Una cosa me llevó a la otra
Por Jorge Díaz
Seamos sinceros, la literatura no le interesa a nadie.
– Bonita manera de empezar.
Y lo peor no es que no le interese a nadie, es que no sirve para nada. Sólo hay un objeto más inútil que un libro, los secamanos que funcionan por aire de los baños de los bares, si dejas las manos debajo poco tiempo no te secas, si las dejas mucho te quemas. Toda una industria creada alrededor de algo que no funciona, igual que la nuestra. Los únicos libros útiles de verdad eran los de recetas de cocina. Y ya ni eso, mucho mejor ponerse el vídeo de la receta en el iPad e ir haciéndola a la vez (un inciso, quiero informar de que no tengo iPad, si Apple tiene a bien considerar esta mención como publicidad y quiere compensarla con el regalo de una de sus tabletas, aunque sea la mini, adelante, será bienvenida).
– ¿Te das cuenta de que estás escribiendo en una revista literaria?
Me doy cuenta, sí, pero quiero ser sincero. Después de años escribiendo, después de muchos años más –desde que era un niño– leyendo, creo que ha llegado el momento de decirlo: la literatura tiene el mismo valor que un sudoku, pasar el rato mientras viajas en el AVE. La alta velocidad ha hecho más por las novelas que todos los suplementos culturales del mundo.
Fotografía de Amaya Aznar
Sé que todos vosotros os habíais dado cuenta ya y que yo sólo soy el bocazas que lo dice en voz alta. Quizá debería callarme, por si esto es como lo de los reyes magos, algo que hay que mantener en secreto.
– A Pepe todavía le hacían ilusión los libros, a lo mejor era el último año… Y ha tenido que llegar ese bocachancla y lo ha fastidiado todo. No se puede jugar así con los sueños de los jóvenes…
Lo único que nos ha salvado de desaparecer es que los libros han tenido cierto prestigio como objeto decorativo: una pared llena de libros le da caché al propietario de la casa, da igual que se los haya leído o no. Estoy seguro de que el porcentaje de libros leídos en el mundo es ínfimo, hay autores muy prestigiosos de los que tengo toda la obra y nunca he llegado al final de sus novelas. Y eso yo, que leo, imaginaos los que sólo tienen en casa los libros que les han regalado.
– Otra vez que el tacaño de Jorge me regala un libro, el año que viene no le invitamos a la fiesta.
– Ya sabes que a él le gusta leer.
– Que no es eso, que es que el libro cuesta sólo veinte euros y el tío no gasta ni bromas, que es un cutre… Que yo ya tengo libros, que encima me tengo que gastar las pelas en los libros que escribe él, que joder, ya podían hacer película.
Necesitamos ideas que nos saquen del hoyo. Fijaos en los de la informática: cuando todos tuvimos ordenador en casa sacaron los portátiles, después los portátiles pequeños, después las tabletas grandes, ahora las tabletas pequeñas… Seguro que ya tienen lo próximo preparado: un día leí que había frigoríficos conectados con Internet. Y nosotros comprando sin parar, como si nos fuera la vida en ello. Cada vez que me llega un mail tengo siete dispositivos en casa que pitan, corro a verlo y es spam.
Así que bienvenidos los presentadores de televisión que cuentan la historia de su vida y las trilogías eróticas para amas de casa que narran los amores masoquistas de la única jovenzuela virgen de la costa oeste de EEUU. ¿Quién sabe si ellos no son la última esperanza?
Sobre Jorge Díaz:
Maestro de la novela y del guión, hombre tan sabio como ingenioso. Creador de la mítica serie Hospital Central y de las novelas Los números del elefante (Planeta) y La justicia de los errantes (Plaza y Janés).
“anoche estuve escribiendo hasta las tres”:la literatura lo único que sirve ya es como excusa para levantarte tarde.
Y de nuevo el dinero y el papel. Sí, la cosa de pensar los libros como producto, como objetos de papel por los que pedir 20 euros, se está acabando. La industria, el negocio, los premios amañados, los superventas, la crítica como publicidad encubierta, las editoriales que actúan como industrias discográficas vendiendo al Bisbal de turno, todo eso se acabó. Lo que no se ha acabado es la literatura, y quien no sepa para qué sirve la literatura, quien considere que es más útil un libro de cocina, debería leer y escribir libros de cocina en lugar de usar el nombre de la literatura en vano. Habla por ti, no por mí. Seamos sinceros; la literatura no te interesa a ti.
