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¿La fiesta ha terminado?

¿La fiesta ha terminado?

Por Miguel Ángel Serrano

Respuesta al artículo La fiesta ha terminado. Apuntes dispersos sobre la desaparición del libro

 

Como sé que al señor Veredas le gusta polemizar, me gustaría hacer algunos comentarios a su reciente artículo sobre la muerte del libro en papel y casi del papel del libro en nuestra cultura.

Vaya por delante que coincido en muchos planteamientos que se apuntan en el artículo, aunque solo sea porque las cifras, en efecto, son pavorosas: menos lectores, menos reflexión, más escritores, menos papel, más bits, más reseñas, menos críticos. El daño que esto supone para los lectores, finalmente, es incalculable, pero no se debería culpar al cliente: algo está fallando no tanto en la industria de la producción como en la consideración hacia los estamentos de mediación. Desde la crítica hasta la formación en las aulas.

Tengo para mí que este debate no es sobre los libros. Creo que es sobre el cerebro, en el fondo, y lo que nos espera si seguimos dándole comida rápida, como decía Bloom y no lo ejercitamos en su casi infinita y maravillosa potencia. Si lees mal piensas mal. Que el fundador de Facebook descubra los libros –él dixit- y se admire de la lentitud de la reflexión asociada no dice mucho de él mismo, en primer lugar. Pero sobre todo, que se arrogue (y se lo compren) el papel de prescriptor no dice mucho de todos los demás. Uno tiene que saber dónde quiere situarse y en este caso parece que lo que busca es moverle la silla a Oprah Winfrey. En fin.

El problema no es el soporte. El problema es lo que está en el soporte, como acertadamente ve (aunque admite la derrota muy pronto, creo yo) el señor Veredas. Que uno sea voraz devorador de papel, termita del espíritu, no le quita mérito a que otro sea eficaz drogadicto de la descarga, pues tan fácil lo tiene.

La acumulación de volúmenes no es asunto solo de los redadictos: invariablemente cuando alguien visita mi casa por primera vez dice que qué de libros y que si me los he leído todos. Y no. Pero me los compro por si acaso.

La convivencia será larga. Leer libros nos hace libres. Son superiores a los libros electrónicos porque no necesitan apellido. El libro es el libro. Y los diseñadores de este reino de ondas y electrones lo saben. El lector de ebooks no es la persona, como en el libro. Es el aparato. No se han atrevido a llamarlo biblioteca (eso es parte del software). La memoria del lector es todos los cuadros, renglones, Long Johnes Silvers que ha leído. La memoria del lector de ebooks es 256 k o algo así. Cualquiera que sea avisado caería en esto con suspicacia. Los que no, ya han sido avisados. Leer es acariciar, y acariciar máquinas es una cochinada.

Dice el señor Veredas que el papel quedará para el libro objeto. Y sí, también. Que las series son ahora la literatura… digamos que están mejor escritas y que han descubierto que el espectador es adulto. Siempre estamos hablando de la muerte del libro, de la novela, de la cultura. Y es verdad, están moribundas tal como las conocíamos. Pero como en el Don Juan, los muertos que vos matáis, maestro Veredas, gozan de buena salud.

La cultura no está para matar el tiempo y por eso los tiempos no pueden matarla. Los libros no están para calzar mesas sino para invitar al festín de las grandes obras literarias. Que el pago para los que lo intentan sea casi el escarnio es indiferente. Dejemos que otros sean los que se impongan la tarea de quemar el papel. Los que lo apreciamos, deberíamos dedicarnos a predicar, inequívocamente, que no queremos hablar como un libro electrónico abierto.

Yo me imagino a los juglares errantes clamando contra Gutenberg y a los literatos de cordel clamando contra el libro de lomo y a los establecimientos de cambio y alquiler de novelas clamando contra las librerías de barrio alto. Todo eso ha desaparecido. Pero no el libro, ni la literatura, ni la cultura.

Tal vez tenga razón el señor Veredas, por otra parte, pero uno es lo suficientemente viejo para no tener que cambiar según qué cosas. Internet, como las pipas, las copas o rascarse no es el problema. El problema es aprender a usarlo. Es decir, también puede usted llenar su lector de libros electrónicos de obras estupendas.

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Sobre Miguel Ángel Serrano:

Miguel Ángel Serrano (Madrid, 1.965) es novelista, ensayista, poeta y crítico. Obtuvo el Premio José María de Pereda de Novela Corta del Gobierno de Cantabria con Tango, su primera novela, a la que le seguirían Jardín de Espinos y El Hombre de Bronce. Fue además finalista del Premio NH de Relatos con El Veneno del Profundo Pesar. Es también autor del ensayo histórico La Ciudad de las Bombas: Barcelona y los Años Trágicos del Movimiento Obrero y del libro de poemas Un presagio.

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