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Fernando Marías y los Hijos de Mary Shelley. Trazado de una geografía del miedo

Fernando Marías y los Hijos de Mary Shelley. Trazado de una geografía del miedo

Por Marina Sanmartín

El 16 de junio de 1816, un grupo de escritores míticos, entre los que se encontraban Lord Byron, Percy y Mary Shelley, y el médico Polidori, se reunieron alrededor de la chimenea de Villa Diodati para contarse historias de terror. De aquel encuentro junto al fuego, surgió Frankenstein o el moderno Prometeo; y también, casi dos siglos después, “Los hijos de Mary Shelley”, una iniciativa de Fernando Marías que, con cuatro años de vida, ya incluye a 77 autores  y empieza a incorporar a creadores de otras disciplinas artísticas, como la música o la ilustración.

Vanessa Montfort, Raquel Lanseros, Fernando Aramburu, Adrián Gualdoni, Cristina Fallarás, Espido Freire, Sara Morante… estos son sólo algunos de los nombres que han aportado su granito de arena a la montaña en la que se ha convertido el proyecto, cuyo principal objetivo es descifrar la geografía del miedo no con uno, sino con tantos mapas como voces se vayan sumando a la investigación. La brújula, las tres antologías publicadas por Imagine Ediciones: Cronotemia y otras historias de viajeros del tiempo, Shukran, espectros, zombis y otros enamorados  y la protagonista de la reciente segunda edición del Festival de Literatura Fantástica de Avilés, Celsius 232, La soledad es el hogar del monstruo. Las instrucciones: que además de inventarse historias de terror hay que contarlas; narrarlas para el público; subirse al escenario, que puede ser tradicional o improvisado en un viejo cementerio, y recrear la atmósfera de los románticos y la luz de las llamas en el hogar  de una vieja mansión; hay que provocar el escalofrío.

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CÓMO LLEGAR A TRAVÉS DEL TERROR AL ALMA HUMANA

En la biografía que abre su página web, entre una foto en blanco y negro de un bebé, y una en color tomada en la actualidad, puede leerse lo siguiente (sólo esto): “Fernando Marías nació en Bilbao en 1958, y vive en Madrid desde 1975”.

Tengo que investigar un poco más para dar con todos los premios que ha conseguido, entre los que destaca el Nadal 2001, por El niño de los coroneles; el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2006, por Cielo abajo; o el Primavera 2010, por la que hasta la fecha es su última novela, Todo el amor y casi toda la muerte; semejante currículum impresiona  y, aunque he coincidido con él en algunos eventos del mundillo y sí que le he leído, nunca nos hemos tratado; así que, cuando acudo a mi cita con Fernando en la plaza de Santa Ana, un jueves de julio a las seis y media de la tarde, sumergido en un sol abrasador, lo hago atacada por esa clase de respeto que paraliza y obliga a estar permanentemente alerta.

Por eso la sorpresa es aún mayor.

Porque Fernando Marías, deduzco que como todos los hombres inteligentes, me resulta cercano desde el minuto uno, en el que propone que nos dirijamos para grabar la entrevista  al hotel Vincci Soho. Es allí, después de que Begoña Minguito nos someta a una sesión de fotos propia de la revista Vogue, donde delante de un café con hielo y un cuenco de avellanas que amenaza con ser visto y no visto, iniciamos nuestra conversación.

Le pregunto quiénes son Los hijos de Mary Shelley, cómo surgieron; y me sonríe cuando dice: “Tuve una revelación que siempre permanecerá envuelta en cierto halo de misterio;  un día rememorando el episodio de  Villa Diodati y el hecho de que, por culpa de la tormenta y el encierro obligado, surgieran aquellas  historias de terror, me dije: ¿por qué no dar un lema a escritores de nuestro tiempo y proponerles, no sólo que escriban un relato inspirado en él, sino que además lo cuenten al público? Me puse en marcha y la idea fue creciendo, consiguiendo primero el apoyo de Ámbito Cultural, después el de la Feria del Libro de Zaragoza… se fue desarrollando hasta alcanzar las dimensiones de una compañía literaria, me gusta llamarla así”.

Todavía no han salido de España, pero han batido su récord en el Celsius de Avilés, en el que también han participado personajes de la talla de Christopher Priest, autor de El Prestigio, o David Simon, creador de The Wire. El festival ha reunido a más miembros de la compañía que ningún otro evento anterior, y ha supuesto para Los Hijos de Mary Shelley una aproximación definitiva al teatro y la música, con la incorporación, entre otras muchas, del grupo H de Hada a sus intervenciones, una banda especialista en la mezcla del rock y la poesía.

“En nuestro último libro además nos abrimos a la literatura multimedia, y vamos a contar también con el cine, con la televisión… un buen ejemplo es la cubierta de Sara Morante para La soledad es el hogar del monstruo, un relato en cinemascope. En este proyecto tiene cabida todo lo que encaje con el concepto de contar historias del ser humano, del alma humana, del corazón humano… eso es lo que consigue el Frankenstein de Mary Shelley; y lo logra a través del terror.

Por otra parte, es importante darles a los creadores una libertad absoluta, que se refleja en el éxito de los monólogos increíbles de Vanessa Montfort o Cristina Fallarás; y por supuesto en el relato Abril en Estambul, de Espido Freire, la confesión biográfica más terrible que yo he escuchado nunca. He visto a Espido representar su texto ya seis veces y, aunque siempre trato de dar con alguna pista que me indique que es ficción, siempre acabo concluyendo que lo que comparte con el espectador pasó de verdad… y eso me pone los pelos de punta”.

