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La señora Dalloway dijo que ella misma compraría las flores. Un encuentro con Raquel Vicedo

La señora Dalloway dijo que ella misma compraría las flores. Un encuentro con Raquel Vicedo

Por Marina Sanmartín

Busco personas valientes y, aunque parezca lo contrario, esta ciudad está llena de ellas. Se esconden bajo las alfombras, en los callejones estrechos, en los apartamentos mal iluminados y al calor de los cafés del barrio de las Letras, que es el que habito y en el que me gusta más perderme. Tienen que ver con los charcos brillantes sobre el asfalto y los fragmentos leídos en voz alta de las novelas. A veces no se quitan nunca las gafas de sol; a veces lloran delante de la primera copa de vino; y otras me mienten para salvarse, como los animales salvajes que abandonan la sangre en el camino, en su lucha constante por la supervivencia.

Por eso nuestros encuentros son furtivos, a deshora, suspendidos en un tiempo en el que todo el mundo se dedica a dirigirse a otro lugar, donde le esperan.

He llegado a creer que somos invisibles.

Mi amiga Raquel Vicedo, responsable de prensa de la editorial Sexto Piso y una de las Dos Regaderas que están sembrando de flores este Madrid anacrónico, de protestas y reivindicaciones, pertenece sin duda a esa especie que salta sin red; y es a ella a quien espero.

Nada es tan dramático. Simplemente, por fin, se ha impuesto el invierno con la posibilidad de que cuaje la nieve; y cierta melancolía que llevo conmigo me asalta cuando llego temprano hasta la persiana bajada del Huertas 1, donde hemos quedado a las seis en punto, y me entretengo hablando por el móvil con mi hermana hasta que aparece Raquel.

Cuelgo y nos abrazamos. Nos reímos porque me dice que escuchaba mi voz inconfundible de pajarito a varios metros de distancia. Esta guapa. Lleva unos pendientes pequeños y sus gafas de montura roja, que le dan un aire de intelectual romántica. Me gustan sus pestañas tan largas; cómo se pinta los ojos; y la afabilidad que transmite sin pronunciar palabra. Es una mujer pequeña y atractiva, alicantina, de 35 años, frágil sólo en apariencia, y tiene un regalo para mí: los Dibujos de Kafka. Cuando me lo da se disculpa, duda si era el título adecuado, el que me iba a gustar más. No sabe hasta qué punto han empezado a interesarme los dibujos.

dibujo de Kafka

dibujo de Kafka

LOS LIBROS Y LAS FLORES…

Está anocheciendo. Charlando de su inmiente mudanza de Lavapiés a Sol, paseamos hasta el Café Azul, en la calle Fúcar, donde encontramos una mesa al final del local, pegada a la pared de ladrillo visto. Yo pido un café con leche y un trozo de bizcocho; ella un Rooibos. Enciendo el iPad para empezar a grabar y entonces a Raquel le suena la gastadísima Blackberry con la que sobrevive desde que, hace un par de meses, le robaron el bolso. Es uno de sus compañeros de la editorial, que necesita su opinión con urgencia sobre los diseños para El libro de la selva. La obra de Kipling, junto con la inminente presentación en La central de Callao de lo último de Francisco Goldman, Di su nombre, la llevan de cabeza y, sin que ella se de cuenta, la definen.

Me pide ayuda para resolver las dudas de su colega y me enseña algunas ilustraciones: en una de ellas aparece una pantera azul; atiende una llamada de uno de los periodistas literarios con mayor influencia en el mundillo; y cierra un encuentro en Zaragoza con Página 2. Mientras, yo me dedico a observarla y a zamparme el bizcocho con una mezcla de sorpresa y admiración ante la actividad que gravita a su alrededor. He desaparecido para ella; sin embargo, cuando termina en unos minutos de apagar todos los fuegos, pellizca el poco bizcocho que queda en el plato y me mira a la expectativa; y aunque durante nuestra conversación aún habrá de recibir una llamada más, que atenderá en inglés y le servirá para concretar la hora de la función de teatro en el Matadero a la que va a asistir, no volveré a sentirme abandonada.

