ver el mundo. Eso no quiere decir que no haya quien, como yo mismo, responda a un patrón feliz de la sociedad”.

“Esta es la historia de una obsesión pero, a pesar de todo, creo que incluye el único final feliz que he escrito en mi vida, abierto a la esperanza, en el que se da una segunda oportunidad. Para mí los finales son muy importantes y suelo conocerlos desde el comienzo”.

Por supuesto, no vamos a desvelarlo.

Me cuenta también que modela moleskines, que simultanea varias ideas; y que corrige poco, pero escribe muy despacio. Con frecuencia lo hace sobre el amor. Me intereso por el amor perdurable del que habla McEwan, quiero saber si es imposible. Luisgé recurre a Beigbeder y a Sabina, reconstruimos la cita: “Creo en el amor eterno. Dura tres años”.

“¿A qué llamamos amor?”, me dice recordándome su novela Los amores confiados“tendemos a repetir dos esquemas fundamentales: el judeocristiano y el de Hollywood… pero el amor real no es eso: es la sensación que uno tiene de querer compartir su vida con otra persona; algo posible y, por qué no, literario; que incluye infidelidades de todo tipo y no es fácil ni necesariamente estable”.

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El INFIERNO SON LOS OTROS. MÁS ALLÁ DE LA LITERATURA

Tenerlo delante y no interesarse por el mundo riquísimo con el que rodea su literatura y que va más allá sería una estupidez. Tiene un blog que alimenta con frecuencia, El infierno son los otros, cuyo título, al menos para mí, choca con el mensaje de La mujer de sombra, de la que se puede llegar a deducir que el infierno reside en uno mismo; que cada uno alberga y alimenta en su interior su propio infierno. Luisgé me aclara que una y otra idea no son incompatibles: “Es cierto que la novela plantea que el infierno está en nosotros mismos: estamos solos, aunque lo disimulemos a lo largo de toda nuestra vida y a veces lo disimulemos muy bien, pero lo que falla en ese mecanismo de supervivencia que nos montamos son los otros, porque no los podemos controlar”.

No podemos ni manejarlos ni llegar por completo a conocerlos.

Y el blog es mucho más, es poco literario y muy comprometido; razón que justifica mi siguiente pregunta: ¿El compromiso ideológico puede perjudicar a tu literatura? Luisgé lo tiene claro: “Me da absolutamente igual. Trazar una carrera profesional de cualquier tipo, de forma tan perfilada y aséptica que implique renunciar a la propia ideología con tal de alcanzar el éxito es algo que ni me planteo. Considero que la honestidad es un valor y sé, por otro lado, que soy muy bruto defendiendo lo que creo… me gusta serlo, aunque en ocasiones me arrepiento de las cosas que puedo llegar a decir en caliente en una sobremesa”. Bromea: “Estaría más controlado si me medicara”.

Tiene un proyecto de ensayo sobre la sociedad anestesiada en la que vivimos, donde tendemos a respetar la opinión de los tontos, donde opiniones infundadas y preilustradas cuentan y, ojo, todas las opiniones no merecen un respeto; porque cada vez con más frecuencia llamamos opinión a cosas que no lo son. Esto ocurre en la vida política, en la literaria… sufrimos el intrusismo de la fama como valor intelectual; un ejemplo claro es la capacidad de Belén Esteban para crear opinión pública”.

La crítica lo ha emparentado con Tanizaki y yo, para despedirme, le pido que recomiende al lector de su novela otras lecturas que le permitan seguir profundizando en las sombras del ser humano, esas parcelas a las que, aunque nos avergüenzan, somos incapaces de renunciar.

No me dice ninguna.

Lo que hace es contarme un recuerdo de su época en la universidad: “uno de nuestros profesores no se cansaba de repetir que la literatura tiene tres patas: lo que a uno le ha pasado; lo que le gustaría que le pasara y lo que ha leído.  En esta historia predomina lo primero, mi propia experiencia vital y la de los que me rodean”.

De esta manera, aunque la entrevista se termina, mi imaginación permanece alerta.

Fotografía del autor de Germán Gómez.


Autora de La clave está en Turgueniev, recién publicada por Eutelequia, y del blog La fallera cósmica, convertido en libro por Baile del Sol. Es licenciada en periodismo y una narradora tan perspicaz como lírica, tan profunda como divertida.

Cuando mantuvimos esta entrevista, Luisgé aún no había ganado el Premio Llanes de Literatura de Viajes 2013, pero sí lo ha hecho ahora que la publicamos, con su obra “Desde el silencio”. No queríamos dejar de contároslo. Luisgé es filólogo, y ha trabajado como editor o asesor político. Sus obras literarias han ganado numerosos premios. Ha publicado, antes de La mujer de sombra y además de tres libros de relatos, las novelas La dulce iraLa muerte de TadzioLos amores confiados y Las manos cortadas. Mantiene el blog El infierno son los otros.

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Sobre Marina Sanmartín:

Autora de La clave está en Turgueniev, recién publicada por Eutelequia, y del blog La fallera cósmica, convertido en libro por Baile del Sol. Es licenciada en periodismo y una narradora tan perspicaz como lírica, tan profunda como divertida.

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