LAS HISTORIAS AMABLES CADA VEZ ME INTERESAN MENOS

Fernando Marías sabe que el mundo editorial, tal y como lo conocemos está agotándose; por eso La soledad es el hogar del monstruo ha salido al mercado con una tirada única de mil ejemplares, de los que cien están sin numerar, todo un objeto de coleccionista cuya misión no es escalar puestos en el top de ventas (no habrá reedición), sino atraer a los lectores más allá de los límites de la hoja de papel e incluirlos en una de las tradiciones más antiguas: la de la narración en voz alta.

Pero, ¡ojo!, me aclara con rapidez cuando quiero saber si esto significa que el autor debe convertirse en una especie de polifacética estrella de Hollywood: “lo fundamental, siempre, es que el escritor escriba, y que lo haga bien. No hay más paso que dar si esta premisa falla”.

Le pregunto qué placer hay en el miedo y me confiesa que, aunque desconoce la razón científica que lo provoca, intuye que el germen de la emoción se esconde en la desobediencia del niño al que le prohíben mirar por un agujero tenebroso abierto en la pared, y mira… ¿Acaso no lo hacemos todos?

“A mí las historias amables cada vez me interesan menos” –continúa- “Pero el terror te puede cambiar la vida, te hace pensar, te pone a prueba y te obliga a hacerte preguntas. Recuerdo que viendo REC, de Paco Plaza, que también colabora en nuestra última antología, estaba solo en casa y hubo un momento en que tuve que parar el DVD… sorprendido por mi reacción me pregunté por qué… está claro que lo que más nos conmueve son el miedo y la épica. Nos sobrecogen”.

En cuanto a los temas, quiero saber en qué se habrían inspirado los habitantes de Villa Diodati si hubieran vivido hoy, y Fernando lo tiene claro: “La actualidad de Frankenstein es muy grande, sólo las costumbres de la época resultan anacrónicas, el modo de hablar del monstruo nos resulta obsoleto… pero, por lo demás, se trata de una historia que nos transmite sentimientos. Eso es la literatura. Los temas son los mismos, y cada vez los veo más ingenuos… el miedo puede provenir incluso del amor, tiene que ver con la metafísica, con la trascendencia del ser…” Para encontrarlo, cualquier lugar es bueno.

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MÁS ALLÁ DE LOS HIJOS DE MARY SHELLEY

Por su atuendo impecable, pantalón claro, camisa negra, para alguien que no le haya escuchado nunca, podría pasar por un hombre conservador, pero me basta nuestro encuentro de media hora para sospechar, imaginar al menos, que la transgresión no le es desconocida. No me parece la clase de persona que se ajusta a los cánones establecidos, más bien al contrario: creo que se rige pon una tendencia subterránea a alejarse de ellos.

Muestra clara es el argumento de Cielo Abajo, la novela que en 2006 le dio el Nacional de Narrativa Infantil y Juvenil, y en la que el protagonista se suicida: “escribir literatura juvenil te permite volver a ser el adolescente que eras. Me encuentro muy cómodo cuando lo hago, me siento más libre. Es divertido y me relaja muchísimo… pero eso no significa que haya que mentir a los niños. Debemos hablarles de lo real; abordar con ellos el lado oscuro de la vida y de la muerte sin ningún temor… hacerles ver que el mundo no siempre es un paisaje con el cielo azul y el mar turquesa”.

Es partidario del lenguaje rotundo y sencillo que, paradójicamente, requiere un gran esfuerzo: “la sencillez es muy complicada de lograr”; y no concibe empezar a trabajar en una historia que no le fascine a él mismo en primer lugar, como la idea de Invasor, la de la sangre del enemigo corriendo por las venas del soldado… una imagen que le perseguía. Por eso la escribió.

“El deber del buen escritor es interesar al lector”. Él tiene previsto volver a hacerlo: sin abandonar su labor editorial, está a punto de empezar su siguiente novela. Confía en que, en 2014, verá la luz y está convencido de que será una obra importante, tanto por lo que se refiere a su trayectoria personal como en su carrera. Le admira la rapidez y facilidad con la que algunos escritores enlazan títulos, encuentran argumentos… “aunque eso no significa necesariamente que sean malos”; de hecho uno de sus favoritos, Georges Simenon, se ajusta a esa descripción; y no se llevaría un único libro si tuviera que exiliarse a una isla desierta, sino todo el catálogo de una editorial que cree que lo está haciendo muy bien: Salto de Página, sello de un texto que le ha gustado mucho y me recomienda: Cenital,  de Emilio Bueso.

Nos despedimos en la calle del Prado, pero yo sigo dándole vueltas a la charla mientras, camino de casa, recorro la calle del León. Hemos coincidido en muchas cosas, pero sobre todo en una: El mal que puede llegar a hacer el ser humano.

Eso es lo que nos da más miedo.

Autora de La clave está en Turgueniev, recién publicada por Eutelequia, y del blog La fallera cósmica, convertido en libro por Baile del Sol. Es licenciada en periodismo y una narradora tan perspicaz como lírica, tan profunda como divertida.

Nació en Bilbao en 1958. En 1990 escribió su primera novela, titulada La luz prodigiosa. Han seguido obras como Invasor, Premio Dulce Chacón de Narrativa Española, Zara y el librero de Bagdag, Premio Gran Angular o el Premio Primavera de 2010, Todo el amor y casi toda la muerte. Tres de sus obras han sido adaptadas al cine.

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Sobre Marina Sanmartín:

Autora de La clave está en Turgueniev, recién publicada por Eutelequia, y del blog La fallera cósmica, convertido en libro por Baile del Sol. Es licenciada en periodismo y una narradora tan perspicaz como lírica, tan profunda como divertida.

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