Warning: Constants may only evaluate to scalar values in /furanet/sites/microrevista.com/web/htdocs/wp-content/plugins/easy-fancybox/easy-fancybox.php on line 40

Warning: array_key_exists() expects parameter 2 to be array, string given in /furanet/sites/microrevista.com/web/htdocs/wp-content/plugins/easy-fancybox/inc/class-easyfancybox.php on line 208

Warning: Illegal string offset 'classic' in /furanet/sites/microrevista.com/web/htdocs/wp-content/plugins/easy-fancybox/inc/fancybox-classic.php on line 303

Warning: Illegal string offset 'classic' in /furanet/sites/microrevista.com/web/htdocs/wp-content/plugins/easy-fancybox/inc/fancybox-classic.php on line 309
La infancia de Jesús

La infancia de Jesús

Por Alberto Olmos

La infancia de Jesús. JM Coetzee. Mondadori, Barcelona. 272 páginas. 17,90 €.

La más estrámbotica de las prácticas intelecuales ha sido vista hace unos días en la prensa cultural española, y por partida doble además: hablar mal de un libro. Tanto Antonio Muñoz Molina, desde las páginas de Babelia, como Juan Bonilla, a cinco columnas en el diario El Mundo, han coincidido, con horas de diferencia, en denostar casi con recato la última novela del premio Nobel J. M. Coetzee, titulada La infancia de Jesús. El dictamen de los sabios viene precedido de un runrún condenatorio en las redes sociales, sección Lectores, que puede resumirse en ese 3,37 sobre 5 que cuatrocientos setenta y tres de ellos promedian en la web GoodReads en el momento de escribir este artículo. No hay muchos contextos más apetecibles para que uno pueda afirmar por su parte que un libro le ha gustado.

Muñoz Molina y Juan Bonilla coinciden en aplicar a La infancia de Jesús el calificativo de tedioso, cuando justamente lo que uno espera del señor Coetzee es que le aburra con su prosa de secarral, sus tramas hiper-realistas, sus diálogos funcionariales y sus reflexiones de acartonada solemnidad. A fin de cuentas, es de un premio Nobel de quien estamos hablando aquí.

En enumeración relámpago, he de decir que conocí a Coetzee -su obra, claro- en los años 90, y que a duras penas pude acabar Vida y tiempo de Michael K.; que, cuando recibió el premio Nobel, mi interés por sus libros se reavivó, con el saldo siguiente: Desgracia, bien, con esas provocadoras situaciones sexuales maestro-alumna y la incómoda inter-racialidad del conflicto central; Infancia, sosa, predecible; Juventud, estupenda, casi unas “memorias de un joven malvado”; La edad de hierro, sonrojante, lo políticamente correcto elevado a categoría evangelista; Diario de un mal año, excepcional, una de las mejores novelas del siglo XXI; Elizabeth Costello, ecologismo planfletario estomagante; Verano, irregular, autocomplaciente, pero en la vanguardia de ese género ya en retroceso que se denominó auto-ficción y que amenazó con exterminar de una vez por todas a los lectores, transformados en catecúmenos de un ombligo.

Y La infancia de Jesús, nuestro casus belli.

Ya desde el título, y si atendemos a la inclinación por el pensamiento que caracteriza las estructuras narrativas de Coetzee, no puede sorprender que el relato se presente en forma de parábola. La parábola, con sus emanaciones bíblicas y sus presupuestos platónicos, reduce los personajes a funciones generales, y los espacios a actividades básicas del quehacer humano. Se escriben parábolas para obtener la divisa literaria por antonomasia: el símbolo, un elemento cuya manipulación estética y comprensión por parte de los lectores resultan fáciles e inmediatas. Así, el padre, el hijo, el maestro son más tentativas del ideal que personajes autónomos y estelares, mientras que la toponimia de Lugar de Trabajo, Escuela, Hospital u Hogar se despliega, no como escenario donde acontece el drama, sino como paisaje conceptual en cuestionamiento. El autor no mueve a los personajes por unos lugares, como en la narración canónica, sino que los piensa a unos en otros.

314_GM27279.jpg

La infancia de Jesús trata de un falso padre y su hijo putativo que llegan a un país de habla hispana procedentes de alta mar y de un pasado que son incapaces de rememorar. Una vez en tierra, reciben un nombre latino (Simón, David, respectivamente) y se ven inmersos en un engranaje adaptativo que incluye el aprendizaje del idioma, la alimentación frugal a base de pan, agua y verduras, el trabajo menestral en el puerto y una educación básica y extremadamente razonable.

