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Notas de lectura: Almas muertas

Notas de lectura: Almas muertas

Por Gonzalo Torné

Ni una sola vez se había visto distinto de cómo era

 

Nota del editor: Gonzalo Torné escribe el segundo capítulo de sus Notas de lectura, que en sus cinco primeras entregas versan sobre clásicos de la literatura rusa. Tras ilustrarnos con su mirada sobre Oblómov, aborda la obra más conocida de Nikolai Gógol, Almas Muertas.  Recomienda la edición publicada por Alianza en 2008.

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1.- Al principio está la idea, y qué idea: ¡Almas muertas! Un hombre viaja por Rusia comprando siervos muertos. Algunas resonancias se aprecian de inmediato, otras se desenvuelven más despacio: metafísicas, económicas, históricas, sociales. La idea de las “almas muertas” anticipa la clase de enigma permanente con el que asociamos a Kafka (puertas por las que no nos dejan pasar pese a que se abrieron sólo para nosotros, cosas así). ¿Cómo se pueden escribir medio millar de páginas a la altura de esta idea? ¿No sería una parábola la distancia ideal?

2.- Una nota personal: Almas muertas fue la primera novela que leí. La escogí porque pensé que trataría de muertos vivientes (y no puede descartarse que ese sea su tema). Formado en la lectura de tebeos, recuerdo que avanzaba en el libro buscando al malo, desorientado y fascinado por aquel ensanchamiento repentino del repertorio moral.

3.- Los primeros cuatro capítulos de Almas Muertas están dominados por la parodia: un humor que se adecuaría bien al pincel de Franz Hals. Este tono bonancible (con un fondo de acritud social) se afila cuando traspasamos el ecuador del libro. Gógol dedica un capítulo a explorar la idiotez social de las mujeres de la ciudad (sus risitas, sus celos, su obcecación, su mezquindad) y lo complementa con otro dedicado a la imbecilidad masculina. Al exponer con detalle cómo las interpretaciones torcidas de las mujeres convencen a los varones de que Chíchikov podría ser Napoleón, se nos sugiere lo proclive que es la atmósfera social a propagar estupideces. Gógol no abre resquicios donde puedan prosperar la inteligencia o la bondad. Su mundo es homogéneamente mezquino. Al satinar las frases con su infatigable inventiva, Gógol disimula que es un escritor satírico de la estirpe de Swift. Dos autores al servicio de la misma pregunta: ¿está loca la raza humana?

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4.- ¿Cómo se consigue la coherencia de tono? Gógol la alcanza desbordando cada pocas páginas el caudal narrativo de la historia principal:con descripciones líricas, con quejas sobre el comportamiento de sus criaturas, disculpándose por la ordinariez de las situaciones, concentrándose como si le fuera la vida en personajes que olvidará al pasar página…

5.- El capítulo dedicado a los orígenes de Chíchikov ilustra el caminito de la corrupción. Gógol acierta en el ángulo: el progreso hacia las ventajas económicas ilícitas es también el de las esperas y las humillaciones que tonsuran las expresiones bovinas de nuestros políticos y altos funcionarios (presumidos, supersticiosos, ávidos). A cambio de dos años de poder, por una década de bienestar económico, los tartufos como Chíchikov renuncian a su independencia, a las gratificaciones del espíritu. La cordialidad que Chíchikov exhibe ante los pedestres terratenientes de N. se revela en estas páginas cruciales como otro efecto de su trato prolongado con la sumisión y la mansedumbre: las aptitudes del lameculos.

6.- ¿Para qué quiere ser rico Chíchikov? Para enjabonarse y comprase ropa de buen paño. Pero incluso un hombre que se desprende de cualquier afecto para cumplir con sus objetivos necesita una coartada amable para uso interno. Gógol le suministra un buen móvil a su protagonista: quiere una posición y una familia, descendencia. ¡Y qué cambios se operan en el lector desde la primera vez que leemos con respeto estos propósitos hasta que aprendemos a oír sus resonancias chuscas! Si pese a todo su empeño es incapaz de conseguir algo relativamente sencillo como lucrarse mediante estafas de baja intensidad,¿cómo piensa gobernar un matrimonio? ¿De verdad desea Chíchikov perpetuar su apellido imposible? No importa, le conviene fijar la mirada en un objetivo que endulce los planes más ásperos, lo que cuenta es la ilusión.