Da por supuesto este “ingenioso” que lo que escribe es literatura…
Pienso que es literatura y la firmo con mi nombre.
Jorge, la gente sin sentido del humor son los causantes de las grandes tragedias de la humanidad. Además muchos eran artistas frustrados, como adolfito hitler.
Jorge, tú no piensas que lo escribes tenga el mismo valor de un sudoku ni que sólo sirva para pasar el rato en el Ave. Por tanto, no dices lo que piensas. Si piensas que lo que escribes es literatura y no un sudoku para pasar el rato, dilo. Si piensas que la literatura es valiosa, dilo. Tú sabes el esfuerzo que supone escribir una novela, sé sincero contigo mismo y con los lectores; si has dedicado años de trabajo a escribir una novela es porque crees que es algo valioso en sí mismo. Si no lo has hecho por el dinero, no lo reduzcas todo a dinero, a papel, a vender, a comprar, a industria, a mercado. Eso es lo que no es literatura, y eso es lo que está abocado a finalizar. Cuéntalo con humor, pero cuenta la verdad. Porque cuando una mentira se repite mucho, sigue sin ser verdad, pero acaba pareciéndolo. Y porque, entre otras cosas, estás riéndote de tu propio esfuerzo y de aquello en lo que crees.
Javier, no tengo el gusto de conocerte, así que no tengo nada ni a favor ni contra ti. Claro que sé el esfuerzo que supone escribir una novela, he escrito varias. También sé el esfuerzo que supone publicarla, algo que también he hecho. Y sé lo que es la frustración de que no te la publiquen, que también me ha pasado. Es evidente que doy valor a mi trabajo o a mi ocio, sea la literatura lo que sea en mi vida. Así que me considero perfectamente libre de escribir lo que quiera sobre el tema, sea verdad o mentira, de reducirlo al humor o de darle trascendencia y de reírme de mí mismo, de mi esfuerzo o de lo que me parezca bien. Y todo esto, aunque quizá no lo parezca, te lo digo sin la menor acritud, ya que supongo que los dos le damos valor a las mismas cosas y no has tratado de insultarme sin ingenio como ha hecho otra de las personas que me han contestado. Que tampoco sé quién es y no tengo el menor interés en ella.
Manolito, me gustaría reírme más, pero frases del tipo “la literatura no sirve para nada” y “todo es falso menos algunas cosas” tienden a congelarme la sonrisa, porque implican que no hemos tratado algunos asuntos con la seriedad que deberíamos, y precisamente por esa despreocupada ligereza hemos llegado al hoyo en que estamos.
En cuanto a Adolfito, su mención es un recurso habitual para evitar tener que rebatir las argumentaciones del contrario. Se le lllama al de enfrente Hitler, y así evita uno el esfuerzo de tener que argumentar. Es cómodo, pero sólo porque es una forma de iniciar las conversaciones que las da término.
No entiendo mi vida sin literatura… me faltan horas para leer todo lo que me rodea, y para escribir todo lo que bulle en mi cabeza.
Jorge, esto no es personal, y tú eres libre de expresarte. Pero, gracias a internet, yo soy libre de rebatir tus afirmaciones. Antes uno hablaba desde el podio de la prensa en papel, y los lectores estaban obligados a permanecer mudos. Pero hete aquí que esta es una de las cosas que ha cambiado, para mejor y para siempre. Ahora cualquiera puede opinar, y rebatir. Es más incómodo, pero es más democrático.
Y mira por donde, vamos por los 8 comentarios, lo cual es una buena noticia, porque implica que lo que dices no es indiferente.
¿Te das cuenta, como en el texto se menciona, de que estás escribiendo en una revista literaria? ¿y de que escribes en una revista literaria para decir que la literatura no sólo no le interesa a nadie, y que además, afirmas, tú, escritor, escribiendo en una revista literaria, que la literatura no sirve para nada?
¿qué esperabas que sucediera ante esas afirmaciones? ¿que los lectores de una revista literaria se partieran de risa? no le veo el humor. Lo veo triste. Y lo veo grave, porque, a mí, la literatura sí me parece un asunto serio. Y me puedo reír de la literatura, y reírme mucho, pero, despreciarla, nunca. Reírme con ella, sí, reíreme de ella, no.