Le pregunto entonces por los libros y las flores. Quiero saber cómo ha llegado hasta ellos:

Traductora de formación, a los veintipocos se imaginaba desempeñando un oficio solitario e introspectivo, pero se cruzó en su camino un anuncio en las páginas de empleo de El País: “Decía: Se buscan jóvenes con talento. Tuve curiosidad por saber cómo funcionaban las cosas más allá de mi pequeño mundo y respondí enviando mi currículum; así fue como me convertí en consultora de Maersk, la primera naviera del mundo. Evidentemente, no tenía nada que ver con los libros y, aunque era una buena empresa y trabajé con ellos ocho años, ni siquiera en las mejores condiciones me encontraba bien; al contrario, conforme fue pasando el tiempo, me sentía más decepcionada, hacía mi trabajo sin encontrarle sentido…”.

Me pregunto en cuántas ocasiones habrá tenido que contar esta historia y deduzco que muchas porque, al hacerlo para mí, parece que avanza por un camino mil veces recorrido. Con Maersk tuvo la oportunidad, eso sí, de conocer algunas de las ciudades más bellas del planeta, de manera que, cuando en 2008 decidió resetear su vida, abandonar la empresa e iniciar un año sabático en Madrid para descubrir a qué quería dedicarse realmente, el viaje se quedó con ella.

“Tenía 30 años y me sentía mayor. Necesitaba pensar. Hice un montón de cursos, rodé dos cortos, me reencontré con Madrid y concluí que quería dedicarme a la gestión cultural, en concreto, al sector editorial. Empece un máster, pero lo dejé porque me llamaron del Hay Festival: una puerta grande para entrar en la literatura. Con ellos, ocupándome de temas relacionados con la producción, estuve en mil sitios y conocí a mucha gente. Me di cuenta de lo que me gustaba y pasé un año en Londres, y un año como free lance en Beirut, donde también trabajé de profesora de español en el Cervantes y de camarera… en Beirut todo estaba condicionado por la inestabilidad política.

En 2011 volví a Madrid sin nada entre las manos. Elegí esta ciudad. Fue como volver a casa. Física y mentalmente estaba bastante agotada. Había vivido en Copenhague, Génova, Londres, Sevilla… me di dos años para establecerme, antes de rendirme; y a los tres meses estaba trabajando en el Ministerio de Cultura y para Danone, organizando el campeonato mundial de fútbol Sub – 12”.

Los libros y las flores estaban a la vuelta de la esquina.

regaderas

Me intereso por cómo fue capaz de conseguir todos esos trabajos y su respuesta, rápida, es: “becas, becas, becas…”. Le pregunto si en algún momento lo ha pasado mal: “Por supuesto que sí, no me he sentido fracasada pero sí un poco decepcionada conmigo misma. Me sentía muy mayor antes de los 30, con mucha responsabilidad y mucho dinero detrás de mí. Cuando dejé Maersk vi que nadie me quería para un trabajo “normal”; hasta que llegó Hay, donde entré como becaria”.

En Hay también le ocurrió otra cosa: conoció a Alessandra Gatti, que muy pronto se convirtió en una de sus mejores amigas. Gatti es el otro 50% de Dos regaderas“la que aporta espontaneidad y frescura; la parte más paciente”.

“Un domingo de agosto, en 2011, estábamos Alessandra y yo en la terraza de su casa, cerca de la plaza de la Luna, y le dije que no podía más. Me gustaba lo que hacía, pero ni el trabajo en el Ministerio ni el campeonato de fútbol con Danone tenían continuidad. Nos preguntamos para qué volcar tanto esfuerzo en lo que ni económica ni vocacionalmente nos iba a reportar beneficio. Yo quería hacer algo que permaneciese, que se convirtiera en una constante en mi día a día, que sólo terminara cuando yo decidiese ponerle fin.

Le conté a Alessandra que había cierto placer y satisfacción en la retribución inmediata de mi trabajo como camarera en Beirut; en el salario que recibía antes de irme a casa. Estaba harta de los plazos y la burocracia, de no tener el control. Ella también.

