Los estratos
Por Recaredo Veredas
Juan Cárdenas. Editorial Periférica. Cáceres, 2013. 204 páginas, 17 €.
Cárdenas (Popoyán, Colombia, 1978) ya demostró con Zumbido (451 Editores, 2010) numerosas virtudes. Posee una prosa espléndida, plena de expresividad, capaz de moverse con sigilo entre la frialdad (que a veces encubre una violencia brutal) y el lirismo. Además sabe perturbar al lector, evidenciándole los ruidos invisibles que le rodean. Por último, aunque su narrativa no resulte fácil, ni siga las pautas clásicas, es profundamente humana.
En Los estratos repite obsesión: la itinerancia. Sus protagonistas caminan por territorios a veces lujosos, a veces desolados, buscando un propósito solo conocido a medias, incluso por ellos mismos, pero que el lector también anhela. Porque Cárdenas, pese a la dificultad de su narrativa, consigue la empatía, que el lector sienta como propios los objetivos de sus personajes.
El auténtico protagonista de los estratos es su narrador, que ejerce también de protagonista. Es una voz emplazada en los límites de la locura, que no ofrece demasiadas concesiones al lector pero tampoco se las hurta gracias a la habilidad del autor para dosificar los datos sin que parezcan innecesarios. Juega con los antecedentes de los personajes: siguiendo las tendencias más modernas apenas los muestra pero tampoco los suprime: permite solo aquellos que configuran el itinerario vital del protagonista. Utiliza una prosa seca y expresiva a un tiempo, llena de frases cortas que trazan escenas de fuerte vigor visual, llenas de desplazamientos del lenguaje a la vez simples y efectivos. Aunque sea una novela lineal la recorren pequeñas elipsis: solo muestra lo esencial y deja al lector en un límite en el que debe emplear sus propios recursos, pero sin llegar al abuso. Las resonancias son múltiples, desde un Handke caribeño, a referentes más próximos, como el argentino Chejfec.
Los estratos del título no son solo sociales –la cuestiones raciales y sociales, las descomunales distancias que separan a los habitantes privilegiados de los excluidos en los llamados países emergentes, expresadas con brutalidad en el cierre, son la causa obvia del título- también son oníricos. Posee un gran talento para trazar el mundo del sueño, una realidad levemente deformada, cuyo tiempo y espacio quedan transfigurados pero resultan extrañamente reales. Los estratos se mezclan, se desfiguran en la mente de un hombre que oscila, metáfora de nuestro tiempo, entre la insanía y la lucidez.
La voz del narrador se alterna con monólogos interiores de índole faulkneriana, donde demuestra su dominio de registros populares. Con Faulkner también coincide en el tratamiento del bochorno. Como en Yoknapatawpha, en la tierra sin nombre donde transcurren las novelas de Cárdenas siempre aparece un calor espeso, turbio, húmedo y nublado, saturado de óxido y contaminación. También como Faulkner se hunde en el corazón humano, en aquello que todos compartimos, y especialmente en el corazón de los más oprimidos, de aquellos a quienes no les queda otra opción que, tomando el final de El ruido y la furia, perseverar.
Sobre Recaredo Veredas:
Licenciado en Derecho. Máster en Edición. Reseñista en numerosos medios, como Quimera, ABC, The Objective, Política Exterior o Qué Leer. Profesor en la Escuela de Letras. Fundador, junto a otros, de Culturamas y creador de micro-revista. Autor de los libros de relatos Pendiente (Dilema Nuevos Narradores, 2004) y Actos imperdonables (Bartleby, 2013), del manual Cómo escribir un relato y publicarlo (Dilema, 2006), del ensayo No es para tanto (Silex, 2019), de los poemarios Nadar en agua helada (Bartleby, 2012) y Nadar en agua helada (Bartleby, 2019 y de la novela Deudas vencidas (Salto de página, 2014).