Por supuesto, uno puede emplear el humor como le venga en gana… pero, lo que es yo, sólo valoro lo que se hace desde la sinceridad. Incluido el humor.
Jorge, si crees sinceramente que la literatura no le interesa a nadie y no sirve para nada, ¿para quién y para qué escribes?
Como yo creo que tú sí te has contestado a esa pregunta, y creo que sí escribes por y para algo, lo que te reprocho sinceramente es que no seas sincero. Y el precio de esa insinceridad es que estás colaborando a inflar una mentira peligrosa, que la literatura no sirve para nada, una frase propia del ministro Wert, pero absolutamente impropia de un verdadero escritor.
Lo siento, pero es lo que tiene internet; tú puedes decir lo que te venga en gana, pero yo, si no me censura el administrador de la web, también. Ya no hay discursos desde el púlpito, hay conversaciones. Y hay que acostumbrarse a ello, y apechugar con lo que uno escribe.
Me alegro de que me puedas contestar, no vayas a creer que no. Y me alegro de que haya gente que no esté de acuerdo conmigo, aunque creo que no con el fondo sino con la forma. Y te repito, no siento ninguna antipatía, al contrario, que alguien se preocupe por lo que escribes y se tome el tiempo y el esfuerzo necesario para rebatirlo es un honor.
¿Sabes cuál es la sensación que me han dejado algunos de los comentarios que he leído aquí y en las redes sociales? Que falta sentido del humor. Que mucha gente se toma las cosas demasiado en serio y, lo que es peor, que mucha gente se toma a sí misma demasiado en serio.
Decir cosas como “la literatura es mi vida, lo que me da fuerza para seguir adelante, mi manera de pasar a la eternidad”, algo que he leído como consecuencia de este artículo es, y perdóname la dureza, una soberana chorrada. Huiré siempre de la gente que dice esas tonterías.
Soy escritor, le dedico a la literatura gran parte de mi tiempo, quizá el más valioso. Leo y escribo. Pero trato de no olvidar una cosa: cuento historias. No soy ni mejor ni peor que cualquiera, ni mejor que un analfabeto ni peor que un académico de la lengua. Lo hago lo mejor que puedo con las armas que tengo. Nada más.
Apechugo con lo que escribo y, además, me siento orgulloso. Y la sinceridad… Qué aburridos serían los libros si todo lo que dijera en ellos fuera sincero.
Pero el poder de la narración… ¿no te parece grandioso? Nuestra mente es narrativa. Mediante la narración entendemos el mundo, los recuerdos son narraciones, la realidad es una narración, mediante la narración tanteamos la oscuridad (hágase la luz) mediante la narración somos constantemente manipulados (esta crisis es culpa nuestra, por tratar de vivir por encima de nuestras posibilidades, si bebes yogur líquido no coges la gripe), los cuentos infantlies nos hacen creer que si eres bueno te pasarán cosas buenas, y aunque sea mentira, influyen devisivamente en tu comportamiento. Nada menos. Y la única forma de narración que tantea costosamente en la tiniebla para librarnos de la manipulación y de la falacia, para convertirnos en sujetos conscientes y reflexivos y críticos, para alcanzar alguna forma de verdad, aunque sea dudable y transitoria, es, en mi opinión, la literatura. Cierto, nada más, pero igualmente cierto, nada menos.
Contar historias confiere un inmenso poder… pero un inmenso poder implica también una gran responsabilidad. No es la clave de humor en que está contado, es ese restarle, en lo profundo, toda importancia. Ese “contar historias” es algo muy, muy importante. Es fundamental. Es decisivo. Puede que sea incluso una de las características que nos hace humanos. La literatura es una necesidad esencial, por eso ha existido siempre y seguirá existiendo, y es uno de los pocos caminos que tenemos de entender el mundo con profundidad, de llegar a alguna forma de verdad, y por tanto, de ser (más) libres. No menospreciemos su poder, asumamos la responsabilidad que implica. Lo de pasar a la posteridad, cortarse las venas por una coma mal puesta o vender más o menos ejemplares es otra cosa completamente distinta. Tiene que ver con el ego y con el mercado, no con la literatura.
Lo cierto es que tienes razón, perfectamente se puede pasar sin leer los libros del presentador, político, cantante, famosillo o parientes del mismo metidos a “escritores”