Y decidimos montar algo relacionado con las flores.

Las flores me gustan porque son bonitas y porque son efímeras; una obra de arte natural que capta muy bien la idea de que lo que nace, después de alcanzar su plenitud, debe morir. Ese es el espíritu de las Dos regaderas: no tenemos catálogo, no hay ramos que se repitan, porque no somos una floristería. Somos un proyecto artístico”.

Quizás por eso, tiene claro que llegar a vivir de las Dos regaderas desvirtuaría la idea inicial que las puso en marcha… “vivir de las flores en un país como España es difícil…” y entonces se ríe: “y te lo digo yo, que vivo de los libros”.

Y es que, desde enero de 2012, sin abandonar el proyecto conjunto con Alessandra Gatti, del que podéis saber más entrando en www.dosregaderas.com, Raquel Vicedo es la cara visible de la editorial Sexto Piso; su responsable de prensa.

 

EL TATUAJE DE LAS GOLONDRINAS

¿Qué tienen en común los dos trabajos, cómo puedes simultanearlos? Y Raquel insiste: “tienen que gustarte las cosas bonitas. A mí me gustan el tacto y el olor de los libros y las flores; entro en trance cuando puedo volcarme en ellos; y no sabría decidirme por una u otra cosa”.

Mientras la escucho, imagino todos los aviones; los correos electrónicos adjuntando el currículum; las noches solitarias en Beirut o en Madrid; los amores satisfechos y los no correspondidos; y entiendo, aunque ella no parece darse cuenta, su odisea: una aventura que, sin nombre ni definición, se le ha quedado en los ojos. Raquel cree que cualquiera puede tener una vida como la suya: “Para mí todo es posible, todo se puede hacer. El tema de la suerte es muy peliagudo: he tenido la suerte, es verdad, de nacer en el primer mundo y contar con unos padres que me han dado una buena educación. Tengo salud, pero a partir de ahí la suerte se la construye uno. Si me han recomendado de un trabajo a otro, por ejemplo, es porque he trabajado bien”.

Lleva un tatuaje de golondrinas en el antebrazo derecho. Se lo hizo en Tulum. Hay quien piensa que tiene que ver con la novela de Powers, Los pájaros amarillos; se equivocan. Al principio iba a ser una espiral cerrada, pero en el tiempo que transcurrió hasta que el pasado octubre encontró el lugar idóneo para hacérselo, la espiral se fue abriendo; y para ella es como la marca imborrable de lo que ha vivido, que ahora por fin empieza a afianzarse.

“No me cansa. La gente no se cansa de sus cicatrices, y eso es lo que es”.

El mapa de su aventura.

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Sobre Marina Sanmartín:

Autora de La clave está en Turgueniev, recién publicada por Eutelequia, y del blog La fallera cósmica, convertido en libro por Baile del Sol. Es licenciada en periodismo y una narradora tan perspicaz como lírica, tan profunda como divertida.

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3 Comentarios

  1. 04/02/2013 at 17:16 · Reply

    Marina, me ha encantado leerte, tienes una escritura poética y que engancha. Mi enhorabuena. El título me encanta. La señora Dalloway, un libro maravilloso. Desde el Timing de una escritora http://www.lidiaherbada.com. Te sigo leyendo, mientras riego un cactus.

  2. 05/02/2013 at 10:58 · Reply

    Gracias, Lidia. Me alegro de que te haya gustado. Raquel es todo un personaje en el mundo literario de Madrid y daba mucho juego, tenía muchas cosas que contar. Espero que nos sigas por aquí y que las siguientes colaboraciones te gusten tanto como esta. El proyecto ha empezado con muchas ganas de hacer las cosas bien.
    Te leeré.
    Un saludo.

  3. marimbeta2614
    31/03/2014 at 22:17 · Reply

    Sentí deslizar mis ojos por esa espiral de golondrinas sin poderme detener, bañándome en Tulum, comprando palabras en su tianguis, queriendo llevármelo todo…sin borrar cicatrices. Gracias.

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