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Génesis estética

Génesis estética

Por Juan Francisco Ferré

El Condotiero. Georges Perec. Editorial Anagrama. Barcelona, 2013.190 páginas, 17,90 €

Georges Perec es el creador de algunas de las obras más inventivas e ingeniosas del siglo XX. El Condotiero, recién descubierta y publicada, no es una de las enésimas obras póstumas que han fomentado su culto desde su muerte en 1982. Al contrario, esta magnífica novela habría supuesto el debut en 1960 de un escritor que rompía con la estancada problemática literaria de su tiempo para imponer un proyecto de una agudeza infrecuente y una posteridad indudable.

¿Qué cuenta El Condotiero? Considerando la reaparición en novelas posteriores de motivos similares y del falsario pintor protagonista (Gaspar Winckler), podría decirse que esta fábula de Perec toma como pretexto irónico la cuestión de la falsificación y la impostura para dinamitar las concepciones clásicas del arte y las diferencias filosóficas entre la verdad y la mentira, el original y la copia, que como sabe todo lector se remontan al menos hasta Platón. Se puede recordar, en este contexto, el episodio de rivalidad que enfrentó a dos pintores griegos modélicos, Zeuxis y Parrasios. El primero fabricaba simulacros que solo engañaban a la naturaleza, mientras el segundo, más sutil o virtuoso, creaba simulaciones visuales que confundían al cerebro y no solo al ojo del pintor. La superioridad de uno sobre otro sancionaba ya una perspectiva de modernidad en el arte.

condotiero

El Winckler de Perec pertenece a esa inveterada tradición del pintor falsario que crea o recrea obras pretéritas ateniéndose a las ideas que los supuestos expertos tienen de los maestros antiguos. En mi opinión, dándole un enfoque distinto, la trama borgiana diseñada por Perec acaba configurando una alegoría sobre la génesis traumática de un artista genuino. El artista singular surgiría así de dos hechos entrelazados: el fracaso flagrante del falsificador y el asesinato pulsional del marchante (Anatole Madera) que lo explota en su provecho. La muerte truculenta del padre simbólico actúa así como afirmación de la signatura creativa de Winkler. Esa lucidez cegadora frente a la obra imitada y al crimen liberador es referida con un estilo deslumbrante que oscila entre la confesión culpable, parodia narrativa de Poe y Dostoievski, y el esclarecimiento paralelo de lo que significa el arte frente a la espuria imitación de modelos.

En vez de sumergirnos en el nihilismo de la vida depreciada y el sinsentido del arte, Perec conduce con inteligencia la historia ejemplar de su falsario hasta transformarla en una celebración de la inocencia del devenir como atributo esencial del artista creador. Al tratar de reproducir El Condotiero de Antonello de Messina, el plagiario Winckler aprende una lección paradójica sobre el arte del pasado. Es posible que este sea insuperable, como cree la mentalidad anticuaria, pero las reliquias artísticas sacralizadas en los museos participan también del proceso de falsificación y fosilización estética que la cultura institucional reserva para la creación y, por tanto, imitarlas o copiarlas es una estrategia estéril. Con las obras del pasado, un artista que quiera liberarse de su agobio tiene que hacer como hizo Picasso con las Meninas de Velázquez y otras reliquias de pintores magistrales: desfigurarlas y emborronarlas.

Sorprende, en este sentido, que Perec en El Condotiero coincida con una novela anterior de planteamientos análogos (Los reconocimientos de William Gaddis) y anticipe, en cierto modo, los polémicos postulados de Thomas Bernhard en Maestros antiguos. Esta fascinante novela sirve para demostrar que Perec, como escritor, no era solo ese ludópata verbal que algunos fallidos imitadores celebran con escaso acierto. Antes bien, por mucho que se sintiera atraído por los fuegos artificiales de la simulación literaria, Perec poseía una mente creativa dotada de un penetrante poder de indagación en las turbias entrañas del mundo y la cultura.

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Sobre Juan Francisco Ferré:

Uno de los narradores más abiertos a las nuevas tendencias de nuestra literatura. Ganó el último Premio Herralde por su novela Karnaval. También es autor de Providence (traducida al francés y también publicada por Anagrama) o Metamorfosis. Es profesor de literatura en Estados Unidos.

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