El padre tiene la misión autoimpuesta de encontrar a la madre del niño, propósito que en verdad se resuelve en el primer tercio del libro, quedando el resto de la obra para lo que en rigor interesa al autor, que no es otra cosa que la reformulación de los principios fundamentales de la sociedad humana.

En este sentido, La infancia de Jesús es una versión amable de Un mundo feliz, de Aldous Huxley, con Simón, el padre, como verso suelto dentro de una égloga pastoril avasalladoramente bienintencionada. Son, sin duda, los tramos más sugerentes de la novela, pasajes donde el protagonista apenas da crédito a la bondad estándard que se encuentra en todas las personas con las que convive, una monotonía de vivir que puede entenderse como crítica con el comunismo, o con la vida zen, o con el movimiento hippie o, en última instancia, con el mismo organigrama de Google, donde también son todos muy felices.

“¿Sabe lo que más me sorprende de este país? Que sea tan insulso. Todos los que he conocido son honrados, amables y bienintencionados. Nadie dice palabrotas ni se enfada. Nadie se emborracha. Nadie levanta siquiera la voz. Viven a base de agua, pan y pasta de judías y dicen estar satisfechos. ¿Cómo es posible, desde un punto de vista humano?”

O expresado con la frase más memorable de la novela: “Aquí no hay sitio para la inteligencia, sólo para la cosa misma”.

Así bosquejada, no cabe duda de que La infancia de Jesús tiene poco que ver con La carretera, de Cormac McCarthy, según la simplificación de Antonio Muñoz Molina en su artículo. Tampoco hay -a pesar de que tanto Muñoz Molina como Juan Bonilla lo dan por hecho- apocalipsis alguno, epidemia, guerra o invasión extraterrestre que explique por qué los personajes llegan a este país beatífico. Y, sobre todo, no hay tedio, pues el relato, desde la misma primera página, se precipita a una velocidad adictiva, incluso facilona, pues está armado casi exclusivamente con diálogos y se lee de corrido y con enorme fluidez.

Otro asunto es la función del niño, y no digamos el sentido último de ese título católico: La infancia de Jesús, dado que no hay ningún “Jesús” en toda la obra. El niño, ciertamente, da para páginas un tanto anodinas, donde el padre en falso le explica qué es morir o follar o qué significa “sofisticado” tan recurrentemente que pierde efectividad. David -el niño- tiene algo de aquel otro niño literario, el Teddy superdotado de Salinger, una genialidad seminal que acaba por proponerse mesiánica: “Escribiendo de izquierda a derecha, formando las letras despacio pero con claridad, el niño escribe: “Yo soy la verdad.”

La infancia de Jesús es, en definitiva, un libro interesantísimo, pero también una muestra de lo que un autor avant garde debe hacer en determinados momentos de su trayectoria: decepcionar a todos sus lectores, dar un paso atrás y salvarse volviendo a la fábula.

 

Share Button

Sobre Alberto Olmos:

Publicó su primera novela, A bordo del naufragio (Editorial Anagrama, finalista del Premio Herralde), en 1998. En 2006 ganó la X edición del Premio Arte Joven de la Comunidad de Madrid con Trenes hacia Tokio (Editorial Lengua de Trapo). También ha publicado El talento de los demás, Tatami y El estatus, que consiguió el premio Ojo Crítico RNE de Narrativa 2009. Ha colaborado con numerosos medios nacionales e internacionales. La revista Granta en español lo eligió en 2010 como uno de los 22 mejores narradores jóvenes en castellano. Con el sobrenombre de Juan Mal-herido escribe un blog de crítica literaria. Algunas de sus críticas se imprimieron en un libro titulado Vida y opiniones de Juan Mal-herido. Ejército enemigo (2011) es su última novela .

.

Comentario

  1. OMAR MACHADO YEPEZ
    01/11/2013 at 20:05 · Reply

    Me aparto, con el mayor respeto de este criterio literario. Coetzee, en esta nueva novela, no abandona su prosa fluída y brillante. Te toma desde el principio sin soltarte. Casi adictivo, Coetzee maneja los diálogos necesarios, casi prudentes. LA INFANCIA DE JESUS, es una bella novela, una clara muestra de sus inacabable genio.

Leave a Reply to OMAR MACHADO YEPEZ Cancel reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Realice la operación de verificación * Time limit is exhausted. Please reload CAPTCHA.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para el uso de este recurso.

ACEPTAR
Aviso de cookies