Karnaval

Por Rebeca García Nieto

El hombre es profundamente dependiente del reflejo de sí mismo en el alma de otro hombre, incluso si se trata del alma de un idiota.

Witold Gombrowicz, Ferdydurke

 

Karnaval. Premio Anagrama de Narrativa 2012. Juan Francisco Ferré. Barcelona, 2012. 24,90 €. 536 páginas.

Con la misma intención satírica que Ferdydurke, Juan Francisco Ferré se asoma en Karnaval al alma de un hombre, el dios K o DK, reflejo de la sociedad en que vivimos: una sociedad que, como dice el Houellebecq que hace un cameo en la novela, cada vez restringe más la conducta y al mismo tiempo estimula todos los deseos del sujeto y cuyo resultado es la población más esquizofrénica de la historia. No obstante, aunque Ferré penetra en los rincones más oscuros del alma de DK, ya que el alma de un ateo es un misterio tremendo tanto para Dios como para Satanás (…), más inexplicable que la Santísima Trinidad, y en la novela aparece un sacerdote, el padre Petroni, e incluso un exorcismo, Karnaval es una novela pagana y el dios K es un dios laico, un economista omnipotente que decide el destino de naciones y pueblos.

Partiendo de un hecho real, el escándalo sexual en que Dominique Strauss-Kahn se vio envuelto en 2011 y el espectacular juicio que se celebró posteriormente (espectacular en el sentido de que la parte de espectáculo o divertimento de masas era tan importante o más que la parte judicial en sí), el ganador del Premio Herralde 2012 compone una novela polifónica que interpreta el asunto Strauss-Kahn desde varios puntos de vista superpuestos, trascendiéndolo. Y es que no se trata de una novela sobre el expresidente del Fondo Monetario Internacional, sino que ese hecho, de sobra conocido, sirve como punto de partida de un análisis en profundidad del mundo en que vivimos: Nuestros cerebros se acostumbran a manejarse con tal número de ficciones, algunas imperceptibles, otras incompatibles con nuestras ideas, que ya no nos damos cuenta siquiera de que los números también lo son. De que las sacrosantas cifras no son otra cosa que ficciones con las que respaldamos gobiernos y políticas, despedimos a gente con la excusa de que los números lo dicen, los números lo recomiendan, los números lo mandan (…) Nos gusta explotar y los números nos justifican (Epístola del dios K a Jean-Claude Trichet).

Gracias a una estructura que permite alojar múltiples, y a veces contradictorias, perspectivas sobre lo sucedido en el hotel Sofitel de Nueva York, Karnaval contiene el discurso del acusado, el de la víctima y el de varios escritores y pensadores de nuestro tiempo. Así, por ejemplo, en la parte que lleva por título El agujero y el gusano, transcripción de un documental –apócrifo- que recoge las opiniones de varios pensadores, Philip Roth, tan ensimismado como de costumbre, compara la supuesta agresión sexual de la camarera con su circuncisión: “Cuando pienso en mi circuncisión también pienso en ella como en una violación de la intimidad de mi cuerpo, pero no hago un drama de ello y eso que era un niño cuando me la infligieron. Más bien la veo como el medio más eficaz de ingresar en la realidad. Como el medio traumático en que alguien aprende, quizá por primera vez, lo que es la realidad”. En esta parte, un ejercicio de virtuosismo literario, Ferré imita a la perfección el discurso de diversos pensadores y artistas (desde Houellebecq a Phillippe Sollers, pasando por Slavoj Žižek o Lady Gaga) y da sobradas muestras de saber desenvolverse con soltura en una amplia variedad de registros narrativos.

En cuanto al contenido, Karnaval narra las desventuras del dios K, libertino ilustrado que parece salido de un libro de Sade, en la puritana América, un lugar que “carece de bases culturales y religiosas para comprender un fenómeno como el libertinaje”, uno de los productos culturales franceses más conocidos. Pero no se trata sólo de un choque entre dos culturas. El acontecimiento del que se ocupa Karnaval trasciende fronteras porque representa las leyes del capitalismo salvaje que sufrimos, respaldado por instituciones como la que presidía Strauss-Kahn, dicho sea de paso. A lo largo de la novela, especialmente en el capítulo llamado Ese oscuro deseo de un objeto, se nos habla de la ley mercantil del deseo y se describe el sexo como una mera transacción económica. En ese capítulo, el dios K, inmerso en una eterno carnaval y completamente ajeno a la abstinencia de comer carne característica del tiempo de cuaresma, calcula cuánto cuesta el kilo de carne de una jovencita. Ya lo advertía Ferré en un artículo publicado en The Barcelona Review: “En la postmodernidad, el cuerpo es el campo de batalla por excelencia”. Así, como ocurría en Plataforma, de Houellebecq, en Karnaval los cuerpos son utilizados como objetos por los poderosos: volviendo a la camarera del hotel de Nueva York, el señor DK quería “que la negra le sirviera como habían servido en el pasado mujeres similares a sus amos, como desagüe y como retrete”.

Aunque la prosa de Ferré tiende a la desmesura y a veces da la impresión de que los capítulos que componen Karnaval son demasiado independientes entre sí, en esta inmensa obra, en todos los sentidos de la palabra, revitaliza una función de la literatura a menudo olvidada y nos recuerda que la narrativa es una poderosa herramienta de reflexión sobre nuestra realidad, capaz de generar discursos alternativos frente a los discursos oficiales dictados por los poderes políticos y económicos. Sin duda, una novela muy recomendable.