Entrevista a Julio Llamazares

Por Lorenzo Rodríguez Garrido

Esta entrevista forma parte del especial Julio Llamazares, que se completa con reseña de Juana Salabert sobre Las lágrimas de San Lorenzo.

Ha tenido que transcurrir casi una década para que Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) regrese a la novela. Las lágrimas de San Lorenzo, preciosa y emotiva historia, escrita con ese estilo cuidado y lleno de lirismo que caracteriza al autor, constituye una pieza importante en una de las obras literarias más coherentes de los últimos treinta años, manifestada en géneros como la poesía, la narrativa, el artículo periodístico o el ensayo.

El poder de la memoria, la fugacidad de lo que somos y el pasar del tiempo —esa lluvia amarilla que picotea el azogue de los espejos y abarquilla los almanaques, lentamente al principio y después con ruido y furia— se reúnen en esta historia protagonizada por un padre y un hijo. Juntos, en una de las noches más bellas del año, contemplan el cielo y las estrellas que lo cruzan, la estela de recuerdos que dejan a su paso…

El autor, que al contactar con él se encuentra fuera de España, acepta amablemente responder las siguientes preguntas:

Han pasado ocho años desde su anterior novela, El cielo de Madrid, aunque entretanto ha publicado varios libros, uno de ellos de cuentos. En todo este tiempo, ¿no ha sentido necesidad de escribir novelas?

En todo este tiempo he estado haciendo narración: Las rosas de piedra, algunos cuentos de Tanta pasión para nada y la propia novela Las lágrimas de San Lorenzo, que comencé a escribir en el 2005, apenas publicada El cielo de Madrid. Así que la necesidad estaba claro que ya existía.

Las lágrimas de San Lorenzo sugiere una escritura pausada. ¿Podría contarnos su génesis y desarrollo?

Como casi todos mis libros, surgió de una imagen: un padre y un hijo mirando la lluvia de estrellas. Luego vinieron el título y la arquitectura (cada capítulo, una estrella fugaz) y después ya, poco a poco, la novela.

En mi opinión, ésta es su novela que más aspectos comparte con La lluvia amarilla. También con Escenas de cine mudo.

Puede ser. Pero el autor no es el más indicado para analizar críticamente sus novelas.

También creo que es bastante autobiográfica.

Ni más ni menos que las anteriores. Toda novela es autobiográfica, pero no por lo que cuenta, sino por lo que trasmite: emociones, pensamientos, sentimientos… Por lo que se refiere a las anécdotas concretas, Las lágrimas de San Lorenzo tiene pocas de mi vida.

Aparentemente, la estructura de la novela es muy sencilla, pero cualquier lector atento sabrá que para enlazar todos esos pequeños capítulos y que el ritmo no decaiga hay detrás un enorme trabajo.

Es cierto, pero eso no debe importar a nadie. Con las novelas pasa como con los edificios: lo que le debe importar al “usuario” es lo que le ofrecen, no las dificultades técnicas o las innovaciones de su construcción. Aunque haya arquitectos y novelistas que se empeñen en lo contrario…

¿En qué aspectos influye en su prosa el ser poeta?

Yo no distingo  entre ser poeta y novelista. Para mí es todo lo mismo. Y escribo del mismo modo, con la misma actitud, en cada género que utilizo.

Quizá por su afición al cine, cuando el protagonista de Las lágrimas menciona en varias ocasiones a esa pareja de pompeyanos que permanecen abrazados recordé Viaggio in Italia, la película de Rosellini.

Puede ser, pero yo no conozco esa película. Esas cosas pasan. Un periodista que me entrevistó me comentó también que uno de los capítulos finales, cuando comienzan a nevar estrellas, le recordó una película de Huston que tampoco he visto. Al final todo son casualidades, influencias.

¿Qué escritores le gustan? ¿Sigue la literatura española actual?

Me gustan y me interesan muchos, algunos actuales y españoles, por supuesto.

‹‹¿No será Dios el tiempo?››

Esa es la gran pregunta, la esencia de Las lágrimas de San Lorenzo y me temo que de la literatura…