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7.- Las almas muertas son una idea literaria extraordinaria, pero parece inviable hacerse rico comerciando con ellas. Si en algún momento nos pareció que Chíchikov podía salirse con la suya se debió al contraste entre su ímpetu y la vida sin objetivo de los terratenientes. Gógol es muy claro aquí: los dos planes anteriores de Chíchikov han acabado en fracasos bochornosos. Ninguno de nosotros sabe de seguro qué clase de vida le beneficiará: encaminamos nuestras existencias hacia modelos vitales que nos parecen atractivos al proyectarlos con la imaginación. La imaginación de Chíchikov está deteriorada por sus ambiciones mezquinas, no es capaz de prever la deformación anímica, emocional e incluso física que sufrirá en el camino que ha escogido. Almas muertas es una novela sobre la imaginación inmadura.

8.- La lectura de Nabokov es espectacular. Espectacular a la manera de un hombre resuelto a demostrarnos con el ejemplo que la manera natural de rascarse la oreja derecha es con el pie izquierdo. En su empecinamiento por convencer a sus alumnos que Almas Muertas no tiene ninguna relación con la Rusia contemporánea del autor, no duda en transformar a Chíchikov en un trasgo, y omitir el torrente de opiniones que Gógol vierte sobre la literatura y las sociedad de su tierra. Nabokov da siempre tantas vueltas para demostrar la irrelevancia de la política en el arte que no me extraña nada que le amase tanto cuando mi ignorancia sobre mi entorno era casi desasosegante: le suministraba argumentos a mis limitaciones.

9.- Gogol no consigue convencernos de que habla completamente en serio cuando nos asegura que Almas muertas es un poema. Resulta superfluo comentar la autoconciencia lingüística de Gogol, un autor que discute durante la narración con el estilo hablado y escrito de sus colegas, que bromea sobre la distancia que separa la nobleza artificial de los héroes poéticos y sus personajes: “¡Qué quieres que haga con esta tropa!”, se queja reiteradamente. Y lo cierto es que el poema tiene su “estribillo” y su “figura recurrente”: la exclamación  “¡Adelante!” y la carroza en la que se desplaza el protagonista. El libro se parece a ratos a un campo de batalla entre los personajes atrapados y aletargados en la ciudad de N. (que ni una sola vez se han visto distintos a cómo son), y la red de caminos y senderos que se abren sobre la geografía interminable de Rusia. La asociación entre el estatismo del carácter y la laxitud moral, y entre el movimiento y la resolución es verosímil, y ayuda a distinguir a Chíchikov del resto de personajes. Pero se trata de una falsa oposición: por rápido y fuerte que pretenda pisar Chíchikov vuelve tres veces al mismo punto desolado: la falta de recursos. El suyo es un movimiento sin progreso.

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10.- La pésima fama de la segunda parte de Almas muertas es desproporcionada. Ningún aficionado a Gógol debería privarse de su lectura, aunque las almas muertas sean ya lo de menos. Arranca con una descripción prodigiosa y funciona como una cantera de temas para escritores futuros: el mujik como enigma y el reto de devolverle a la vida campestre su vitalismo prefiguran los temas de Tolstoi.

11.- La segunda parte de Almas muertas no está tan desconectada de la primera como puede parecer a simple vista. Algunos pasajes sobre la pereza(suenan como descartes de Oblómov) se inscriben en el arco más amplio de la pugna entre movimiento e inacción. Toda la novela progresa en la misma secuencia de culpa y castigo que el autor se propuso trazar para Chíchikov, el problema es Gogol no consigue persuadirnos del interés de este plan general.

