Periodismo cultural en serio

Por Jorge Carrión

“Lo que todo periodista cultural debe hacer”, afirma Sergio Vila-Sanjuán en La cultura y la vida, es escribir un libro si constata que no existe ninguno “solvente sobre algún tema” que él domina. Viene a cuento de Lluís Permanyer, el gran periodista sobre la ciudad de Barcelona, que aparece en la penúltima crónica del libro, como si se tratara de crear una genealogía de la profesión y de insinuar que en el pasado está el futuro. La última me ha interesado particularmente, en mi nueva vida de metalibrero. Se titula como una novela (tal vez por la nueva vida de Vila-Sanjuán): “La ciudad de los libreros longevos”, y resume la historia de las librerías más antiguas de Barcelona. Que con ellas se cierre el volumen sugiere que el periodismo cultural, tras una fase necesaria en los diarios y las revistas, tiene que convertirse en libro, alcanzar las librerías y las bibliotecas.

Su antología es una apuesta seria por la pervivencia de la crónica, el retrato y el testimonio sobre artistas, escritores y espacios emblemáticos, no sólo de nuestra época sino también de nuestras vidas. No está sola. Este mismo año se ha publicado Plano americano, de Leila Guerriero, un recorrido por la cultura argentina y latinoamericana a través de algunos de sus protagonistas: Nicanor Parra, Fogwill, Idea Vilariño, Guillermo Kuitca, Homero Alsina, Fabián Casas, Facundo Cabral, Ricardo Piglia o Aurora Venturini. Si Vila-Sanjuán alterna los géneros, Guerriero se centra en su particular concepción del perfil, entre la entrevista, la biografía, la estampa y la lírica: “Es un hombre, pero podría ser otra cosa: una catástrofe, un rugido, el viento”. Ambos reúnen en esta ocasión piezas breves; Peio H. Riaño, en cambio, en otro libro reciente, La otra Gioconda, se atreve con un documental extenso. Más de trescientas páginas sobre el gran descubrimiento del Museo del Prado: una narrativa que oscila entre la sofisticación de un CSI Madrid y la miseria de los recortes ministeriales. El prólogo es programático: “Estamos en un libro, la última oportunidad a la que siempre recurre el periodismo de largo aliento, el de crónica y reportaje, para abrir el foco y contextualizar, para ir con urgencia pero sin prisa a asuntos que requieren más tiempo y espacio”. Tanto es así que el escritor dedica largas páginas a Leonardo y el Renacimiento. Y no duda en meterse en las aulas donde se imparte historia del arte o en mapear la relación entre museística y mercadotecnia.

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Y no son casos aislados. Sólo hay que recordar los libros de perfiles y entrevistas de Graciela Speranza o María Moreno en Argentina; de Juan Cruz o Jesús Marchamalo en España; de Julio Villanueva Chang o Juan Manuel Robles en Perú; de Juan Villoro o Magalí Tercero en México. El gran periodismo no se entiende sin el periodismo cultural. Pero lo que en el siglo XX era parte del oficio, sin más, pues el buen cronista era casi siempre un extraordinario lector y espectador (de Josep Pla a Carlos Monsiváis), en nuestros tiempos se ha convertido en activismo, en resistencia. Abrir una librería hoy es un gesto político. Fundar una revista digital sobre cultura, también lo es. No tengo estadísticas, pero diría que durante la crisis española se han abierto más librerías y se han fundado más ciber-revistas culturales de las que han cerrado. La mayoría de los libros de referencia, como los que he comentado en esta columna, se siguen originando en papel; pero estamos leyendo libros también relevantes que han nacido en formato píxel. O que tienen un origen híbrido. Y se transforman en libros porque es el mejor modo que conocemos de crear una serie de textos. De organizarlos alrededor de núcleos de sentido intenso. Y de hacerlos, en la medida de lo posible, perdurar.

El penúltimo caso es el de Nicolás Mavrakis, enfant terrible de la crónica latinoamericana, que hace dos años publicó en e-book #Findelperiodismo y otras autopsias de la morgue digital, un inteligente zigzagueo por algunos puntos reiki de la anatomía del periodista de nuestros días: la figura política del free-lance, el homo sampler, la crisis incurable de las instituciones culturales, la digitalización del periodismo, su naturaleza precaria. Mavrakis se ensaña con la “aristocracia de la subjetividad” de la crónica actual, tal como se ha codificado en sus plataformas de mayor prestigio, anacrónica según él en el mundo de las redes sociales y el periodismo horizontal. Su crítica es pertinente, necesaria en un clima de aparente auto-complacencia. Pero también contradictoria: él mismo escribe en soledad largos ensayos que firma con su nombre. Y esa marca aristocrática y subjetiva se encuentra en las portadas de todos sus libros. Es una más de las contradicciones en que vivimos. Como la apertura de librerías. Como la publicación en papel de libros surgidos en internet. Hagamos de ellas auténticas contra-dicciones. Como dijo Hamlet: de eso se trata.

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Sobre Jorge Carrión:

Novelista, profesor, gestor cultural, periodista, provocador o impenitente viajero, Jordi o Jorge Carrión es una de nuestros intelectuales más innovadores. Ha publicado la novela Los muertos (Mondadori, 2010) y numerosos libros de viajes o ensayos. Su penúltima obra es Teleshakespeare (Errata Naturae, 2011) en la que analiza el fenómeno de las series de televisión. Acaba de quedar finalista del Premio Anagrama de Ensayo con Librerías.

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4 Comentarios

  1. Carlos
    25/10/2013 at 15:49 · Reply

    Comparar a Leila Guerriero con “el niño” Mavrakis (que lo único que tiene de terrible es la sintaxis) es, como mínimo, un desacierto.

  2. Jordi C.
    26/10/2013 at 18:03 · Reply

    No veo ninguna comparación en este artículo. Y soy su autor.
    Jordi C.

  3. Manolo R.
    10/02/2014 at 16:09 · Reply

    ¿No ves la comparación, Jorge C? Ese es el problema de tanta pirotecnia verbal. Que llega un momento en que quien así escribe, acaba por no reconocer ni siquiera su voz -o su letra- en el texto.

  4. Jordi C.
    09/08/2014 at 14:44 · Reply

    Lo he vuelto a leer. No hay ninguna comparación. El problema está en vuestra mirada, me temo.

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