12.- Kostanzhoglo, el terrateniente perfecto, violenta la atmósfera satírica en la que Gogol mueve a sus pececitos grotescos. Si no cerramos el libro es porque la masa paródica que lo precede proyecta una involuntaria sombra cómica sobre el personaje:nos induce a verlo como un quisquilloso y un llepafils, esperamos la señal para romper a reír. ¡Es inaudito que Gógol pretendiese que lo tomásemos en serio!

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13.-Curioso caso el de Almas muertas, es como si al incardinarla en un plan más amplio Gógol hubiese ido diluyendo la energía de una idea que pedía a gritos un desarrollo más corto. Y aún así qué idea, qué primera parte.

14.- Gógol apenas extrae provecho de las resonancias sobrenaturales de las “almas muertas”. El único momento en el que las almas “cobran vida” es en el pasaje donde Chíchikov inventa un biografía para cada nombre, pero se trata de una imaginación mundana, un tejido de anécdotas. Gógol se pasó el primer tramo de su carrera tratando de dominar lo sobrenatural, el resultado fueron un puñado de narraciones aburridísimas (Las veladas de Dikanka, Vi). Al inyectar lo fantástico en una atmósfera realista (La nariz, El capote) Gógol nos recuerda hoy a un borrador de Kafka, el mismo arte, pero menos tenso. Las dos narraciones que prefiero: (Terratenientes de antaño y Taras Bulba) se mantienen ajenas a lo sobrenatural, apenas son “gogólicas”. En Almas muertas lo fantástico está confinado a la idea, pero Gógol se cuida mucho de desarrollar ese potencial, lo deja suspendido como una posibilidad latente, irradiando sobre el sentido del relato sin inmiscuirse en la narración.

15.- En los primeros capítulos la novela parece una sucesión de episodios apoyados en la idea central (la compra de almas muertas), de manera que cada episodio corresponde a una visita que Chíchikov rinde a un terrateniente congelado en el rasgo de carácter con el que se identifica: la avaricia, la gratitud, la mezquindad. Esta estrategia refuerza el aura alegórica de la novela. Sospecho que Gogol se dio cuenta del riesgo que corría la novela de acomodarse en su propia facilidad para la caracterización paródica, ¿cuántas visitas más, dónde parar? Lo cierto es que el libro se acelera cuando Chíchikov deja de visitar a los terratenientes y se exploran los efectos de su llegada en la pequeña ciudad de provincias. Chíchikov, pese a sus falsos ademanes de hombre apremiado, se hubiese podido pasar el resto de su vida en N., Gogol incluso le procura un atajo para perpetuar el apellido: enamorarse. Chíchikov huye sin que existan motivos serios (no parece un gran escollo demostrar que no eres Napoleón), impelido, si se quiere, por la propia fuerza del libro, por su divisa: “¡Adelante!”. La carroza se pone en marcha hacia un punto indefinido de la enorme inmensidad de Rusia sin que a Gógol le parezca relevante informarnos si Chíchikov ha cosechado suficientes almas (sospecho que no); prefiere adentrarse en las justamente célebres veinte últimas páginas, en las que la prosa se sacude de la narración y encadena reflexiones e imágenes sobre la poesía y Rusia. Una vertiginosa fuga de palabras que decanta la lucha escenificada en la novela a favor del movimiento y que lo hace merecedor del calificativo de “poema” que Gogol ha ido reclamando, medio en serio, medio en broma, durante toda la novela.

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Sobre Gonzalo Torné:

Nació en Barcelona en 1976. Es autor de dos novelas: "Hilos de sangre" (Premio Jaén, 2010) y "Divorcio en el aire" (2013, considerada por ABC, El País y El confidencial como una de las diez mejores novelas en castellano del año y que será traducida a siete idiomas), un relato "Las parejas de los demás" y un ensayo literario "Tres maestros". Ha traducido y editado a John Ashbery, Samuel Johnson y William Wordsworth entre otros.Desde abril de 2013 es director adjunto del Invisible College.

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